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La maldición de las grandes estrellas

El baloncesto ya lloró la pérdida en sendos accidentes de Petrovic y Fernando Martín

El emotivo mensaje de Michael Jordan tras la muerte de Kobe Bryant

Identificadas las nueve víctimas del accidente en el que murió Kobe Bryant

Miguel Ángel Barbero

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La sociedad actual propicia la movilidad y los medios de transporte son cada vez más seguros, pero eso no impide que se sigan sucediendo los accidentes que afectan sobre todo a las profesiones que más los utilizan. En este sentido, los deportistas están si cabe más expuestos, ya que los deben utilizar en sus trayectos habituales a los entrenamientos y también en los viajes colectivos.

Por lo que se refiere al mundo del baloncesto, la mayoría de los accidentes fatales se han producido en desplazamientos individuales, no de grupos. Queda muy lejano y, afortunadamente aislado, el accidente de aviación que sufrió el equipo de la Universidad de Evansville en 1977 en el que perecieron catorce jugadores. También en el aire fallecieron Wendell Larner (New York Nets, 1975), Nick Vanos (Phoenix Suns, 1987) y ahora, Kobe Bryant.

Pero lo más habitual suelen ser los accidentes de automóvil y esos pueden ocurrir en cualquier parte. En Estados Unidos se recuerdan las pérdidas de Terry Furlow (Utah Jazz, 1980), Bobby Phills (Charlotte Hornets, 2000) y Malik Sealy y Eddie Griffin (Minnesota Timberwolves, 2000 y 2007), mientras que en Europa hay tres casos que tocaron muy de cerca a los aficionados. En septiembre de 1989 la promesa del baloncesto soviético, Valery Goborov, se estrelló con su coche en las calles de Moscú, lo que conmovió los cimientos de una sociedad que estaba apostando por la perestroika y por empezar a plantar cara a los estadounidenses. Este pívot de 23 años había ganado el oro en Seúl y apuntaba a ser un nuevo Sabonis. Pero, al parecer, se quedó dormido al volante y no sobrevivió al choque.

Dos meses después, la maldición golpeó a uno de los hombres con quien habría de haberse medido en el futuro, Fernando Martín , de 27 años. En la M-30 madrileña, cuando se dirigía a un partido del Real Madrid, el primer español en llegar a la NBA sufrió un golpe mortal. El rumor de que un baloncestista había tenido un percance muy grave corrió como la pólvora entre los espectadores del Palacio de Deportes, sin que se supiera quién había sido. Poco a poco fueron accediendo al vestuario todos los integrantes de la plantilla y, al ver que el ausente era Fernando, se desató el drama. Su hermano Antonio llegó al hospital presa de los nervios y el partido, lógicamente, se suspendió. «Somos profesionales, no animales» declaró entre lágrimas el entrenador rival, Manel Comas, ante la imposibilidad de los presentes de saltar a la cancha. El impacto en la sociedad fue tremendo y se sucedieron las muestras de cariño y apoyo a la familia por doquier.

Una racha fatídica

Sin embargo, la familia madridista volvería a sufrir otro duro golpe cuando, cuatro años después, otro de los ídolos de la afición perdió la vida en una carretera alemana. Aunque Drazen Petrovic ya había abandonado la casa blanca y llevaba camino de hacerse una estrella de la NBA, era muy querido por los aficionados y sus partidos en Portland y New Jersey se seguían con un interés similar al de si fuera un español más.

Después de pasarlo más en los Blazers, se hizo un hueco como tirador en los Nets y estaba negociando un nuevo contrato ya con cifras de estrella cuando sucedió el fatal desenlace. Con Drazen se fue la esperanza del basket croata y, en solo cuatro años, las estrellas más rutilantes del firmamento baloncestístico europeo.

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