Betis
Los odiosos ocho
Han sido ocho días terribles y un derbi infame. Seguro que el Betis no era tan bueno antes ni es tan malo ahora. La cuestión es lo que creímos, y ahora hay que levantarse
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Iniciar sesiónEstábamos viendo lo que era imposible no ver, por supuesto que sí, pero queríamos mantener la moral, repetirnos que las derrotas ante el Atlético de Madrid y el Bayer Leverkusen fueron dos accidentes en el buen camino de esta temporada y que las posibilidades del ... Betis en el derbi, a disputarse en casa, eran las mismas que pudiéramos imaginar antes de entrar en esta semana que estaba resultando tan decepcionante. Sin embargo, el choque con el eterno rival terminó siendo el tercer asalto del mismo combate terrorífico, de pesadilla, y la confirmación de lo que ya estábamos barruntando pero no queríamos aceptar antes de enfrentarnos con el vecino... Al final, tres encuentros en ocho díasodiosos que nos dejan un cómputo de nueve goles en contra y ninguno a favor para un triste saldo de tres derrotas consecutivas, la tercera de ellas en Heliópolis y con el Sevilla para confirmar que la inesperada clasificación en las alturas de la tabla no es que estuviera produciendo vértigo, es que era circunstancial, porque cuando ha empezado a medirse con rivales más fuertes que aquellos a los que estaba superando con holgura, el Betis no ha dado la talla. Hoy por hoy no está en el nivel con el que nos habíamos ilusionado y perturba reconocerlo casi tanto como duele digerir el batacazo ante el cuadro sevillista.
Porque el golpe es fortísimo. Tremendo. No sé a ustedes, pero a mí el Betis no es que me resultara decepcionante, sino descorazonador. Su manifiesta inferioridad fue un pinchazo en el corazón que ha abierto una hemorragia de frustración que a ver cuándo cortamos. Con toda sinceridad, que estamos entre béticos y amigos,a mí me da lo mismo si Mateu se equivocó en alguna de sus decisiones o si el VAR debió anular el gol en propia puerta de Bellerín... El despropósito fue el mismo. El Betis ya fue mucho peor que el Sevilla en toda la primera parte, jugando con los once de salida, y cuando Guido hizo la falta que le costó la segunda amarilla, y la consiguiente expulsión del juego, yo ya llevaba un rato pidiendo la hora y llegar al descanso con el empate a cero y sin que nos pasara nada. Pero nos pasó. Rodríguez, acelerado, había visto la primera tarjeta en una jugada que no merecía la pena y mereció la segunda en una atropellada que un futbolista de su experiencia quizá se debería haber ahorrado, de acuerdo, pero no nos hagamos trampas al solitario: el juego del equipo estaba siendo un garabato yel argentino no estuvo peor en esa acción que su compañero Alex Moreno al regalar el balón, una vez más, a un rival en posición de lanzar una contra letal. Que es que aquí no se salvó casi nadie.
El naufragio
En detalles y en calificaciones ya entrarán los compañeros de redacción, pero no podemos pasar por alto el merengue de los centrales, la locura de los laterales, la desconexión en ataque, la falta de creatividad en los volantes, el bajo nivel de Canales y la nula respuesta de todos, salvo Fekir, al cuerpo a cuerpo propuesto por el contrario. Porque el Sevilla hizo lo mismo que el Atleti y que el Leverkusen, a su manera, claro: presionar. Recortar el tiempo a los béticos para controlar y pensar. Y tampoco hubo plan B. Otra vez asfixia, precipitación, imprecisión y, al final, nervios. Ni una a derechas. Pero sobre todo, una debilidad alarmante en el choque y en las peleas por las pelotas divididas, un no estar en las segundas jugadas y una incapacidad física para plantear una mínima incomodidad en el contrario. Qué incapacidad, por favor. Terminó el choque con cero a dos y con uno de los tantos en propia meta (otro, por cierto), pero dolió como una goleada porque la ausencia de fútbol, de profundidad, de ocasiones y de respuesta honrosa terminó de dilapidar la ilusión que en el primer tramo de la competición había generado este Betis. Por no funcionar no funcionó ni el entrenador, siempre tan diligente en la lectura del juego para cambiar el viento y ponerlo a favor cuando ha hecho falta. En esta ocasión ni esa carta sirvió. El equipo fue plano de principio a fin y hay que reconocer, mal que duela, que se echó en falta no una reacción en algún momento, sino una chispa de amor propio.
¿Y ahora qué? Visto lo visto esta semana, lo padecido esta semana, el equipo vuelve a la casilla de salida y después del parón liguero tendrá que empezar otra vez, desde cero, a ganarse el crédito de su gente, porque nos habíamos creído que teníamos algo entre las manos, que se estaba construyendo una alternativa capaz de dar el callo ante los más fuertes y estar a la altura de esa liga, y ahora cuesta trabajo creer que no vayamos a movernos en la zona de la tabla en la que flota el relleno del campeonato y que podamos tener un papel más relevante que el que nos pueda otorgar alguna victoria un poco más sonada, como la del día del Valencia, o algunas jugadas pintureras. Ahora qué…
Más allá del drama
Es el momento este en el que alguien dirá que ni éramos tan buenos antes ni somos tan malos ahora. Y no le faltará razón. No nos confundamos. Simplemente, y esperemos que no nos equivoquemos en esto, el equipo estaba generando unas expectativas,jugando mejor que bien ante un tipo medio de rival, y estaba mereciendo esa ilusión que se estaba encendiendo en la afición para cuando llegaran los tests de calidad, porque incluso ante el Real Madrid se perdió manteniendo el tipo. Pero cuando esas pruebas se han presentado no ha habido respuesta satisfactoria, más bien al contrario, y no hay nada tan descorazonador como que te apaguen ese fuego, de golpe y porrazo, con un chorro continuo y consistente de agua helada. Perder ante el Sevilla siempre es muy doloroso, pero hacerlo como esta vez es, a mi juicio, mucho peor, es penoso, porque no se trata de una derrota tras un intercambio de golpes más o menos parejo, sino la que más se puede temer, la que muestra dos niveles distintos y distantes, una diferencia global que hoy no admite discusión ni debate en los bares ni en las tertulias, y todo ello, además, agravado por el contexto creado por las derrotas anteriores.
Quiero creer que este Betis vale más que lo que demostró en este derbi, que tiene más que lo que puso sobre el campo en esta oportunidad, pero la duda es irreprochable y el temor a la atonía, cuando pensábamos que esta temporada podía ser distinta, empieza a sobrevolar nuestras cabezas, ahoramuy aturdidas. Hoy resulta difícil mirar las cosas con un poquito de optimismo, lo sé, pero hay que hacerlo y pensar, por ejemplo, que justo en el peor momento de este tránsito,cuando más triste se ha puesto la temporada, los compromisos de la selección conceden una tregua para que el equipo se siente, reflexione y trate de detener esta dinámica desatada en ocho días odiosos que ojalá Pellegrini y sus muchachos sean capaces de hacernos olvidar. Ojalá, que la tostada de esta derrota ya nos la comemos con una digestión de dos semanas y eso merecerá una compensación.
Y hoy, como siempre, viva el Betis.
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