Betis
¿Cuándo jugamos otra vez?
Arrasamos con más fútbol que goles a un Getafe paupérrimo; disfrutemos pero seamos cautos con las alabanzas. El jueves, Ferencvaros...
El Betis ha venido a pasárselo bien (2-0)
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Iniciar sesiónHubo un tiempo, cercano, en el que siempre había algún amigo de la causa verdolaga que zanjaba las terapias post partido anunciando el próximo encuentro. «Lo peor es que el jueves volvemos a jugar», decía el interfecto, y de inmediato se acababan las ... lamentaciones. La reunión se disipaba o el chat de Whatsapp se silenciaba. A llorar a la cama, como niños chicos. No hace mucho de esto, insisto, y como dice la tuitera La Vecina Rubia, todos tenemos ese amigo y si no lo tienes… es que eres tú.
Pero las cosas han cambiado. Muy rápidamente, como suele pasar en el fútbol y alabado sea su señor guionista. Hoy los partidos del Betis se me hacen cortos, ya no son ese suplicio interminable de hace nada, con minutos que se hacían horas y en los que quemaba por dentro el temor enquistado de que nos hicieran gol en cualquier instante. Hoy no quiero que se acabe el juego. Señala el cuarto árbitro nueve minutos de añadido y me parecen pocos. Sí, ya sé que el día del Español sobraron dos, lo sé, pero también sabe usted lo que quiero decir, colega bético, colega bética. Y sobre todas las cosas, si no lo sé de antemano, cosa rara, en cuanto pita el colegiado y señala el camino de los vestuarios ya estoy yo consultando el LiveScore para saber cuándo jugamos otra vez, que lo único que me falta es poner en casa una cuenta atrás como las que ponen los bares para anunciar lo que queda para el Domingo de Ramos, el lunes del pescaíto de Feria (o domingo, o lo que sea ya) o el Lunes de Pentecostés.
Enamoraditos estamos
Nos gusta el Betis. Nos gusta este Betis. La semana pasada leí al amigo Mario Balbontín que Manuel Pellegrini es lo mejor que le ha pasado al Betis en mucho tiempo. Lo primero que pensé es que amén, Mario, pues si alguien me ha seguido hasta la fecha en estos artículos palmerianos ya sabe lo que pienso sobre el técnico chileno. Pero luego no me quedé del todo conforme, porque podría parecer que Pellegrini es un ángel caído del cielo , como el Euromillón que nunca toca pero que a alguien lo ha puesto mirando al mar desde la proa de un yate en Montecarlo, y nadie sabe cómo ha sido. El fichaje de Pellegrini es mérito de alguien, y justo será recordarlo, que en otro caso no nos sobraría tiempo para reprocharlo. Quiero decir que más allá de Pellegrini hay un trabajo de equipo en el que hay involucrada mucha gente, en distintos niveles y en diferentes facetas, y que está ofreciendo un resultado satisfactorio, y como todo suma, creo que es conveniente decirlo. Los buenos resultados, como las borracheras, tienen un efecto de exaltación de la amistad. Y como me gusta este Betis, me gusta todo este Betis. Sienta bien decirlo. Por supuesto que todo se puede mejorar, y que habrá cosas que corregir. Pero cuando las cosas se hacen bien, uno puede vivir con la confianza de que los defectos se detectarán más pronto que tarde y que, efectivamente, se arreglarán. Cundo se hacen mal, en general, poca fe se puede tener en eso, más bien al contrario: se sabe que los puntos negros se van a multiplicar. Y no es el caso. Seamos generosos.
