El Unicaja repite en la final de la Champions; el Tenerife, eliminado

Unicaja logró una sufrida victoria en el Sunel Arena ateniense ante el equipo local, que no había perdido allí en toda la temporada europea. La semifinal fue vibrante y llena del altibajos en ambos equipos. Los andaluces comenzaron por delante y llegaron con ventaja al descanso (31-37), pero el guion cambió en el tercer cuarto. Los griegos, empujados por sus ruidosos aficionados, subieron el nivel físico y emocional del partido.

A Unicaja le costó reponerse, pero lo hizo en un estupendo último cuarto en el que volvió a girar el timón a su favor. Osetkowski apareció con un triple clave, Kalinoski anotó una canasta milagrosa casi sin ángulo y Perry asumió la responsabilidad en los minutos decisivos.

Unicaja luchará por revalidar el título conquistado el año pasado, pero no podrá pelearlo ante el Tenerife. El

equipo más laureado de la Champions, con dos títulos y otros tantos subcampeonatos, concluyó de la peor manera su aventura europea, apeado después de desperdiciar una renta que llegó a ser de hasta quince puntos durante el segundo cuarto.

Los de Txus Vidorreta se deshicieron tras el descanso y sucumbieron ante los turcos, dirigidos por un sensacional Ebuka Izundu, líder de su equipo con 21 puntos y 10 rebotes. Will Cummings fue otro de los destacados del conjunto otomano, que aspira a su primera corona continental.

Por parte del Tenerife, que disputaba su cuarta Final Four consecutiva, el máximo anotador fue Marcelinho Huertas, con 18 puntos). El bajo porcentaje en los lanzamientos de tres (6 de 29) marcó la diferencia en un duelo muy igualado hasta que las urgencias provocaron la debacle de los canarios.

La tercera falta de Shermadini, al inicio del tercer periodo, dio pie a los peores momentos del Tenerife, que tampoco supieron mantener la firmeza en defensa. El Galatasaray aprovechó la coyuntura para lograr una máxima renta de 18 puntos. Un 3+1 de Fitipaldo hizo pensar en un último arrebato de los aurinegros, pero Izundu se ocupó de cortarlo de raíz en la siguiente jugada. El orgullo canario y la relajación turca maquillaron el resultado final.