Betis
Cuando no te dejan competir para ganar
«Me gusta que las derrotas se justifiquen y no que se excusen, pero a veces sucede lo que padeció el Betis en Vallecas: que impunemente no te dejan competir en igualdad de condiciones con el rival»
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Iniciar sesiónEn otras ocasiones he escrito que no me gusta que las derrotas se excusen y también que creo que los clubes harían muy bien si trabajaran la comunicación de sus dirigentes, técnicos y futbolistas, porque hablar en público, delante de los micrófonos o de las ... cámaras, infunde un respeto enorme e incluso pánico, de manera que muchas personas lo pasan tan mal y se sienten tan inseguras en tales situaciones que no pueden concentrarse y tienden a decir lo primero que se les viene a la cabeza para pasar el mal trago lo antes posible, sin reflexionar lo suficiente y sin darle la forma adecuada a su mensaje. Esto ha dado lugar a un sinfín de polémicas y de situaciones comprometidas en el fútbol y se puede decir que las declaraciones de los protagonistas son, en muchas ocasiones, una de las salsas que acompañan a la competición y que aportan color y picante al tercer tiempo de cada partido, que en este caso no es el copeo que comparten los jugadores que se acaban de enfrentar, como ocurre en el rugby, sino el debate que sigue al juego en las oficinas, en los bares, en los taxis, en los medios de comunicación, en la calle y en las casas. En todas las tertulias, vaya. Les vendría muy bien a los propios clubes, y creo que también a todo el fútbol y a las personas —esto es a los dirigentes, a los técnicos y a los futbolistas— aprender a tener el control de la situación cuando hablan en público para así expresarse con corrección, con sentido, con precisión y sin dar lugar a malentendidos, pero también para ser empáticos a la hora de valorar las cosas. Creo que, en general, a los aficionados nos gusta mucho más que las derrotas se justifiquen, es decir que los protagonistas nos expliquen por qué creen que han perdido con un criterio profesional y sereno, a que se excusen, esto es diciéndole a la gente lo que quiere oír, o lo que uno cree que quiere oír, o bien buscando razones que minimicen la responsabilidad propia en la zozobra. Prefiero a los técnicos y a los entrenadores que asumen sus culpas, signo de seriedad, madurez y fiabilidad, que a los que tienen siempre a mano un burladero tras el que parapetarse. Mejor los que hacen que las cosas pasen que los que cuentan que la cosas les pasan.
Escribo todo esto porque es muy frecuente que al perder se hable más de los árbitros, de los terrenos de juego y del arroz de la abuela que de cómo ha sido el desempeño del equipo y de los miembros del mismo en el partido, y esto me decepciona casi siempre porque haber jugado bien o mal y haber cometido más o menos errores es lo verdaderamente importante, es lo que en la gran mayoría de los casos define los resultados y además hoy en día todo el mundo ve lo que pasa en todos los encuentros e incluso todo lo que se dice en la cancha, por lo que lo deseable es reconocer las cosas y no hacer el ridículo hablando del sexo de los ángeles. Quien se quiera engañar, que lo haga, pero conmigo que no cuenten. A veces se pierde con honor y a veces se pierde con deshonor, y cuando esto último sucede, las excusas no hacen más que agrandar ese deshonor. Después de jugar, a los micrófonos hay que llegar llorados, y esto se aprende.