Ahora bien: no me entusiasma el exceso de azúcar, esto sí que lo reconozco. Todo en su justa medida. La semana pasada leía una y otra vez en medios y en redes sociales que si el Betis era uno de los equipos que menos partidos ha perdido en el año en las cinco grandes ligas europeas, que que si Pellegrini es el entrenador que menor porcentaje de derrotas tiene en la historia bética y el segundo con mayor porcentaje de victorias… Todo esto está muy bien, pero recrearse puede ser dormirse en los laureles, y aquí nadie puede morir de éxito porque no se ha hecho nada. Absolutamente nada. No soy dudoso porque los artículos siguen colgados y mi optimismo sobre el futuro inmediato del equipo bético está puesto en negro sobre blanco. Y por eso mismo me permito hacer de Pepito Grillo del beticismo y escribir hoy, cuando los elogios rompen sobre todos los foros como los fuegos artificiales en el cielo, que este Getafe actual es malísimo, con todos los respetos a las personas, y que tampoco es plan de venirse arriba por haber hecho un partido enorme ante el equipo de Míchel. «Llevamos cero puntos en siete partidos y creo que ni el equipo ni el entrenador somos tan malos como para merecer este castigo», decía tras el choque quien en sus tiempos de ir de corto fue pieza clave de aquella quinta del Buitre. Y no seré yo quien opine si tiene o no razón el madrileño, pero las bases de datos nos dicen que antes que el Getafe sólo hubo tres equipos con cero puntos en su casillero al cabo de las siete primeras jornadas del Campeonato, que los tres descendieron y que el último de ellos, el Extremadura, protagonizó tal hazaña en 1996, es decir, hace 25 años. Vamos, que este Getafe al que el Betis arrasó con más fútbol que goles es uno de los peores equipos que la Liga ha conocido en sus compases iniciales, así que seamos cautos con las alabanzas.
Lo más importante
No me importa tanto que el Betis desplegara buen juego, talento y velocidad ante el cuadro azulón como que no se contagió de su imprecisión. En otros momentos ha sucedido que el equipo bético ha jugado bien contra los rivales más fuertes y mal contra los más débiles, resultando por lo tanto poco fiable y mostrando un nivel engañoso. Creo que lo más relevante de este partido con el Getafe es que hemos vuelto a ver un Betis con determinación , dispuesto a seguir dando pasos adelante, queriendo explotar sus virtudes independientemente de la identidad de su adversario y que poco a poco va mejorando sus prestaciones, tanto en los principios defensivos del juego como en los ofensivos. El virtuosismo se agradece mucho, es muy agradable a la vista e indica que los jugadores andan con confianza y que no necesitan tanto Pharmaton Complex ni Supradyn. Pero con este Getafe no es señal de nada más, y no hay que engañarse. Bien está siempre expresar la alegría por la victoria y disfrutar en las tertulias de los lances más destacados del conjunto y de las individualidades más meritorias, pero no nos pasemos de la raya. La filosofía cholista del partido a partido sirve cuando un equipo marcha bien, precisamente porque evita llevar la mirada más allá del próximo compromiso, que es el siguiente objetivo y en el que de nada sirve lo logrado antes. Es una estrategia contra la euforia. Cuando un equipo va mal es imposible imponer en un vestuario el temple necesario para aislar las cabezas y centrarse sólo en el adversario que viene. Hoy toca en el Betis, y en todo el beticismo, pensar en el partido a partido. Lo de ayer ya pasó, y lo que venga más adelante ya lo veremos, pero será mejor o peor según lo hagamos en el partido que viene. Ahora toca Ferencvaros, el jueves. Nada más importa. Que los de Pellegrini hayan pasado por encima del Getafe no achicará a los húngaros.
Eso sí: las victorias y el buen rendimiento sirven para que el talento se libere, hasta que aparezca la presión por otras razones, que espero que se deban a la cercanía de hitos de valor. Pienso que en la colocación de los cimientos fuertes y sólidos de un equipo y en el arranque solvente de la competición el papel del entrenador es completamente protagonista. Es como el despegue del avión: el piloto lo tiene todo en su mano. Una vez que se ha alcanzado la altura deseada, todo fluye y podemos soltarnos el cinturón de seguridad. Cuando los aficionados disfrutamos, también lo hacen los futbolistas. Cuando las cosas van bien, todo el mundo quiere participar más. Los jugadores se van a ir soltando y en esta situación es mucho más probable que podamos ver la mejor versión de cada uno de ellos. Cuanto mejor vaya el Betis, mejor van a ser Fekir, Canales, Carvalho, Joaquín, Borja y Willian. Más fieros van a resultar Guardado, Guido o Camarasa. Más fácil va a ser la integración de Rodri o Ruibal. Más seguros se van a sentir todos los de atrás… Pero solamente estamos en el buen camino. No hay nada conseguido ni hay ganada una posición que no se pueda perder. Sólo importa el próximo partido para seguir igual de bien. ¿Y cuándo jugamos otra vez? El jueves, precisamente el jueves. Qué bien.
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