Griezmann transforma la nada en victoria

Porque el diseño del duelo fue fútbol contra lo que no lo parece. Jugar a jugar contra jugar a que no juegue nadie. Iniciativa contra repliegue. Balón contra bostezo. Atrevimiento contra miedo. Elaboración contra sorpresa. O sea, lo esperado: Pellegrini contra Simeone. Dos maneras antagónicas de entender este deporte, contradictorias quizás con el personal del que dispone cada cual, resumidas de salida sobre el césped del Villamarín. Y se impuso más bien la segunda propuesta.

El partido estuvo más donde quiso el Cholo. El Betis se pareció menos al Betis de lo que el Atlético se pareció al Atlético. La posesión no le sirvió de mucho a los de casa, no consiguieron traducirla en ocasiones. Oblak, que volvía, no tuvo excesivo trabajo (y el que tuvo lo resolvió mal) hasta el final. Tampoco es que le sirvieran de mucho al Atlético en el primer tiempo sus furtivas salidas y sus ratos de pelota, usada básicamente para defender (es decir, para nada), pero ni siquiera lo pretendía. Un aburrimiento de larga duración.

El interés en el primer tramo vivió de las acciones a balón parado, donde daba la sensación de poder pasar algo. No hubo más suspense. Y tampoco excesivo. Los que protegían la portería siempre actuaron con seguridad y ventaja. Básicamente el primer tiempo fue un tostón. Horrible. El plan original del Cholo.

La segunda parte partió con un sobresalto mayúsculo. Y despertó al partido. Con una paradoja, el mundo al revés. Un despeje al patadón de Luiz Henrique, a la salida de un córner, propició un contragolpe que un mal control de Reinildo transformó en puñalada mortal: Borja Iglesias corrió solo hasta Oblak, Giménez llegó a la desesperada para corregir el estropicio y el propio Luiz Henrique acompañó la jugada para mandar el rechace a la red. Pero el VAR descubrió fuera de juego en el pase de Rodri para la escapada de Borja e invalidó el tanto.

El Atlético, más atrevido tras el descanso, como si tuviera decidido reducir el duelo a una parte, jugárselo todo en la segunda, salvó el pescuezo por cinco centímetros. Y al instante, se le encendió la luz con una genialidad de Griezmann, el reconciliado, a la que se alió Ruí Patricio. Un gol olímpico desde la esquina derecha que se comió el portero bético (despistado por el salto de Saúl) y también Borja Iglesias en el segundo palo. Cinco minutos de ataque (Correa avisó con un tiro raso poco antes) le bastaron al Atlético para encontrar recompensa.

Los madrileños, pese al marcador a favor, renunciaron al encierro. Y eso sí fue noticia. Jugaron más adelantados un rato, con más intención, de lo que lo habían hecho en el primer tiempo, con el empate. El Betis, en cambio, se hundió. El gol generó demasiado daño, un puñetazo del que no lograba levantarse. Siguió plano, sin ideas, grogui. Lo aprovechó Griezmann, quien con la derecha y asistido por Cunha, culminó una interesante combinación colectiva.

El Betis moribundo se levantó entonces gracias a la entrada de Fekir y Rubial. O a la de Joao Félix y Carrasco, a los que Simeone acudió inesperadamente dando por concluido el duelo con 15 minutos de adelanto (quizás pensando en el miércoles, que llega el Leverkusen). Marcó el francés verdiblanco de falta directa (concesión de Oblak) y el equipo colchonero, tiro al palo incluido de Moreno, se regaló unos minutos clásicos de angustia.

Pero las cuentas le salieron al final al Atlético. A su defensiva manera acabó con el mejor local de la Liga. Dos raptos de inspiración de Griezmann lo dejaron tercero. Nueve intentos después, Pellegrini sigue sin ganar a Simeone.