El viejo Saúl tira del Atlético

El Atlético, que se mide en títulos, en competir por ellos, ya puso fin el jueves a su temporada. Se quedó sin nada de valor vitrina por lo que luchar. Así que afronta los cinco meses que tiene por delante con cuerpo funcionarial, fichar día a día en la oficina, sin el aliciente y la presión de los grandes desafíos. Un peligroso tufo a monotonía que regala tranquilidad, pero también desidia, y compromete el negocio, que sí está todavía en juego para los rojiblancos. Entrar o no en Champions no encuentra hueco en el museo, pero lo condiciona económicamente todo. Una conquista que se da por descontada, por la desproporción de los presupuestos y las plantillas, pero que no está para nada asegurada y exige la máxima atención. El Atlético hoy no la tiene puesta del todo ahí.

Simeone contestó el murmullo previo que arrastraba la cita con una alineación continuista en muchos nombres, pero esencialmente rompedora. Y a saber las razones, porque venía el Atlético de sus dos mejores versiones del curso con un 4-3-3 muy ofensivo que acababa en un inspirado Morata. Pero el nueve se quedó en el banco y entró Barrios, el canterano guadiana, que aparece y desaparece de la lista de preferencias del Cholo sin un criterio muy claro. Una vuelta al 4-4-2 que recuperó la peor cara del Atlético. Espesa, lineal, sí pero no, el equipo que no transmite.

Griezmann, que venía enchufadísimo, tuvo un paso anodino por el primer tiempo. Le cohibió el cambio de formato, reduciéndole las opciones de asociarse en zonas de influencia y de encontrar gente a la que regalar sus deliciosas ocurrencias. Lo que funciona, se toca, el complicado libro de axiomas del Cholo.

Osasuna, al que se le supone menos, aunque lleva un año estupendo, fue mejor. Solo ligeramente. Sin grandes alardes, pero con más coherencia y sintonía en sus combinaciones. Y con un futbolista diferente, Abde, que llenó de regates y filigranas varias sus contactos con la pelota, muy celebrados por la grada y sufridos principalmente por Nahuel. La victoria local a los puntos no se traducía en ocasiones y así no había cómo romper el empate.

La segunda mitad ganó en sangre, un pellizco de mayor voluntad que rompiera el trote adormilado de la primera. No es que ya se jugara al galope, pero sí hubo más determinación y oportunidades. Tampoco muy claras, lances a balón parado o tiros lejanos más bien, dos de Griezmann, pero que sí agitaron la contienda. Se encendió más con el triple cambio de refresco que arrojó Arrasate sobre la hora de juego, aplaudido al instante con la mejor de todas las opciones de gol de la velada: un remate a bocajarro de Moi Gómez al que respondió Oblak con un paradón.

Fue ahí cuando Simeone se acordó de Morata, al que dio acceso al pasto, pero por Correa, sin aumentar un gramo las ganas de ataque del equipo. También se quitó de encima a Barrios y recurrió a Saúl, el hombre que guardaba la llave del partido, el héroe inesperado. El viejo Saúl...

Fue un lance aislado, pero letal. Una posesión cómoda de De Paul, al que Saúl invitó con un desmarque largo de ruptura. El argentino lo vio, le entregó el balón en largo por encima de la defensa, y el centrocampista atlético terminó la jugada con un remate certero con la derecha en el mano a mano. Un gol de otros tiempos que dio paso a los mejores minutos colchoneros, contragolpeando con mucho veneno el fútbol de desesperación navarro.

Pero ya nada se movió. Saúl lo había dicho todo.