Griezmann vence al sopor

Al Atlético le acompañó una réplica en miniatura del sonido ambiente que sobrevuela tantas noches el Bernabéu. Un conato de pitada global. Tentativa que se quedó en ensayo porque la parroquia colchonera se acostumbró a todo y el pedigrí de su sala de trofeos no da para tanto. Pero de alguna manera el público expresó que no le complacía lo que veía.

Nunca ha sido el Atlético con Simeone la cumbre del virtuosismo. A nadie le importó nunca la elaboración, ya que el equipo tenía otros argumentos para capturar puntos de tres en tres. Delanteros poderosos, presión atosigante, la estrategia, el juego aéreo... Sucede en estos tiempos por el Wanda que el fútbol rojiblanco se ha vuelto muy plano, simplón hasta decir basta.

No ya es que la gente exija ornamentación o un toque barroco en cada lance, simplemente que la pelota vaya de pie a pie y, a ser posible, hacia adelante más veces que hacia atrás. La inercia del pase a lo Villar , o a lo Gabi, siempre conservador, mirando a Oblak más que al arquero enemigo, simboliza estos meses de escasez.

Por un centro del campo con músculo y fuelle, pero sin inventiva ni imaginación se descompuso el fútbol del Atlético. Koke atraviesa una fase de opacidad creativa, tampoco Saúl acompaña en esta faceta y a Gabi ya no se le puede pedir que sea lo que nunca fue.

Extraña en la grada del Wanda la repetida ausencia de Vitolo, un empeño personal de Simeone, internacional de reputado prestigio que pasa más tiempo en el banquillo que en la hierba. Lo que se fichó era un jugador profundo, desequilibrante y capaz de llegar al gol. No se le ve. Algo ha apreciado Simeone que le rechina, pero nadie sabe que es.

Así las cosas, el Atlético se enganchó a una buena tarde de Fernando Torres , participativo y más o menos certero, y al acecho y la claridad de Griezmann, fantástica su espuela que rebotó en el palo.

La personalidad de Paco Jémez sobrepasa las expectativas de sus equipos. Ni Las Palmas es el guardiolismo de pobres ni está prohibido darle un patadón al balón. Busca el equipo canario la combinación y el juego fluido con más interés que tino. No siempre es posible el aseo y el balón al pasto cuando la presión proviene de once búfalos como es el caso del Atlético.

Simeone retiró a Koke en la segunda parte y jugó con Carrasco, más punzante, aunque no es el extremo que epató hace un par de años. Tenía el partido un aspecto moribundo y Griezmann cambió esa gris perspectiva. Fue en un buen pase de Juanfran que cogió adelantada a la zaga canaria y que el francés convirtió em gol con la jerarquía de los cracks. La carrera sin sofoco, la serenidad ante Chichizola y el toque picadito a la red.

En realidad, Griezmann mostró la cara B del atlético. Es posible jugar mejor si el balón pasa por sus pies y tiene socios en el perímetro. Se abrió valiente Las Palmas y por ese canal de espacios penetró Griezmann como cuchillo en la mantequilla. También armó la maniobra del segundo gol: el pase suave y bien filtrado a Correa, propicio para un dos contra uno que agarró finalmente Torres. Golpeó el balón con violencia a la red.

Compareció al fin Vitolo y regaló un par de arrancadas potentes además de regate, lo que se espera de él. Griezmann repartió un curso de movimientos y clase: volvió a toparse con el poste en una vaselina deliciosa. Descosido el conjunto insular, el Atlético se dio un festín al contragolpe. Thomas consumó en gol la cabalgada de Carrasco y cerró un marcador amplio y contundente que maquilló un penoso primer tiempo.