Betis

Lo que va de golear a pedir la hora

Estar a tres puntos del líder con tanto que mejorar en el balance defensivo es asombroso... y una gran oportunidad

Los jugadores del Betis celebran el gol de Juanmi al Rayo EP

Mientras sufría como un condenado en la última fase de este partido raro con el Rayo Vallecano , pidiendo la hora frente al televisor como si fuera un energúmeno, uno pensaba en cada momento de respiro, cuando el balón salía del campo o caía ... en las manos de Bravo, que este era de esos encuentros que cuando no se está bien son pulgas para el perro flaco y se pierden de forma irremisible y que cuando se está en buena racha se ganan milagrosa e inexplicablemente. La diferencia entre tener el viento a favor o en contra se aparece en todo momento, incluso cuando el árbitro decide el tiempo añadido al reglamentario y suma dos minutos que en otras circunstancias serían cinco, o siete. «Y lo sabes».

El pitido final fue un alivio, confiéselo usted también, porque en ese último rato del choque el Betis hacía aguas por todas partes. Era una fábrica de estrés. Ni era capaz de mantener la posesión de la pelota, por muchas morisquetas que hicieran en la banda Pellegrini y su segundo pidiendo a los suyos que tocaran y contemporizaran, ni podía contener los ataques de un Rayo que durante la primera media hora del encuentro no parecía un rival considerable para los béticos. La evolución del desempeño del cuadro verdiblanco fue sorprendente y nos deja la constatación de que uno puede terminar un partido muy enfadado incluso ganando, ya que fue el caso. No es exceso de exigencia ni repentina educación del paladar, es que no cabe otra porque es muy difícil asumir la pérdida de la posición, del balón y de la autoridad que acusó el Betis y que lanzó a la portería de Bravo a un Rayo que durante la primera hora de juego ni siquiera fue capaz de acercarse al área local, teniendo en cuenta que el gol que hizo en ese tiempo, al borde del descanso, no se debió a mérito alguno de su parte sino que fue un regalo del rival, uno de esos errores defensivos que dan la vuelta al mundo por su estrépito.

El ciclón del principio

Me gustó mucho el Betis hasta que logró el segundo gol, en el minuto 24. Fue un ciclón que sacó del terreno de juego al adversario y nos hizo presagiar un triunfo holgado e incluso de goleada. Sin embargo, en ese punto todo empezó a cambiar. Pensamos al principio que era una estrategia, que era el Betis el que cedía balón y campo al contrario para empezar a pillarle a la contra, pero poco a poco fuimos comprobando que los de Pellegrini no tenían control de la situación y que no eran capaces de recuperar esa autoridad con la que sometieron al contrario en los primeros compases del encuentro. Así que muy bien hasta el dos a cero y mal, muy mal y fatal, según el momento, a partir de ahí.

¿Cómo es posible una transformación tan notable en apenas unos minutos? ¿Cómo se explica que se le permitiera al Rayo crecer en el partido de tal forma y hasta tomar el control casi absoluto del juego pasado un rato? No es fácil encontrar respuestas convincentes para estas preguntas, pero nos acercaríamos mucho a ellas poniendo el foco sobre el entramado defensivo, que al principio cerraba los espacios muy rápidamente y conseguía repliegues casi perfectos para ofrecer un doble muro de contención sin apenas espacios entre ellos, y que terminó siendo gelatina, temblorosa y de escasa consistencia. Dio la sensación de que en algún momento alguien en el Rayo percibió la debilidad defensiva del Betis y entendió que se le podía dar la vuelta al partido atacando. Sin miramientos. Robándole la pelota al Betis y atacándole con descaro. Cuando nos quisimos dar cuenta, todo había cambiado. Los de Vallecas eran los que jugaban en campo contrario casi siempre, los que fabricaban jugadas largas y los que se acercaban a las posiciones de remate cada dos por tres, mientras que el Betis defendía como podía, casi por intuición y más por número que por posicionamiento y anticipación, y acumulaba tensión mirando el reloj.

Que se adornen los que pueden (y saben)

Hay algo peor que un defensa limitado, y es un defensa limitado que quiere jugar como si estuviera sobrado. Y hay algo peor aún: varios defensas de este corte jugando juntos. «El taconcito, pa la Feria», decía el irrepetible José Antonio Sánchez Araújo en sus inolvidables narraciones radiofónicas. Esa suficiencia temeraria, por lo que resta y por lo que supone de falta de fiabilidad, se convierte en un suplicio para compañeros y mirones y en un lastre pesadísimo para el bloque. Por ello, para un equipo que es capaz de jugar tan bien al fútbol como el Betis, con velocidad, combinación, verticalidad y profundidad, corregir el problema que tiene en la defensa puede abrir una excelente oportunidad para aspirar a metas poco frecuentes, digámoslo así. Ya el año pasado se valoró mucho el trabajo del entrenador para mejorar la eficiencia de la defensa a partir de un punto del Campeonato, y esta temporada se hace necesario un trabajito fino del mismo mérito porque después de diez jornadas de torneo el equipo se encuentra a sólo tres puntos del líder, un dato este que nos da una idea de lo cerca que está el Betis de cosas que incluso da miedo mentar.

Siendo realistas, entendemos que mejorar técnicamente a algunos futbolistas ya no es posible a estas alturas de su carrera, que los que evidencian una dificultad extrema para manejar el balón y para conducirlo ya no van a ser Beckenbauer ni Franco Basesi, pero basta con perfeccionar su posicionamiento y con lograr que no intenten lo que no deben. Que dejen que los riesgos los asuman Fekir, Canales, Joaquín o Rodri. Y lejos de su portería, por supuesto. Ante el Rayo vimos dos versiones muy distintas y distantes de este Betis, en el principio y en el final. De pasar por encima del contrario sin piedad alguna, con un caudal ofensivo formidable, a correr detrás de él como niños en el recreo, sin orden ni concierto, como pollos sin cabeza. Hoy que se ha ganado podemos permitirnos el lujo de decir que se antoja difícil conseguir metas de las que ilusionan ofreciendo una defensa tan insegura ante los contrarios más fuertes que habrán de aparecer, pero del mismo modo podemos imaginar el potencial del equipo si es capaz de cerrar mejor y sin adornos, proporcionando confianza y seguridad al talento que sí está llamado al virtuosismo y al riesgo. Queremos ver siempre la primera versión de ayer, la de un equipo que va a por el contrario con ambición y con fe en sus fortalezas, y no la segunda, la de un conjunto mermado por el miedo a sus debilidades. Porque el primero da para soñar y cuando se está tan cerca de esas nubes no tiene sentido no hacer todo lo necesario para alcanzarlas. Que estamos ahí, oiga. A tiro de piedra de los mejores. Y es cuestión de creérselo y de apuntalar las prestaciones del conjunto donde ahora es menos seguro.

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