Betis
Qué oportunidad perdida, oé
La ambición constante, y no un título, es lo que de verdad marca la diferencia entre clubes, y el Betis dará el salto de calidad cuando además de ganar una Copa sea capaz de aprovechar la ocasión que ahora se le está escapando
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Iniciar sesiónSi es usted de los que creen que con la Copa del Rey en la buchaca está hecha la temporada, que hay que mojarla en la Feria y lo demás, sea lo que sea, ya importa un bledo, es más que probable que este no ... sea su artículo del día. Se lo adelanto por si le puedo ahorrar algo de tiempo, aunque siempre le agradeceré que se quede este rato conmigo, por supuesto. No comparto esa forma de ver las cosas y en este caso ni siquiera la comprendo, he de escribirlo con toda la franqueza. La temporada del Betis es muy buena, esto no es discutible. Ha ganado un título con todo merecimiento, su clasificación en la Liga va a ser en cualquier caso excelente y su papel en la Europa League ha sido digno, con una eliminación muy dolorosa, en el último suspiro de un duelo durísimo y ante un rival que está demostrando ser bastante más de lo que muchos pensaban cuando tocó enfrentarse a él. Además, el equipo ha ofrecido un montón de partidos muy buenos y en un par de fases del ejercicio le dio continuidad a un nivel altísimo de juego, ofreciendo un magnífico espectáculo de fútbol y goles. Nada de lo que pueda pasar en este último tramo de la campaña va a empañar todo esto, que es muchísimo, diría que más de lo que cualquier bético pudiera vislumbrar el verano pasado. Al fin y al cabo, es lo que va a quedar para el recuerdo. Pasarán los años y hablaremos de esta temporada 2021-22 con alegría y orgullo. La cuestión es que la temporada es todo, lo bueno y lo malo, y no es posible crecer y mejorar si ignoramos esto último. Es lo que pienso. Con todo el respeto, pero con plena convicción.
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Un título es un sueño maravilloso. Es éxtasis y felicidad plena. Pero también ha de ser el previo al siguiente. Lo mejor de un título es ganarlo y lo peor es que se quede en anécdota. Por eso esta Copa del Rey que acaba de conquistar el Betis hay que utilizarla como palanca para ejercer más fuerza con la que abordar nuevos objetivos. Esto es lo que nos debe interesar ahora. La humildad debe ser un valor constante y la idiosincrasia hay que guardarla siempre, pero la ambición, igualmente, hay que cultivarla por principios, en todas las circunstancias y en cualquier detalle, por pequeño que sea. Quiero decir que hay que trabajar para que el hito de la semana pasada no sea un final sino un principio. Debe servir para interiorizar que el verdadero éxito no es llegar arriba sino mantenerse ahí, y que esta ha de ser la filosofía base para construir una cultura competitiva diferente, en la que permanezca la esencia bética, por supuesto, pero en la que debe ganar presencia y peso el querer ser.
La importancia de la ambición
Porque, en realidad, no es ganar una Copa lo que hace que un club sea importante y grande. Es la ambición. Querer siempre más. No tener nunca suficiente. ¿Por qué? Porque la competición sigue, porque es un empezar de cero constante. Y si ganar una Copa sabe tan bien, imagínense lo que es ganar muchas. «No nos vengamos arriba, que somos el Betis y llevábamos 17 años sin ganar nada». Vale. Bien. Pues de eso se trata, de hacer lo necesario para que no haya que esperar otros 17 años para volver a levantar un trofeo. Hay que asentar el instinto depredador que marca la diferencia y que emerge, irreductible, cuando se presenta la oportunidad que en estas fechas están ofreciendo al Betis los tropiezos de Sevilla, Barcelona y Atlético de Madrid, y que el cuadro verdiblanco, ganador de la Copa del Rey, desde luego, no está sabiendo aprovechar.
