Pero qué bueno es Nabil Fekir
«Es cierto que el francés hace muchas faltas, pero la gran mayoría son por indefensión. Y este es un pecado del arbitraje que debería avergonzar a todo el colectivo que ahora dirige Medina Cantalejo»
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Iniciar sesiónEscuché decir a un par de ex futbolistas en una tertulia nocturna de las moderadas, y es importante el matiz, que cuando uno vacila al contrario, como hizo Fekir delante de Muniain momentos antes de su expulsión, ya sabe a lo que se expone, que ... esas faltas de respeto tienen sus consecuencias y que el francés haría bien en ahorrarse ese tipo de gestos y también los arranques de violencia que le pierden como futbolista de élite y que perjudican de forma notoria a su equipo. Supongo que con todo eso se estaban refiriendo a esas reglas no escritas del fútbol que conforman el código privado de los profesionales del que tanto se habla y que, en mi opinión, los árbitros deberían pasarse por el arco del triunfo. Entendí todo el argumento como un menosprecio al jugador del Betis y, sobre todo, como una justificación, bastante pueril, a la acción de Muniain, que para sonrojo posterior del árbitro, Mateu Lahoz, se fue de rositas de ese lance que terminó con la estrella bética en la caseta y con Canales amonestado. Pasaron cosas distintas y diversas en el conjunto de la acción, y partiendo de la consideración, para mí indiscutible, de que la expulsión de Fekir fue merecida y por lo tanto justa y correcta, todo lo que ocurrió en este desagradable lance del partido entre el cuadro verdiblanco y al Athletic Club merecería una reflexión.
El arbitraje en España es mediocre, y usted lo sabe igual que yo. Pero no es mediocre porque se piten faltas que no son, y al revés; o porque a veces resulte imposible saber qué es penalti y qué no; o porque se sancionen con tarjeta algunas pérdidas de tiempo cuando ahora se añaden los minutos que hagan falta al 45 y al 90 y, sin embargo, se queden sin penalización entradas duras o actitudes antideportivas; o porque el VAR se ignore de pronto, sospechosamente para favorecer siempre a los mismos; o porque se observen criterios contradictorios dependiendo de la identidad de los equipos que puedan ser beneficiados o perjudicados de según qué decisiones; o porque algunos colegiados confundan el principio de autoridad con ser displicentes, o chulos de playa. El arbitraje es históricamente mediocre en España porque es impredecible. Porque es muy difícil, en demasiadas ocasiones, saber qué van a señalar dos árbitros distintos ante lances idénticos. Sí, esto hace que el arbitraje sea poco fiable, y un arbitraje poco fiable no da orden a la competición, sino que añade caos a la misma. No obstante, en mi opinión, lo peor del arbitraje español es que no tiene una visión amplia de la competición y del espectáculo. Nunca la ha tenido, salvo en honrosas excepciones. Tampoco tienen nuestros colegiados una orientación psicológica que les permita interpretar el fútbol y lo que el fútbol necesita. Y cuando después de sus carreras deportivas, a veces deplorables, algunos árbitros se convierten en comentaristas o analistas de la competición en diferentes medios de comunicación, todo queda muy claro: llegaron a la máxima categoría porque a alguien le interesó o porque no hay para elegir, pero no por capacidad. Vamos, que hay lo que hay.
La tecnología aporta certezas
Entre otras cosas, el VAR nos ha traído certezas. Una de ellas es que donde hay tecnología se minimiza el célebre error humano de toda la vida. Usted ha oído desde siempre lo mismo que yo de aquellos que de pronto resultaban beneficiados por un arbitraje: «Ya sabemos que su trabajo es muy difícil, hay que entender que el colegiado puede cometer errores, como cualquier persona». Pero el mismo individuo que un día salía con esto, futbolista, técnico o directivo, decía una semana después algo completamente distinto cuando la labor del llamado «trencilla» no resultaba de su agrado, o entendía que le había perjudicado, con más o menos claridad. Lo que pasa es que nada de esto sirve ya. Con la tecnología en la mano ya no tienen validez estas consideraciones mediatizadas, porque el VAR ni es humano ni se equivoca y, por lo tanto, en un montón de situaciones ya no se puede hablar de «errores humanos», sino de otras cosas.
