DE CARA

Simeone reinstala el desánimo en el Atlético

«Con el baile de salidas y entradas, la plantilla se ha quedado sin un solo jugador de regate, un especialista del uno contra uno»

Un Atlético gris no convence en su debut

Simeone, el domingo, en el partido ante el Oporto EFE

El bajón fue instantáneo entre los atléticos. Pregoneros habituales y 'periocholistas' de barricada se habían encargado de alimentar una ilusión renovada e impostada ante un aluvión de contrataciones que dibujaban en el equipo colchonero, un año más, la mejor plantilla de su historia. Nada que ... no ocurra cada verano, el esta vez sí que sí, vaya desembolso (como de costumbre, tramposamente maquillado) bueno y todas esas cosas tan agradecidas para la galería como finalmente efímeras y mentirosas. Bastó un amistoso, el primero, para regresar antes que otras veces a las sospechas y los malos presagios, al pesimismo y la impertinente realidad. El Atlético se pareció mucho a lo mismo de siempre. Simeone sigue ahí, 15 temporadas después.

Porque ese es el punto principal. No hay revolución posible, ni siquiera renovación, si el que no se mueve es el entrenador, que además es el origen nuclear de las decepciones previas. Cuesta imaginar a un Atlético jugando a otra cosa o con otra valentía si el que gobierna las piezas, por diferentes que estas puedan ser, es el que ya estaba.

Está claro que es pronto para sacar conclusiones, que simplemente se trata de un amistoso de pretemporada, pero el Atlético que jugó y perdió ante el Oporto no olió a nuevo sino más bien a naftalina. Más joven (la edad sí se ha rebajado considerablemente con el balance de bajas y altas), pero también con más agujeros. Faltan puestos (se han ido más jugadores de los que han venido) y, sobre todo, cualidades. Con el baile de salidas y entradas, la plantilla se ha quedado, por ejemplo, sin un solo jugador de regate, un especialista del uno contra uno.

Quedan 10 días para que empiece la Liga y el Atlético parece aún un equipo por hacer, en construcción, muy necesitado. Y prisionero de Simeone, al que el Atlético tiene que agradecer tanto que no sabe cómo ponerle un lazo de despedida. Lo peor es que el nuevo Atlético fue demasiado reconocible, tan plomizo, cobarde y plano como el que se acababa de ir de vacaciones. Y así, por más Baenas que lleguen para sacar lustre al dorsal número diez, remates que se saque Julián de la nada o barreras imposibles que intente derribar Giulano, no hay ilusión que sobreviva. El desánimo se reinstaló en los atléticos. Un año más..

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