Ocho pecados que condenan el final de la era Simeone

Simeone, que según ha reconocido vive su peor momento, es incapaz de encontrar el dibujo idóneo para un Atlético al que los cambios de sistema le han sumido en una duda permanente. La defensa con tres centrales, a la que ya tuvo que recurrir el pasado curso en etapas complicadas, no funciona, pero tampoco el recurso al viejo 4-4-2. Con ambos esquemas, los desajustes son habituales y el equipo muestra una sorprendente sensación de inseguridad. Se ha perdido la fortaleza defensiva, una de las señas de identidad del cholismo, y mantener la puerta a cero se ha convertido en una misión casi imposible. Hay constantes defectos tácticos a los que se suman incomprensibles fallos individuales.

La plantilla se ha ido alejando del perfil de jugador que demandaba el modelo Simeone en sus primeros años. Por resultados y pese a lo que se ha dicho, la actual está lejos de ser la mejor de la historia. El curso pasado falló el centro de la zaga y esa zona no se ha reforzado. Axel Witsel, firmado para la medular, ha tenido que reconvertirse en varios partidos. Sergio Reguilón llegó lesionado y sigue sin debutar, y Nahuel Molina ni ataca ni defiende. El argentino, que lo juega todo, es el único lateral diestro puro. Felipe, sentenciado a final de la pasada Liga, sigue tras ser repescado a última hora.

Los problemas físicos y las lesiones se suceden y resurgen las dudas sobre la preparación y los métodos del profesor Ortega. Lemar y el centro de la zaga, como el año pasado, son especialmente de cristal. Giménez, Savic y Felipe se alternan en la enfermería, lo que acrecienta las dudas defensivas, aunque las bajas no perdonan a nadie. El equipo se ha resentido sin Koke y Llorente.

El Cholo siempre se ha caracterizado por ser un técnico capaz de exprimir y sacar lo máximo a cada futbolista, pero la mayoría de los jugadores están muy lejos de su mejor versión. En Oporto, en un duelo vital, el Cholo reconoció que solo Oblak dio la talla. No hay continuidad de buenas actuaciones y el Atlético se ha convertido en un conjunto de rendimiento irregular.

La sensación es que el discurso de Simeone ha dejado de calar en la plantilla. Jugadores que antes eran soldados del Cholo e iban al límite en cada jugada han perdido ese ardor y el equipo se muestra mucho menos intenso. En algunos casos incluso se transmite impresión de indolencia.

La fortaleza mental de los primeros equipos del Cholo se ha evaporado. El Atlético de Madrid era un equipo capaz de resistir la presión, jugar con el marcador y esperar su ocasión, pero ahora encaja goles muy temprano, como en Cádiz y Oporto. La moral inquebrantable de antaño ha desaparecido y el grupo se ha vuelto anímicamente débil. Los jugadores bajan los brazos, algo antes impensable.

La exigencia fue una de las banderas recuperadas con la llegada del Cholo. Se ha perdido. Ahora prima la indiferencia. Al menos de puertas para fuera no se transmite un mensaje contundente cuando llegan fracasos como el de este año. Compensar las pérdidas con la venta de jugadores la única respuesta cuando vienen mal dadas.

Un polémico viaje de De Paul a Argentina con permiso del club o los vídeos de las fiestas de Joao Félix (reincidente) y Reguilón tras los pinchazos del equipo enojan a la afición y evidencian que el Cholo ha perdido mando.