Feyenoord 1 - Atlético 3
El Atlético, a octavos por la puerta grande tras ganar al Feyenoord
Champions League
Venció el equipo de Simeone en Róterdam y certificó su clasificación con dos tantos en propia y un golazo de Hermoso
Clasificación y resultados de la fase de grupos de la Liga de Campeones
Celebración de los jugadores del Atlético de Madrid
Los fuegos artificiales, las 47.500 gargantas enfurecidas y el frío húmedo de Róterdam dibujaban un territorio hostil para el Atlético de Madrid en su empresa de agarrar la clasificación a los octavos de final de la Champions League antes de que fuera ... demasiado tarde. Motivos tenían los de Diego Pablo Simeone para tener prisa; su índole dramática le incita continuamente a elegir el camino de la seguridad.
Feyenoord 1-3 Atlético de Madrid
Champions League | Jornada 5
- Feyenoord Biljow; Geertruida, Trauner (Milambo, min.64), Hancko, Hartman; Wieffer, Stengs (Ivanusec, min.70), Timber (Sauer, min.78); Minteh (Lingr, min.64), Paixao (Ueda, min.46) y Giménez.
- Atlético de Madrid Oblak; Molina, Witsel, Giménez, Hermoso, Riquelme; Llorente (Barrios, min.56), Koke (Correa, min.84), De Paul (Saúl, min.74); Griezmann y Morata (Memphis, min.74).
- Goles 0-1, min.14: Geertruida (pp). 0-2, min.57: Hermoso. 1-2, min.77: Wieffer. 1-3, min.81: Giménez (pp).
- Árbitro Anthony Taylor (ING). Sin amonestados.
A semejanza del partido en Celtic Park, el equipo rojiblanco parecía estupefacto por el ambiente, aturdido ante una manada de lobos enaltecida por un ruido ensordecedor. El jovencísimo Minteh -un atacante incisivo, escurridizo- fallaba dos ocasiones imposibles, gracias, en parte, al incordio de Giménez, Witsel sacaba bajo palos un remate de Hancko cuando el personal neerlandés ya alzaba los brazos al cielo... El Atlético se refugiaba en sí mismo, repudiaba el balón como nunca había hecho en esta temporada y muy pronto, cuando empezaba a intuir el fin de la tormenta, recibió un regalo divino para certificar su pase a la fase eliminatoria de esa competición que persigue con ahínco pese al daño irreparable que hizo en su corazón.
El favor lo hacía el buen defensor del Feyenoord Geertruida en el minuto 14. El roterdamés, ante un balón colgado al área sin demasiada fe por Llorente, fue confundido por un amago, un paso en falso de un despistado Witsel que se creía en fuera de juego, y, en una carambola propia del cine de Guy Ritchie -donde el desenlace siempre es desgraciado-, el balón tocó en su pelvis justo antes de detenerse en el fondo de la red de Bijlow. El 0-1 era un premio mayúsculo para un Atlético hasta entonces atemorizado, pero las decisiones del azar le invitaban a remar a favor de la corriente con un tesoro bajo el brazo.
La templaza de Griezmann
El gol acabó con la inquietud de un Atlético que, aunque seguía amurallado sobre la portería de Oblak, ya se atrevía a dar tres pases seguidos. En este contexto, tanto Koke como De Paul eran vitales en el camino hacia la calma. Comenzaban ambos a canalizar el juego rojiblanco con una seguridad pasmosa, daban sentido a las carreras de ese talento apellidado Riquelme y, sobre todo, encontraban entre líneas a Antoine Griezmann, el lugar exacto donde el galo halla la felicidad. Desde allí, con un único toque cargado de arte, Griezmann dejó solo ante la inmensidad del mano a mano a Morata, aunque una mano prodigiosa de Bijlow evitaba el segundo golpe atlético.
Proporcional al paso del tiempo crecía el protagonismo del delantero francés en el partido. Se asociaba de fábula con Riquelme y Barrios -dos ilusiones canteranas cargadas de clase- y fruto de este buen fútbol, Morata gozó de un sinfín de ocasiones que de manera increíble no acabaron con el ariete madrileño celebrando el 0-2. Es más, en contraposición a su óptima campaña, el capitán de la selección española pareció una versión de su yo pasado, aquel que vivió un calvario cuando su enemistad con el gol era evidente.
Sin embargo, el Atlético reaccionó con más ilusión que lamento a los fallos de su nueve; tal era su estado de ánimo que, pese a las oleadas locales cargadas de peligro, seguía mereciendo bastante más que una ventaja mínima. Con Barrios, Koke y Griezmann dándole sentido al precio de una entrada, el Atlético se permitía sonreír.
Una maravillosa volea
Cierto es que la salida de Ueda incomodó a la zaga española con varios acercamientos reseñables a la meta de Oblak, pero más allá del tesón del japonés y algunos destellos de magia de Stengs, el Feyenoord era un equipo persuasivo pero previsible. Sin embargo, su tesón acabó con la maravillosa volea de Mario Hermoso en el minuto 57, un zurdazo que, a propósito o no, bien merece ser visto repetido en bucle.
Volvieron a creer los locales gracias a un cabezazo de Wieffer; no obstante, un instante después del 1-2, en el minuto 81, otro gol en propia puerta provocaba el silencio absoluto en De Kuip. El goleador terrible era Santiago Giménez, estrella local absoluta, quien certificaba el pase a octavos del Atlético y la eliminación matemática del Feyenoord. La fortuna, tantas veces ingrata con los rojiblancos, al fin les guiñaba un ojo en Europa. «Llevábamos años sin llegar al final con esta tranquilidad», decía, aún a pie de campo, feliz y casi sin voz, un Simeone que, junto a Alex Ferguson y Arsène Wenger, este martes se convirtió en el único entrenador con 100 partidos de Champions League en un mismo club.
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