El Real Madrid se regala un gran clásico

Blancos y azulgranas llegaban al choque en el WiZink Center, el último en el Palacio de los Deportes bajo esta denominación antes de que mute a Movistar Arena, en dinámicas muy diferentes. En una temporada atípica para ambos, con demasiada irregularidad para lo que se espera de su nombre y de sus plantillas, en el momento de saltar al parqué madrileño se encontraban muy lejos de la cabeza de la clasificación liguera: quintos los blancos y octavos los azulgranas. Sin embargo, los de Chus Mateo afrontaban el duelo con la inyección de moral de haber acumulado tres victorias en sus tres últimos partidos y mostrado una sensible mejoría en su juego, mientras que los de Joan Peñarroya lo hacían con unos resultados recientes descorazonadores: dos derrotas seguidas en la Euroliga y tres más en los últimos cuatro partidos del campeonato doméstico. Así las cosas, con el añadido de que los dos duelos previos entre ambos, en semifinales de la Supercopa y en la Euroliga, se tiñeron de blanco, los locales partían como favoritos. Pero en los clásicos las estadísticas suelen significar bien poco, como advertía el propio técnico madridista en la previa, «este es un duelo diferente en el que no hay favoritos». Traducción: orejas tiesas ante el eterno rival.

El primer cuarto puso sobre el parqué los estilos enfrentados de uno y otro. Frente a las carreras del Madrid cada vez que se hacía con la pelota, el estilo más pausado del Barça. Pero ninguno consiguió escaparse en el marcador. Ni siquiera el buen hacer de Rathan-Mayes en defensa, frenando de inicio al siempre peligroso Punter, permitió a los locales imponerse, pues el mejor desempeño en el rebote de los de Peñarroya les hizo mantener el pulso. Sólo en la recta final del cuarto un parcial de 8-0, con triples de Musa y Feliz se despegó el Madrid. Hezonja, de nuevo desde la línea de tres, dejó el primer parcial en un 21-15. Seis de venja para los blancos.

De nuevo la muñeca del croata aumentó la renta nada más ponerse la bola en juego, pero verse nueve puntos abajo espoleó al Barcelona. Aprovechando el descanso de Tavares los azulgranas no solo redujeron distancias, sino que con un parcial de 0-10 se pusieron por delante en el partido, obligando a Chus Mateo a pararlo con un tiempo muerto. El técnico madridista metió a Llull en pista, convirtiéndolo en el jugador del Real Madrid con más partidos en la historia de la liga (620), pero fue Gabriel Deck el que se echó el equipo a la espalda. Su buen hacer en el rebote defensivo y su capacidad para desentrañar la defensa rival ayudaron a los locales a retomar el ritmo. Un triple de Hezonja y un mate de Tavares tras una gran triangulación mandaron el choque al descanso de nuevo con ventaja blanca.

Al Real Madrid le sentó mejor el paso por vestuarios y se puso en modo martillo para escaparse hasta los nueve puntos de ventaja. Sin embargo, la acción que selló esa renta también lo hizo con el destino de Deck en el encuentro. Tras machacar el aro el argentino pisó mal y se hizo daño en la pierna de apoyo, teniendo que abandonar el partido. Una baja sensible que acusó el Madrid por mucho que Campazzo y Hezonja dieran la cara y consiguieran llevar el choque a la máxima diferencia (+10). Metu, recuperado ya tras su baja sostuvo a los visitantes, que llegaron al último cuarto seis abajo.

En el último acto en el WiZink la tensión y la emoción se multiplicaron. Satoransky, Parker y Punter lograron dar la vuelta al marcador aprovechando la precipitación de los blancos, obcecados con los triples, pero un gran final de Campazzo, el más valiente en la refriega final, finiquitó el duelo.