ATlético 3-3 Getafe
El Atlético sucumbe ante un enorme Getafe en un partido de locura
La Liga | Jornada 18
Se convirtió Griezmann en el máximo goleador de la historia de los rojiblancos con un doblete; sin embargo, el empuje final de los visitantes dejó sin alegría al Metropolitano
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Había sido tan dolorosa la derrota en Bilbao que necesitaba el Atlético de Madrid el abrigo de su gente para no caer en un estado cercano a la pena en estas fechas prenavideñas. Sin embargo, el Metropolitano estaba tan frío como la noche ... madrileña. Confirmar la más prolifera racha de victorias del club rojiblanco en casa era precisa, urgente, para que el tren de la Liga no se escapara en el horizonte, pero comenzó el partido y el único sentimiento que expresaban los once hombres alineados por Diego Pablo Simeone era una cierta desgana.
Culpa de esta apatía la tenía la intensidad del Getafe; ese equipo al que José Bordalás le ha devuelto la alegría en este curso. El entrenador alicantino había ideado una encerrona fiel a su manera de entender este deporte para tratar de salir con la cabeza alta del hogar del mejor local del campeonato: con una línea defensiva plantada sobre la línea del centro del campo y una manada de lobos mordiendo en la presión alta. Además, en ataque, el Getafe trataba hacer del robo en campo rival su mejor arma para acercarse al gol. Y, Ciertamente, el plan visitante salía a la perfección. El Getafe habitaba cerca del área de Oblak, mantenía la posesión sin demasiada prisa y encontraba en la habilidad de Greenwood la vía para desestabilizar la defensa atlética –capaz de salir del regate hacía ambos lados, el inglés superaba una y otra vez a un Hermoso que, como si detrás de una liebre corriera, entró en estado de locura–.
Si alguien merecía el gol ese era el Getafe; no obstante, los incontables centros de Rico y Mata hacia el binomio Latasa-Mayoral no se traducían en remates a portería. Mientras tanto, cuando más retumbaba la numerosa afición visitante en el Metropolitano ante la indiferencia del personal rojiblanco, Savic, totalmente fuera de quicio, fue desesperado por la intensidad de Mata. El resultado fue obvio: la expulsión con dos amarillas infantiles, dos entradas a destiempo, impropias de un central de su edad. Fue un suplente habitual como Memphis quien pagó las consecuencias de la roja al ser sustituido por Azpilicueta a cinco minutos del descanso. Los daños colaterales nunca fueron justos.
Únicamente hallaba la paz el Atlético mediante Riquelme, integrante este martes de la línea de tres del centro del campo. Fue suya la ocasión más clara hasta entonces: un bello disparo con rosca que se topó con la escuadra derecha de Soria. Pero más allá de oasis esporádicos, los de rojo y blanco sufrían un calvario con diez hombres. Asistió entonces el Atlético a un regalo divino en una bonita jugada por banda del mismo Riquelme que Griezmann, desaparecido hasta la orilla del entretiempo, convirtió en gol. No solo había sobrevivido a un bombardeo, sino que ganaba un partido que se manifestaba como una pendiente inescalable.
Un hito opacado
No pareció demasiado afectado por el golpe el equipo de Bordalás, que pisó la hierba a la vuelta de vestuarios y muy pronto, en la enésima diablura de Greenwood, encontró el empate. Lo hizo Mayoral, el máximo goleador español de la Liga, tras dirigir con su cabeza el balón rechazado de Oblak al zapatazo del ex del Manchester United. La recompensa era justa, pero la felicidad de los getafenses duró realmente poco: a la hora de partido, Morata, que había entrado por un gris De Paul, pitado de hecho por un sector del estadio, devolvió la sonrisa a los locales con un buen remate de cabeza a un envío lateral de Llorente.
Es más, poco después, el Atlético volvía a recoger un premio inesperado tras un más que dudoso penalti de Damián sobre Hermoso. Lo convertía Griezmann, que igualaba a Luis Aragonés como máximo goleador de la historia de los rojiblancos con 173 goles. Sin embargo, a la felicidad coral por tal legendario acontecimiento le siguió la desazón absoluta. Porque no cesó en su empeño un Getafe que primero recortó distancias mediante un disparo a bocajarro de Óscar y que luego, en el minuto 93 y desde los 11 metros, de nuevo Mayoral selló el empate final de un partido esquizofrénico. Mereció mucho más el Getafe en el ocaso, pero, pese a los 23 disparos visitantes, el 3-3 fue inamovible. Finalizó por tanto la racha de triunfos en casa un Atlético que, además, acabó encerrado en su propia área.
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