Pero esta vez fue una de esas veces…
Hoy, sin embargo, sí que creo, y con plena convicción, que el partido del Betis en Vallecas estuvo completamente condicionado por el arbitraje de Alejandro Muñiz Ruiz y que el desenlace final del mismo hay que analizarlo con esta perspectiva porque me parece una evidencia que el colegiado impidió al equipo bético competir en igualdad de condiciones con su rival, expresarse futbolísticamente sobre el campo vallecano y, finalmente, ganar. No voy a repasar todas las decisiones de Muñiz que lastraron decisiva y lastimosamente el desempeño de los de Pellegrini y que favorecieron una y otra vez a los muchachos de Iraola, que ganaron empaque, fortaleza y valentía conforme fueron viendo que el árbitro les protegía, igual que los verdiblancos se fueron desquiciando, perdiendo confianza y ganando miedo según Muñiz iba desequilibrando el choque. No voy a contar, insisto, lo que todo el mundo ya ha visto ni lo que le corresponde al compañero cronista del partido, aunque no evitaré mencionar la gestualidad grosera del árbitro en varios lances y su sorprendente actitud cuando amonestó al entrenador bético una vez finalizado el encuentro, ya que son detalles que contextualizan. Lo que sí voy a hacer es lo que toca en estas líneas, esto es opinar. Y opino que comprendo perfectamente que el desastroso arbitraje de Muñiz sea para muchos sospechoso de ser intencionado. Tenemos evidencias y no pruebas, por lo que no podemos acusar, pero sí sospechar. No puedo ni debo afirmar, y no lo hago, que la labor del colegiado gallego fuera premeditada, pero sí que es legítimo, dadas las circunstancias, sospechar que pudiera ser así.
Un río de consecuencias
¿Y ahora qué? Pues yo creo que los golpes en la mesa no se dan con tuits, la verdad. El Valencia levantó la veda el sábado y el Betis siguió por ese carril el domingo, pero no creo que sea el adecuado, sinceramente. Con los fallos arbitrales hay que contar en el fútbol, como con los fallos de los porteros o de los delanteros. Pero estos arbitrajes como el de Vallecas son otra cosa. ¿Y qué pasa con ellos? ¿Qué consecuencias tienen? ¿Cómo responde un árbitro del daño que causa, y más en la actualidad, cuando hay medios tecnológicos para minimizarlos y cuando las consecuencias de estas irregularidades ya no se circunscriben al equipo perdedor y a su afición sino a millones de apuestas legales que comercializan empresas autorizadas y reguladas para ello? Causa terror pensar lo fácil e impune que puede resultar manipular el resultado de un partido que va a decidir millones de euros de dividendos en apuestas de contrapartida. No hay relación, no la ha habido nunca, entre el perjuicio causado por un arbitraje de este pelaje y la sanción que éste debiera conllevar, y en esto es en lo que el Valencia, el Betis y el resto de los clubes deben centrarse y de lo que deben ocuparse en el seno de la Federación. Ahí es donde deben decir lo que ponen en los tuits y ahí es donde deben presionar para el arbitraje sea más completo, esté más vigilado y sea más responsable. Igual que los futbolistas, el señor Muñiz debiera ver una tarjeta amarilla por su labor de ayer —por la que va a cobrar igual que si hubiera sido perfectamente neutral—, debería recibir una amonestación que tuviera unas consecuencias, y a lo mejor la acumulación de un número ene de amarillas debiera suponer una tarjeta roja. Por ejemplo. Es lo que tienen que debatir y lo que tienen que articular: método y protocolo para un régimen sancionador ponderado pero riguroso. Mientras los clubes no trabajen en eso, quejarse en las redes sociales o delante de un micrófono es chau-chau, simple pataleo y poco más. Y, sobre todo, no servirá para impedir que lo que ayer padeció el Betis en Vallecas lo sufra pasado mañana cualquier otro equipo en cualquier otro estadio, para que después señores como Javier Tebas expresen en conferencias y charlas su preocupación por la menor penetración del fútbol entre los jóvenes de hoy, a favor de otras ofertas de ocio. ¿Y si empiezan por hacerlo más fiable? Porque con los tuits, en el fondo, Muñiz Ruiz y Hernández Hernández se fuman un puro, eso supongo que todos lo tenemos claro.
Al Betis, dadas las circunstancias y con lo que viene ahora, le toca celebrar un punto que tiene un mérito enorme, tanto como una victoria, porque empatar es a lo máximo que le han permitido aspirar esta vez.
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