El Barça es una marioneta en manos del Madrid

Ante la plana mayor del equipo de fútbol madridista, presentes Mbappé, Vinicius, Modric, Alaba, Brahim y Bellingham, el duelo se inició con un mucha decisión por parte de ambos bandos, bien el Barça desde la línea de tres, ávido Musa a la hora de liderar las cargas blancas. Anderson, perro de presa como no hay dos en Europa, puro carisma el físico escolta estadounidense, perseguía una vez más a Campazzo, el único capaz de escapar de sus garras, mientras armaba el brazo con mucha decisión. Fueron cuatro puntos con su firma los que permitieron a los visitantes ponerse en ventaja, aunque los locales edificaban una sólida defensa para minimizar los impactos.

La anotación era escasa hasta que Brizuela saltó a la pista, una ciclogénesis explosiva el vasco, que sumó dos canastas en las dos primeras posesiones que disputó. Tres triples consecutivos de Parker pusieron siete arriba al Barça, mientras Peñarroya hacía debutar a sus niños, como Raúl Villar, esos que intentan tapar el agujero que ha dejado la grave plaga de lesiones que ha afectado al núcleo de su equipo. Necesitaba energía el Madrid y no existe un dinamo más eficiente que Hezonja, líder indiscutible de este grupo y que sumó tres puntos en la primera oportunidad que le brindaron. El croata dio fe y, aunque Parra anotó una genial suspensión sobre la bocina, el Barça solo mandaba por dos al final del primer cuarto (23-25).

Villar pagaba la novatada y se llevó un buen manotazo de Hezonja, aunque los árbitros, con buen criterio, revisaron la jugada y sancionaron al croata con una antideportiva. El duelo había bajado sus pulsaciones, sequía anotadora por las buenas defensas pero también porque, evidentemente, ninguno de los dos gigantes pasa por su mejor momento. Parecía que los protagonistas lanzaban rocas de cantera y no esféricos, pues el aro siempre escupía con virulencia todo aquello que se le acercaba, imposible que nadie se distanciara en el electrónico ante el mar de dudas que cubría la pista madrileña.

Ibaka parecía el más ambicioso y decidido, autor de dos ganchos ante Metu que mostraron al Madrid un camino por el que crecer. Pidió Mateo a sus pupilos que nutriesen con más balones al congoleño, aunque la pizarra de Peñarroya al fin estaba funcionando. Anulaba Fall en defensa, lideraba Satoransky en ataque y Parra aplicaba una energía extraordinaria, una combinación que, sumada a un nuevo triple de Anderson, permitió al Barça llegar al descanso tres arriba (40-43). El enigma no tenía fácil solución.

Algo más virulentos volvieron los dos conjuntos del vestuario, mates de Abrines y Garuba fueron los que inauguraron el festival. Las genialidades se acumulaban, parecía que la ráfaga local era más letal, pero la igualdad era inamovible. Parker estaba impresionante en el plano individual, aunque el Madrid, gracias al dominio de Tavares y a su juego coral, bien ejecutado por Abalde, ni mucho menos daba el brazo a torcer.

De hecho, ya pasado el ecuador del tercer cuarto y gracias a un triple del gallego, consiguió la máxima del encuentro, de siete puntos nada menos. Tras mucho remar, había logrado demoler la resistencia azulgrana. Sin embargo, la improvisación de Brizuela y un fallo impropio de Campazzo dieron una vida extra al Barcelona con la que afrontar un último acto a vida o muerte (70-67).

Pareció una desconexión pasajera, pues el Madrid firmó un parcial de 10-4 nada más volver a la acción. Fernando se imponía en la zona, Hezonja flotaba sobre la madera y solo Metu mantenía la esperanza catalana con sus solitarias incursiones. Parra también firmaba un gran encuentro, muy generoso en el esfuerzo, duro de reducir cuando se acercaba al aro. Un triple y una suspensión del internacional español puso al Barça a punto para el abordaje, a solo un tanto de diferencia cuando había rozado los dobles dígitos de inferioridad hacía solo unos minutos.

A falta de 80 segundos para el final, Parker firmó el empate con un estratosférico triple, pero el Madrid siempre conseguía encontrar una respuesta para mantenerse como líder. Tras un salto entre dos, Metu cometió un error impropio, una falta en campo contrario que dio a Abalde la oportunidad de sumar dos puntos más desde la línea de personal. Ganaban los merengues por cuatro, quedaba medio minuto y Brizuela primero y Metu después desperdiciaron dos buenas opciones desde el triple. De nuevo, el Madrid se llevaba el clásico.