Betis
Cien por cien «ibético» de bellota
A mí que no me pidan mucha calma ni más mesura de la que puedo ejercer porque estos datos hablan por sí solos y si no los disfrutamos es que somos imbéciles
Lainez avanza ante Son durante el Levante - Betis
El Betis ganó otra vez lejos del Villamarín y volvió a marcar cuatro goles. Bendición. Esta vez fue en casa del colista, sí, pero da lo mismo: bendición. Vamos de póker a póker, que menuda maravilla, y casi no nos da tiempo a saborear uno ... cuando llega el siguiente. ¿Nos damos cuenta de lo que está haciendo este equipo? Hay tan pocos días entre un partido y otro que apenas queda lugar para detenerse a reflexionar sobre ello, pero esta temporada no puede ser más divertida para nosotros, los mirones, ni más meritoria para ellos, los que conforman el equipo. El Betis es el segundo goleador del campeonato, el segundo equipo que más puntos suma a domicilio en la categoría y acabo de leer otro hito más: nunca había ganado tantos partidos (trece) en la jornada 24 de la Liga. Es cierto que no se conquistado nada más que el corazón de mucha gente y por toda España, que no es poco, y que todo lo realizado puede quedar en barrillo, en una anécdota, si no se culmina el ejercicio con logros tangibles, pero a mí que no me pidan mucha calma ni más mesura de la que puedo ejercer porque estos datos hablan por sí solos y si no los disfrutamos es que somos imbéciles.
Así que disfrutar, estoy disfrutando, ya lo creo. Sin embargo, pasa algo. Algo inquietante. Dicen que a lo bueno se acostumbra cualquiera, y además en cinco minutos. ¿Se acuerda usted de las alcatufas de Ruiz de Lopera? «Al jamón bueno se acostumbra todo el mundo en un momento», decía quien durante tantos años mandó de forma absoluta y plena en el Real Betis. Y era gracioso, para qué vamos a negarlo. Era gracioso porque, además, en esto tenía razón el hombre, las cosas como son: a lo bueno es muy fácil acostumbrarse, igual que lo malo tiene difícil y dura digestión. ¿Cómo va a ser lo mismo hacerse a picotear altramuces y alcatufas, como un pájaro de urbe, que a jamarse a la hora del aperitivo unas lonchitas oscuras y grasientas de jamón cien por cien ibérico de bellota? No hay comparación posible, claro que no. Con ese jamón no hay periodo de adaptación que valga porque gusta desde el primer pellizco. Esto es así. Ocurre que algo me falla en la ecuación, y aquí mi problema. Porque si X (el jamón) es el Betis, Y tendría que ser una asunción pacífica y total de la rotundidad con la que el equipo de Pellegrini se expresa habitualmente sobre el terreno de juego y Z sería, sin duda, una confianza ciega en lo que nos tiene que llegar de aquí al final de la primavera, porque el equipo la infunde. Pero en mi caso, he de confesárselo, esto no es así. A mí me está costando horrores acostumbrarme a este desfilar del Betis por la temporada 2021-22. No sé si será cosa de algún tipo de psicosis particular o si es algo generalizado, pero yo, qué quiere usted que le diga, no me acostumbro a esto que estamos viviendo este año. No me acostumbro, y mire que debería de ser fácil.
No me acostumbro
No me acostumbro a empezar cualquier partido —de hecho, todos los partidos— pensando que el Betis puede ganar. No me acostumbro a divertirme tanto. No me acostumbro a que caigan los goles como las naranjas amargas de los árboles de la Avenida de la Constitución. No me acostumbro a que esos goles compitan en dificultad y belleza, ni a que los marquen los delanteros, los medios y los defensas. Todos. No me acostumbro al juego valiente y hasta osado, se llame como se llame el adversario, ni a la continuidad en el rendimiento excelso de todos los futbolistas. No me acostumbro a esta seguridad que ofrece el equipo y que, paradójicamente, me hace sentir tanta inquietud, porque durante toda mi vida pasó que cuando más claro lo teníamos, más difícil nos lo poníamos. No me acostumbro a que el entrenador no diga tonterías. Y no me acostumbro a tener al mejor jugador de la Liga.
Esto es Nabil Fekir, punto y aparte. Le ha costado entrar en la dinámica en la que ahora se mueve. De hecho, el año pasado era inconstante y por mucho que su calidad apareciera con cuentagotas casi en cada uno de los partidos, de una manera o de otra, no terminaba de ser la estrella que nos dijeron que había firmado el club. Que era un magnífico jugador no se podía poner en duda, pero el líder carismático y espectacular que esperaba no apareció. Sus números eran de futbolista bueno, de nivel, pero no los que nos habían dicho que iban a ser. Este año, albricias, sí. Este año Nabil Fekir es el gran lujo que los sabios nos habían anunciado. El jugador diferencial y desequilibrante del que hablaban unos y otros, genuino y único, imprevisible y de mil y un recursos. Este año es todo eso y mucho más. Este año Fekir es, como cantaba Massiel, el timón, la vela, la barca, el mar y el remo. Hace un rato han abierto un debate en un programa radiofónico nacional sobre si Fekir es hoy el mejor futbolista de la Liga española. Para mí lo es, por la calidad y por la continuidad. Porque es el mejor cada día, en cada partido y ante todo rival. Y además juega siempre, y va y viene —como decía Bilardo—, y choca y aguanta. Y presiona y defiende. Y si tiene medio metro, o un cuarto de segundo, la lía. Con un pase, con un disparo, con una falta, con dos regates, con un remate. No tiene punto fuerte ni débil. Y no me acostumbro a ver con la camiseta del Betis al jugador más valioso de la Liga.
El fantasma del «Currobetis»
No soy capaz, en fin, de dejar de temer la célebre espantá. No puedo evitar pensar que en cualquier momento va a llegar el patinazo. Escucho o leo sobre la final de la Copa del Rey y se me eriza la piel porque todavía hay que jugar el partido de vuelta de semis con el Rayo y por mucho que crea que el Betis es superior, y muy superior, no dejo de pensar si no será aquí, delante de su gente y con todo de cara, cuando salga a relucir la leyenda maldita del «currobetis». No me acostumbro a tante seguridad y a tanta firmeza, que este no es mi Betis, que me lo han cambiado. Aunque bendito cambiazo, claro está.
No me costumbro y, sin embargo, quiero. Quiero hacerlo ya de una vez. Quiero saborearlo todo mucho más. Más aún. Quiero creer que podemos aguantar la tercera plaza en la Liga, que podemos aspirar con toda seriedad a ser campeones de la Copa del Rey en La Cartuja y también a estar en la final de la Europa League, en el Sánchez-Pizjuán. Quiero terminar de creer que esta vez no habrá «currobetis» y que en verdad mi equipo es jamón del bueno. Lo viene siendo desde que empezó la temporada y se merece que, por fin, crea en él sin complejos. Se merece que de una vez por todas me acostumbre a este jamón que es cien por cien «ibético» de bellota. Sabe a gloria y no tiene por qué dejar de hacerlo. Hay que acostumbrarse.
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