Cuesta en enero

El Betis perdió con el Celta porque jugó mal. Y encima el rival lo hizo bien, que también cuenta, y mucho. Esto es lo que debería valorar cualquier profesional, un jugador o un técnico, al analizar la derrota, y esto es lo que tendría que haber dicho sin mayor vergüenza Marc Bartra en la entrevista post partido. Perdidos los puntos hay que proteger la reputación, pero sobre todo hay que aprender. El valor de la experiencia es esto. Hay algo mucho peor que vivir una mala experiencia, y es no aprender de ella. Y hay algo peor aún que esto último: no aprender porque te distraes. Te distraes y piensas que un accidente es un infortunio y la culpa es de terceros, o de contingencias, o del empedrado. Insisto en que nada está más lejos de mi intención que afear el discurso a Marc Bartra, y quede constancia de que comprendo la dificultad de enfrentarte a un micrófono en caliente cuando no es tu fuerte, sea inmediatamente después de una victoria como después de una derrota. Pero la capacidad para procesar a mayor velocidad lo que ha sucedido sobre el terreno de juego y las consecuencias de un resultado también se entrena y ayuda mucho, no tengo la menor duda, a crecer deportivamente.

He visto ya muchos partidos del Celta esta temporada y me gusta, es vertical, tiene futbolistas con calidad y además diría que es de los equipos con más amor propio de la categoría, muy luchador. Pero estoy seguro de que el Betis es mejor. No doy margen de error a esta creencia. Sin embargo, en esta ocasión no fue así y los celestes superaron claramente a los verdiblancos. ¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos en que el conjunto de Eduardo Coudet se encontró con un gol afortunado y que a partir de ahí no se sabe qué ha pasado pero nos han ganado? ¿De verdad? Alguien habrá que se queje del penalti, aprovechando además que el árbitro ya castigó al Betis en un partido anterior de esta misma temporada. Pero, qué quieren que les diga, no me parece que éstas sean razones sino excusas. La grandeza no solamente se hace con las victorias sino encajando como Dios manda las derrotas, y esto, hablando de este partido, consiste en reconocer que el juego del Betis dejó mucho que desear y fue perdedor.

Ahora bien: ¿por qué? Esta es la otra cuestión. En el Alfonso Pérez, en la apertura de la jornada y del año futbolístico, Militao cometió un grave error defensivo y el Real Madrid perdió con el Getafe (1-0). Esta jugada ocurrió en el minuto nueve, así que el cuadro merengue tuvo mucho tiempo, prácticamente todo, para levantar este tanto en contra, y no lo hizo. Al finalizar el encuentro, Casemiro habló bien del Getafe —esto le faltó a Bartra— pero también se centró en «un error individual de un compañero que está jugando un gran Campeonato» (refiriéndose a Militao) para justificar la derrota. Emilio Butragueño, por su parte, declaró que «en Primera todos los rivales son competitivos y estas cosas pasan». Y si un fallo individual condenó al líder en Getafe, ¿cómo no van a hacerlo en el caso del Betis un error colectivo de la defensa y otro de un uno de los centrales? A la vista está que auparse a la primera plaza de la tabla, o a la tercera, no quiere decir más que el equipo en cuestión ha sumado más puntos que los demás y ha hecho unos méritos, de lo cual se infiere la calidad. Pero la grandeza es otra cosa. La grandeza, como escribí tras la derrota ante el Athletic, se interioriza, y también hay que creérsela. Esto significa que sirve, por un lado, para encarar todos los partidos con humildad y como si el adversario fuera superior, y por otro para activar la autocrítica que permite aprender de las victorias… y de las derrotas sin tirar balones fuera.

Es lógico que en esto el Betis se muestre verde como una lechuga, ya que no está acostumbrado a moverse en las alturas de la tabla. Si ha llegado ahí es porque tiene la calidad necesaria, de eso no cabe duda, pero mantenerse en esas posiciones requiere algo más que hay que aprender. ¿El qué? Pues que la mínima relajación y los pequeños errores se penalizan, que los demás no dan respiro, que jugar implica la posibilidad de perder, que cuando se juega mal es mucho más difícil ganar y que a la afición siempre le va a gustar más que se le hable sinceramente que con tópicos, que se reconozca que se ha jugado mal y que se le pida perdón por ello, y ya después de eso se puede decir lo de que «hay que pasar página y pensar en el próximo partido», y no que se le cuente que es que el contrario se ha encontrado un gol y que manzanas traigo.

El último partido de 2021 y el primero de 2022 han tirado sendos jarros de agua helada sobre la ilusión previamente generada en la afición por el mismo equipo y los mismos jugadores. Es una pena porque se ha anulado una ventaja sobre los perseguidores que podría ser ahora mismo preciosa, pero esto ya es irremediable. ¿Qué podemos aprovechar de esta derrota para seguir adelante siendo mejores? Pues la certeza de que no ha sido suficiente para sacar al Betis del podio de la Liga; la constatación de que estas cosas, como dice Butragueño, pasan en las mejores familias; y la conveniencia de repasar el partido para observar todo lo que se hizo mal, que fue mucho, y así tratar de evitar su repetición. Porque el Betis jugó fatal. Casi todos los futbolistas estuvieron mal o por debajo de su verdadero nivel, se comprobó que hay muchos gregarios que se hacen pequeños cuando los líderes no lucen, el rendimiento particular de alguno fue más preocupante, y el balance fue, a mi modo de ver, horroroso: no se supo defender a Aspas y compañía ni se supo atacar el repliegue casi perfecto del conjunto celtiña, por lo que la inferioridad fue manifiesta, lo cual no ha pasado muchas veces en lo que va de temporada, todo sea dicho, pero de pronto va y ocurre. Que sirva esta penosa y decepcionante derrota para aprender que jugando así no se va a ninguna parte. Y entonces sí: a pasar página y a por el siguiente compromiso, al cual hay que llegar llorados.