Simeone y su milagrosa longevidad en el banquillo del Atlético: una anomalía en el fútbol moderno
Las 12 temporadas del argentino como entrenador de los rojiblancos, que serán 15 tras su reciente ampliación de contrato, son una excepción entre la inmediatez que asedia al grueso de clubes europeos
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En aquel fútbol pretérito donde lo lúdico era más importante que el mismo deporte, en ese mismo juego neonato que vivía su apogeo en la primera mitad del siglo XX, no era raro que algunos entrenadores ligaran su vida a un club determinado. Allí ... pasaban décadas con la seguridad de un funcionario y, ya de ancianos, dejaban el banquillo cuando su presencia perenne en él se había convertido en una costumbre más en el imaginario de su equipo. Los casos son numerosos, pero en el lejano recuerdo, como si dos montañas fueran, destacan George Ramsay (técnico del Aston Villa durante 42 años) y William Macey (regente del banco del Celtic durante 43 temporadas).
Estas experiencias son hoy ejemplos grotescos de una versión pasada, caricaturizada incluso, de un fútbol que poco se asemeja al de entonces. ¿Qué hombre resiste hoy a una década al mando de un equipo de élite? ¿Quién apenas sobrevive a un lustro ante las inclemencias de un mismo banquillo? Los nombres rozan lo inexistente. Es más, sólo Diego Pablo Simeone y sus 12 campañas a lomos del Atlético de Madrid sirven como reminiscencia de que hubo otro tiempo donde la estabilidad del entrenador en una entidad del máximo nivel era posible y lógica. Asimismo, coetáneo a la inacabada historia del bonaerense en el Metropolitano, aunque todavía muy lejos en el horizonte, es el camino de Jurgen Klopp en el Liverpool, donde ya es leyenda. El alemán, de hecho, está inmerso en su novena temporada en la mitad roja de la ciudad a orillas del Mersey.
Precedente inglés
Antes de Simeone, ese héroe local que fue vital en el regreso del Atlético a la felicidad tras demasiados años rácanos, y bastante antes del desembarco de Klopp en Inglaterra, dos leyendas de la misma Premier League ya demostraron ser inmunes al paso de varias décadas en el fútbol moderno. Son humanos y por tanto perecederos, pero tanto Alex Ferguson como Arsène Wenger han dejado una marca indeleble en la historia de Manchester United y Arsenal respectivamente. Su huella es tan profunda en ambos clubes que casi forman parte del escudo.
El primero de ellos, Ferguson, pasó 27 años en el área técnica de Old Trafford (1986-2023), construyo un equipo temible, lo ganó todo y, a la estela de su adiós, dejó huérfano a un United que diez años después aún no se ha recuperado de la marcha del escocés.
Diferente fue el caso de Wenger en el norte de Londres. Cierto es que dirigió con éxito durante el grueso de su experiencia inglesa (1996-2018); fue, además, el principal responsable de ese Arsenal de los invencibles, protagonizado en el césped por talentos como Henry, Bergkamp o Pirès. Sin embargo, sus últimos cursos ya lejos de Highbury, en el menos cálido y romántico Emirates, fueron asediados por la irregularidad. Una parte de la dividida afición pidió su cabeza, que finalmente rodó en el final de la campaña 2017-18.
En España, el caso más longevo en nuestros banquillos está escrito en los libros del máximo rival del Atlético. Es el fallecido Miguel Muñoz, quien entrenó al Real Madrid durante más de 14 años, tiempo en el que levantó las seis primeras Copas de Europa blancas. De cerca le sigue Luis Aragonés con 15 temporadas, en varias etapas, en el extinto Vicente Calderón; no obstante, Simeone ya le supera en el número de partidos en el banquillo rojiblanco (643 del de Buenos Aires por los 612 del legendario exjugador madrileño).
Calmar la tempestad
La inmediatez a la que está sometida la competición actual es una soga al cuello con la que el entrenador debe lidiar. La presión agobia, los resultados precipitan la toma de decisiones a corto plazo y los proyectos deportivos confiados a un profesional no suelen durar más allá de los dos o tres años. El Real Madrid y el Barcelona son buenos ejemplos de ellos: sus más gloriosos técnicos en los últimos tiempos, Zinedine Zidane y Pep Guardiola, no encadenaron la cantidad de cursos imaginables en relación al éxito de sus equipos. El francés, en dos etapas diferenciadas, dirigió al Madrid en seis campañas (dos de ellas incompletas); mientras que el ahora preparador del Manchester City solo completó cuatro cursos en la banda del Camp Nou.
En el Atlético, cómo no, la deriva era similar en los tiempos previos a Simeone. En aquella etapa gris, con bastantes más penas que alegrías, uno de los pocos entrenadores que conoció algo parecido a la estabilidad fue Javier Aguirre, quien este sábado, al mando del Mallorca, regresa a la que fue su casa para medirse a un grupo de hombres pletóricos (21.00 horas, Movistar LaLiga). El mexicano llegó al Calderón en el estío del 2006, devolvió al Atlético a la Champions League en la temporada siguiente y fue destituido en el ecuador de su tercera campaña, en febrero de 2009, debido a una intensa crisis de resultados.
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Tras Aguirre, el periodo guadianesco de Abel Resino, el breve periplo de Santi Denia, el oasis de Quique Sánchez Flores y los decepcionantes meses de Gregorio Manzano, Simeone trajo consigo la estabilidad. Con el intenso entrenador argentino, el Atlético edificó un estilo de juego, se armó con una coraza de autoestima y pundonor y volvió a pisar la senda del triunfo. 12 años después de su llegada y con la reciente ampliación de contrato firmada hasta junio 2027, esta anomalía longeva en el banquillo atlético está aún lejos de su fin.
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