Atlético 2-1 Almería

El Atlético juega con fuego y sufre para vencer al colista Almería

La Liga | Jornada 16

Se relaja en exceso el equipo rojiblanco y cerca está de pagarlo caro, pero Jan Oblak detiene lo imposible para confirmar el decimoséptimo triunfo liguero consecutivo en el Metropolitano

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Robertone y Griezmann luchan por un balón Reuters

Huye al fin el Atlético de las noches de las frías noches del Metropolitano y recibe en un plácido mediodía dominical a un equipo que parece herido de muerte, una presa hasta ahora indefensa, un grupo de hombres que no han ganado aún un ... partido de fútbol en esta Liga. Una teórica victoria devolvería de inmediato a los de Simeone a la pelea por el título, prolongaría a 17 la racha de triunfos frente a su fiel público en la competición domestica y, tras el tropezón en Montjuic, devolvería ese sentimiento de euforia a un vestuario que cree no tener techo. Empieza el partido bajo el inevitable tono gris del cielo nublado y, como si el curso de esta historia ya conociera, el Atlético de Madrid, desde el primer instante de juego, se sabe vencedor del mismo. El Almería, triste y depresivo, ni ataca ni defiende; vende barata su piel, vive un calvario en cada combinación atlética sobre las inmediaciones de la área de un Luis Maximiano desbordado. Es más, apenas ha comenzado a rodar el balón y Antoine Griezmann, ese talento que está a tan solo tres goles de igualar a Luis Aragonés como el máximo goleador de la historia del club rojiblanco, anota el primer gol de la temprana tarde ante la pasividad de la zaga de los de Gaizka Garitano. El VAR lo anula por fuera de juego; sin embargo, en vez de aliviarles, muy lejos de sentirse salvados los almerienses, el colista de la Liga intuye que no tardará demasiado en ser castigado.

La lógica dice a los locales que el 1-0 llegará por decantación: es imposible que el Almería aguante demasiado este asedio donde Griezmann danza a su libre albedrío entre el desorden defensivo andaluz, Rodrigo de Paul marida de maravilla con Marcos Llorente por la banda derecha y Ángel Correa, hambriento, se aprovecha de tal asociación y roza el gol con un disparo raso que roza el poste izquierdo de Maximiano. Y como parece estar escrito, ante la extraña calma de un gentío tan acostumbrado a sufrir, Álvaro Morata confirma que este deporte, aunque ocurra con poca asiduidad, puede ser predecible. Define de fábula el capitán de la selección española, que recibe un bello balón filtrado de Griezmann y regatea a Maximiano para, sin oposición, hacer el 1-0 pasado el primer cuarto de hora de juego.

Desgana preocupante

El octavo gol en Liga de Morata, el decimotercero en todas las competiciones, parece ser el último clavo en el ataúd de los mediterráneos. Mientras la meta de Jan Oblak es un territorio inexplorado para ellos, su propia área asiste a un bombardeo continuo. Ciertamente, la sombra de su desgracia es alargada; es tan bajo su ánimo que incluso el siempre medible ruido del Metropolitano, pese al resultado aún corto, denota que no desea una goleada con ensañamiento.



El Atlético, sabio, descubre que su rival no demuestra signos vitales y cree sentenciar el encuentro a 10 minutos del descanso con una bonita jugada colectiva en la que De Paul, una vez más, encuentra a Llorente con un latifundio por cabalgar. El exmadridista, fiel a su idiosincrasia, llega a línea de fondo, alza la cabeza y encuentra en boca de gol descaradamente solo a Correa. El centro raso es preciso; el gol, una evidencia.

Orgullo visitante

Todavía queda casi una hora de partido, una vida, pero el partido parece haber muerto. El Atlético mueve la pelota de lado a lado con desgana; no quiere que nada altere su tranquilidad y busca la complicidad del Almería, que, obviamente ofendido, despierta. Comienza a sentir un dolor profundo en su orgullo el club andaluz y, mediante a sus hombres de más calidad, los veteranos Embarba y Baptistao, se acerca mínimamente a los tres palos defendidos por Oblak.

Pero lo que en un principio fue escaso, con el paso del tiempo se convirtió en abundante. Sin darse cuenta, sin saber realmente cómo, el Metropolitano aguanta su aliento ante dos paradas monstruosas del esloveno a Embarba. Sin embargo, nada pudo hacer ante el rebote cazado por Baptistao tras un disparo lejano de Pozo. Bajo el asombro del personal, un ex del Atlético devuelve a la vida al colista.

Crece el Almería; se ha sentido ninguneado y ahora, al fin, cree en la gesta. Se instala en campo atlético, presiona alto y agobia la ya turbia salida de balón rojiblanca. Ante la sorpresiva adversidad, pierden los locales muchísimos balones en zonas delicadísimas, sufren sobremanera Savic y Giménez, y de nuevo Oblak, el héroe inesperado en el que debía ser un día sencillo, detiene lo imposible a Arribas. Vence el Atlético, sí, pero juega con fuego y casi se quema.

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