Lo que no tiene el VAR es criterio. El criterio sólo pueden aportarlo las personas y es aquí donde nuestra competición sigue flaqueando, primero porque nunca es uniforme, y segundo porque, como señalaba líneas arriba, jamás ha obedecido a una visión completa, 360 grados, como se dice ahora, del fútbol, sus intereses y sus demandas. De pronto hay técnicos que piden protección para el talento, que es lógico y conveniente, incluso desde la perspectiva del negocio, pero siempre refiriéndose, obviamente, a SU talento, ya que con el del contrario no tienen misericordia. Y para eso, por ejemplo, han de estar los árbitros, para que sean iguales unos y otros. Todos. Fekir es el segundo jugador que más faltas recibe de toda Europa, que se dice pronto. ¿Cómo no le va a interesar al fútbol español protegerle? Sin embargo, en las retransmisiones, y en esa misma tertulia de televisión a la que al principio me refería, cuando dan ese dato añaden de forma sistemática que también es uno de los jugadores de nuestra Liga que más faltas hacen y que, «de toda la vida», los jugadores ofensivos y creativos han recibido más patadas y entradas que los demás, y que eso tiene que saberlo el ocho del Betis y gestionarlo con normalidad. Pero creo, con toda humildad, que en esta asociación de ideas hay un error de concepto. Precisamente porque esto es cierto, que los futbolistas de ataque y de talento reciben más faltas que el resto, tiene que haber un árbitro en cada partido que vigile que no se produzcan excesos, que nadie se tome la justicia por su mano y que a ningún entrenador se le pueda pasar por la cabeza la posibilidad de anular a un rival utilizando técnicas de acoso y derribo y otras malas artes que incluso puedan ser peligrosas para la integridad física de los futbolistas. Para eso tienen que estar los árbitros, y para darles a los futbolistas como Fekir la seguridad de que siempre van a poder expresar su talento sobre el terreno de juego sin tener que defender su integridad física como se ve obligado a hacer tantas veces el mago bético. Claro que Fekir hace faltas, pero la gran mayoría son por indefensión. Y este es un pecado del arbitraje que debería avergonzar a todo el colectivo que ahora dirige Medina Cantalejo.
La protección del talento
Un criterio puede ser que todas las faltas, a todos los jugadores, son iguales y valen lo mismo. Otro criterio sería que a los futbolistas que generan el espectáculo y el desequilibrio por el que el fútbol se cotiza hay que protegerlos, de modo que hacerles faltas a ellos debe resultar más caro que hacérselas a los demás. Lo fácil es asumir lo primero. Y la triste realidad es que Mateu Lahoz no estaba sobre el campo del Benito Villamarín para aportar humanidad al arbitraje, sino matemática, y para eso ya está el VAR, la verdad. Para mí, insisto, no es discutible que Nabil Fekir mereciera la expulsión en este partido con el Athletic. La suya fue una reacción violenta que merece la tarjeta roja que le sacó del choque en una situación de lo más comprometida para su equipo, el Betis, y tanto el club como Pellegrini tienen que hacer el trabajo correspondiente para tratar de hacerle ver al francés que este tipo de comportamientos le empeoran a él y le hacen un daño terrible al grupo. Ahora bien, tendría que ser obligación del árbitro evitar que los tuercebotas saquen de quicio a los talentosos, o al menos intentarlo, y desde luego darle equilibrio a la participación de los diferentes jugadores en el choque.
Manuel Pellegrini habló alto y claro después del encuentro y dijo que cuando un jugador es tan valiente y se expone tanto como Fekir y al mismo tiempo es tan castigado por los contrarios, en todos los partidos, sin encontrar una justa protección del árbitro, a nadie puede extrañar que hasta el tipo más sosegado acabe reaccionando de manera irreflexiva. Y esto es lo que tiene que valorar y gestionar el aparato arbitral. Esto es lo que no puede hacer la tecnología por los colegiados. A Nabil Fekir le van a sancionar ahora con al menos dos partidos sin jugar por haber agredido a Muniain, y será justo, pero si el arbitraje y el sistema disciplinario de la RFEF quieren ser decentes y servir para algo que no puedan hacer las máquinas, Muniain tendría que ser sancionado también porque la tecnología ha demostrado que su comportamiento fue antideportivo, por mucho que quisiera hacer valer ese código de los profesionales que a los árbitros, repito, no debe servirles para nada. No, no vale decir que si Muniain no hubiera ido a tirarle de las barbas al caído Fekir este no le habría dado una patada y no habría visto la tarjeta roja. No. Fekir no debió patear a Muniain en ningún caso, y esto debe hacérselo mirar. Pero son dos acciones incorrectas y ambas han de recibir su castigo, porque si no es así, siempre hay un tramposo que se sale con la suya y esto al fútbol no le interesa. Lo que pasa en el campo no tiene que quedarse siempre en el campo, por mucho que así lo quieran los que de forma recurrente trasgreden las normas para revestirse de cierto honor impostado. No. No se trata de rearbitrar los partidos, pero los comportamientos antideportivos sobre el campo no se deben quedar sobre el campo. Deben ser sancionados siempre, en su momento o después.
La expulsión de Fekir puso al Betis en un aprieto mayúsculo. Sin aire, sin reflejos, sólo apoyado en el amor propio, el cuadro de Pellegrini aguantó el 1-0 hasta el final de manera milagrosa y pudo reencontrarse con el triunfo cuando más falta hacía. El alivio es enorme, aunque las sensaciones, la verdad, no sean las mejores y la factura que deja ese envite sea cara. La ausencia de Fekir en dos partidos, o los que sean, es un dolor y esto hay que hacérselo entender el jugador como sea.
Dicho lo cual, añado: qué bueno es Nabil Fekir.
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