La personalidad clasifica al Atlético

Comparece el Atlético con la palabra entrecortada, titubeante en el discurso de un partido con aire de final, seguir o desplomarse en la Champions... El Salzburgo se ha inyectado adrenalina en la vena, se atavía con los colores del camuflaje y lleva el choque a una expresión desconocida para su rival. Triunfa en todos los duelos, en cada salto, cada choque de piernas es favorable a los austriacos, intensidad y energía para una noche que se tuerce desde el minuto dos. Berisha, delicioso su recorte después de que un compañero robase la pelota, chuta suave al palo izquierdo de Oblak.

El Atlético sufre como tantas noches europeas, apabullado, preso de la intimidación que tanta veces propagó como suya el cholismo. Los centroeuropeos arañan en cada disputa, golpean con o sin razón, pero la roban siempre. Poseen una variante favorable: el árbitro inglés solo señala falta si hay sangre...

Es un comienzo de partido angustioso para el Atlético porque el Salzburgo no solo muerde. También juega. Lo hace a partir de Berisha, Mwepu y Sozbolzslai, un trío magnífico que toca y rasca por el centro para dominar el partido. Saúl no la huele y Koke no da abasto. Suárez y Joao Félix cuentan poco en tareas defensivas. La tiene Koita, pero roza el suelo al enfrentar a Oblak. El portero esloveno se hace grande para tapar otro tiro envenenado de Sozbolzslai.

Al Cholo se le escucha a cientos de kilómetros de distancia, tal es su alarido antes del enésimo córner de los austriacos. «¡Fuerteeeeeee!», agita a sus jugadores para que enarbolen el emblema de la casa, intensidad, agresividad, fuerza... Esa salida en tromba del Salzburgo no se lleva por delante al Atlético, y por ahí empieza a respirar la tropa de Simeone. Llorente empieza a conectar con Trippier, fecunda sociedad que han montado por la banda derecha. El exmadridista chuta fuera en el primer intento rojiblanco y se equivoca después de una vigorosa arremetida de Koke al robar la pelota en área enemiga. El pase no llega a Joao Félix.

El Atlético se ha despertado a tiempo. Ya no achica agua en la defensa, sino que construye e imagina. A trancas y barrancas, llega hasta el portero rival. Otra vez Joao Félix es el más enchufado al partido, pidiendo el balón, bajando a recibir. La velocidad del choque desactiva a Luis Suárez, lento para un tipo de juego eléctrico, aunque siempre amenazante con el gol grapado a sus genes.

Recompensa

El alivio llega al modo antiguo. Una falta lateral sobre Joao, muy bien tocada por Carrasco que peina a gol Mario Hermoso, justa recompensa para un jugador que no convenció el año pasado y que se ha rehabilitado en este curso.

La película se repitió en el segundo acto. Protagonista con el balón el Salzburgo, incisivo, penetrante, ingenioso por momentos en la elaboración del juego con dos enganches de verdadero nivel, Berisha y Sozbolzslai. Ambos desarmaron a la zaga rojiblanca, que vivió una noche de sudores fríos cada vez que la pareja gestionaba las ideas cerca de su demarcación. En la segunda parte fue una constante.

Sozbolzslai tuvo el empate en el minuto 48, un pared maravillosa entre un millón de piernas colchoneras que salió rozando el palo. Todo sucedió según quiso el Salzburgo. Se desenvolvió con jerarquía y llegó con una profusión inquietante hasta Oblak. Nunca rifó el balón, lo trató con continuidad e imaginación.

Daka la tiró fuera dos veces, Mwepu golpeó con violencia y la estrelló en el poste, Oblak detuvo otras tantas. Una noche para sudar tinta china en el Atlético , cuyo mejor botín sin duda fue ese gol de Hermoso con el hombro, la oreja o lo que fuese.

Herrera y Correa salieron para oxigenar aquella asfixia, sobrepasados Luis Suárez y Saúl. En medio de la avalancha de los austriacos, Correa inventó un contragolpe demoledor que culminó Carrasco con un remate muy difícil. Gol liberador de un equipo que sabe dar la talla en Europa.