El once de Gil Marín y una mano

Fútbol fue lo que se vivió en el campo después. Y del bueno. Funcionó el once institucional. Un partido intenso y exigente, trepidante. Rápido, de músculo y de juego, sobrecargado de revoluciones y rico en ocasiones, que tuvo sus discusiones, unas cuantas entradas de bota afilada y también acciones llenas de delicadeza. De iniciativa y arreones de la Real y firmeza defensiva y vértigo a la contra del Atlético. De tiros al palo, paradas formidables, intervenciones del árbitro y de buenos jugadores. Un partidazo.

Fueron los madrileños los que golpearon primero. Y bien pronto, en el saque de esquina posterior a un pase primoroso de Llorente a Joao Félix que el luso malogró apretado por Zubeldia. El lanzamiento olímpico posterior de Carrasco rebotó con efecto en el primer palo y el rechace lo mandó a la red Morata. Anotó otro el ariete de la selección, al rechace de otro contragolpe sublime (Koke, Llorente-Joao y otro fallo impensable de este en el remate), pero el VAR lo invalidó tras detectar mano del portugués en el control.

Tuvo también sus ocasiones la Real en el primer tiempo, pero Oblak y el palo las arruinaron. Como Remiro y el poste le dejaron a Giménez sin gritar (también su falta de puntería en un cabezazo franco). Y lo que tuvo sobre todo la Real, aparte de su clásico y correoso juego colectivo, fue un descubrimiento. Un joven de 18 años, francés pero también inglés, Ali Cho, que es una tortura para los defensas. Un delantero peleón, rápido y potente, que no se arruga y sale airoso de todos los balones divididos. Regatea, centra y tira.

Fue precisamente de Mohamed Ali Cho la carrera y el centro al segundo palo que alumbró el empate, ya entrada la segunda mitad. El autor fue Sadiq, en su debut como donostiarra, con un cabezazo protestado (los atléticos alegan mano) que dejó por primera vez mal a Reinildo (impasable hasta entonces), que midió mal el salto. El nigeriano fue otro incordio, un delantero magnífico, sensación del campeonato.

Por el Atlético, en una buena nota general, brilló especialmente Witsel. En todas las suertes. La aparición del centrocampista belga es una bendición como defensa libre en el Atlético. Decide siempre bien, se coloca donde corresponde, corta mucho y no falla un pase. Un tesoro.

En el minuto 63 llegó la hora Griezmann, pero esta vez sin incidencia. El duelo se apagó ligeramente. Siguió grande por la incertidumbre, pero se había jugado a tal ritmo que ya estaba con la lengua fuera. Aún así, hubo ocasiones (Correa desperdició al muñeco un pase maravilloso de Joao), una lesión alarmante, la de Oblak, tras un choque con su compañero Reinildo, un milagro (la parada final de Remiro al tiro de Joao) y enfado colchonero con el árbitro (no dejó seguir una acción que acabó en gol de Correa).