Le confieso que el partido con el Elche me sentó fatal. No ya la derrota, fíjese lo que le digo, sino el partido. Ese once, formado con futbolistas que claramente no iban a ser protagonistas en la final de Copa, debía haber ofrecido mucho más. Pero no lo hizo, y lo peor es que nadie se lo reprochó. Esto empequeñece a un equipo pero también a un club. Todos los partidos se pueden perder, claro que sí, pues la derrota forma parte del juego, pero ese, en el Villamarín y ante un equipo inferior, no debió perderse de aquella manera, jugando a mínimos. Luego se ganó la Copa y todo se dio por bueno. Fenomenal. Pero, ¿qué habría pasado de haber perdido esa tanda de penaltis con el Valencia? Pues probablemente, entre tanta tristeza, muchos se habrían acordado de la derrota con el Elche. Probablemente no, seguro.
Pues con este encuentro con el Getafe, mucho peor equipo que el Betis, se coja por donde se coja, más de lo mismo. Cuando Pellegrini habló del conjunto azulón en mitad de alguna de las celebraciones de la Copa, un jugador, no recuerdo quién, dijo algo así como «¡qué pesado!». Y la afición dio por bueno el cante, el baile y el puro. Aparecer con las cervezas en el programa con Broncano y saltar al ruedo de la Maestranza. Todo. Y todo tiene su sitio, cómo no. Lo que pasa es que ganar es muy importante, pero dar siempre el máximo lo es más, porque si das siempre el máximo no sólo es mucho más fácil que ganes, sino que es muy difícil que se te escape lo que está a tu alcance. Cuando Ronaldinho estaba en su apogeo en Barcelona, a nadie le importaba que saliera cada noche a tocar los bongos por los clubes de la ciudad, porque luego el brasileño saltaba al terreno de juego y era un huracán de creatividad y fantasía que desbordaba a todo rival. Lo que sí les empezó a preocupar a los dirigentes del club blaugrana fue que «Ronnie» comenzara a llevarse con él al joven Messi, que estaba muy tierno y podría no entender que una cosa no puede afectar a la otra, que es la clave. Y por eso, al final, le echaron. Una vez, Romario le pidió permiso a Cruyff para irse a su país unos días a disfrutar del Carnaval de Río. El genial técnico neerlandés le prometió que le daría ese permiso si en el partido que tenían que jugar antes marcaba dos goles. Romario los hizo en los primeros veinte minutos del choque y acto seguido le pidió a Cruyff el cambio para irse a Brasil esa misma noche, y Cruyff mantuvo su palabra, claro. Si das, recibes.
Quien hace lo que puede...
…no está obligado a más. ¿Dio el Betis lo mejor de sí ante el Elche? No. ¿Lo dio ante el Getafe? Tampoco. El Betis me ha hecho feliz este año, ya lo creo, pero esto se lo reprocho. No digo que los jugadores no se esforzaran al máximo en el Coliseum Alfonso Pérez, que creo que sí (sobre algunas fases del choque con el Elche me reservo la opinión), pero es evidente que no podían dar su mejor versión, por mucho que quisieran. De hecho, empezaron a pedir la hora en el minuto sesenta y de manera lastimosa. Más allá de lo que pueda tocarse en la plantilla para tratar de hacerla más potente, y en Getafe volvimos a ver a casi todos los que están en un nivel inferior, esto es lo que hay que aprender de este último tramo de la temporada: que la grandeza empieza por la mentalidad. A todos los futbolistas les gusta decir que quieren estar en un equipo grande y justifican sus movimientos con la posibilidad de conquistar éxitos deportivos de cualquier clase, pero esta actitud hay que ponerla sobre el césped siempre, como la concentración y la responsabilidad. Lo que el equipo pueda hacer por ti viene después de lo que tú hagas por él.
Ya le decía al principio que este no iba a ser su mejor asiento si es usted de los que piensan que «ya hemos ganado la Copa y lo que venga a partir de ahí es un premio». No es mi intención que nadie se moleste, pero a mí esta filosofía me parece de una mediocridad insoportable, y haber hecho dos partidos como los del Elche y el Getafe teniendo a tiro de piedra la clasificación para la Liga de Campeones me parece un borrón feísimo para una temporada tan hermosa. ¿Es posible corregirlo? No lo sé, pero me parece obligación intentarlo, eso desde luego.
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