Betis
El chándal no gana partidos (pero que no se lo quite, por favor)
Calidad, energía, confianza y motivación son las cuatro fortalezas clave que ganan partidos, y no que el entrenador se ponga el chándal, seamos serios. Dicho esto, que no se lo quite, por favor
Exhibía el 1-0 el marcador del ex Ramón de Carranza (perdón, pero soy mayor y a estas alturas no renuncio a la tilde de «sólo» ni al viejo nombre del campo del Cádiz) y notaba que la sangre se me acercaba al punto de ... ebullición. Me preguntaba sin parar cómo podía ir perdiendo el Betis después del gol anulado, del pelotazo al larguero de Guardado y de las otras ocasiones que habían creado Álex Moreno y Fekir por el costado izquierdo. Y cómo era posible que el Cádiz fuera ganando sin haber hecho fútbol para desbordar al cuadro bético ni una vez, que hasta tuvo que darle «Oh» Juan Miguel el pase de gol a Iván Alejo porque de haber recibido la pelota el lateral cadista de un compañero habría estado en un fuera de juego de esos flagrantes, de metros, de los que no requieren ni VAR ni repetición. El partido me estaba desquiciando, lo reconozco sin rubor, porque la superioridad técnica del Betis era evidente pero no se terminaba de imponer a la agresividad del cuadro local, e incluso me daba la sensación en ciertas ocasiones de que los jugadores de Pellegrini andaban cuidándose de evitar las tarascadas de los locales más que buscando la manera de atravesar su muralla y hacer los goles que aseguraran unos puntos que se antojaban preciosos.
Y entonces, en esa situación de partido complicada y oscura, en plena orgía de exabruptos, cóctel de doritos y patatas campesinas, libre como estaba para el improperio gracias a la soledad completa de mi apartamento, escuché de pronto a los comentaristas del partido hablar no sé qué del chándal de Pellegrini. «No os puedo creer, compañeros», pensé cayendo a plomo sobre el sofá. Agarré el mando de Movistar, volví atrás y pude oírlo todo sin ruido. Con claridad. Habían dicho que si el partido terminaba con ese resultado de 1-0 se iba a romper la racha de victorias del Betis en partidos a los que Manuel Pellegrini había comparecido vistiendo chándal y no traje de calle. «Madre del amor hermoso», me dije. Y sí, ya había leído sobre esto, y también había visto en redes sociales la rueda de prensa en la que se le había preguntado al técnico del Betis por este asunto, básicamente si conocía estos números extraños, que puestos a computar todo, incluso contamos los partidos que ganamos con el entrenador vestido de deporte, de «casual» y de Jueves Santo. Una especie de «big data» a la sevillana. «No estamos bien, amigos, no estamos bien», mascullé negando con la cabeza y buscando otro trago y más ganchitos. ¿De verdad que podemos hablar en serio sobre esto? ¿Es posible que alguien pueda pensar que el Betis gana y pierde partidos porque su entrenador se pone un chándal o no?
Y entonces, el «tellazo»
No hacía más que mirar el reloj de la pantalla. Ya sólo faltaba un cuarto de hora para el noventa. «Más lo que añada Gil Manzano», me motivaba yo mismo, aunque este árbitro siempre es dudoso y más después del gol que no dio por si a lo mejor Fekir le dio susto al defensa del Cádiz y con ello propició que éste se hiciera las piernas un lío y terminara metiendo el balón en su portería, que hay que ver para creer. Entonces, en ese momento en el que parecía que empezaban a flaquear un poco las fuerzas en el equipo amarillo en relación directa a la explosión de los nervios en los seguidores béticos, Nabil Fekir dejaba atrás esa pelota en la frontal del área cadista para que Tello la golpeara con esa precisión suya que alterna con fallos inexplicables. Y así, con el «tellazo» llegó el empate, tan esperado como necesario y que nos calmó instantáneamente porque sabíamos que con él no se abría la puerta de la igualada, sino la de la victoria.
Ésta llegó con el tanto de penalti de Borja Iglesias, que estuvo listísimo al acusar la patada que sin duda recibió del desafortunado Rubén Alcaraz. Poco después, tan sólo unos minutos, una vez que Jesús Gil (Manzano) señaló el final del encuentro, el delantero gallego se expresó con la sinceridad que le caracteriza ante el micrófono del querido Ismael Medina y dijo algo que, bum, fue un martillazo. Más o menos fue algo así como que «el Cádiz ha jugado muy bien, con una gran intensidad, pero nosotros hemos mantenido la calma, hemos creído en nuestro juego… y hemos tenido razón».
La fidelidad tiene premio
«Hemos tenido razón». No son palabras textuales, usted me disculpará, pero esto es lo que vino a decir Borja Iglesias y me pareció fantástico. Con toda naturalidad había explicado con sólo tres palabras que mientras todos sufríamos viendo lo que estábamos viendo, el equipo se mantuvo fiel a su estilo y no entró en otro juego que no fuera el suyo, por mucho que la propuesta local invitara a ello, porque la fe en las posibilidades de esta personalidad es infinita y no hay que cambiar nada por las diferentes fases por las que pueda pasar un encuentro. El Betis hizo lo que sabe hacer, no aceleró las pulsaciones pese al minuto y el resultado y confió en su capacidad para crear las ocasiones suficientes para levantar un partido que discurría por unos derroteros preocupantes por la pujanza del Cádiz, movido por su necesidad y bien puesto por su entrenador.
Al Betis, en fin, le impulsa su calidad y a ella rinde fidelidad sin ambages. Hace bien. A estas alturas no vamos a insistir ni en sus virtudes ni en sus defectos, que ya hemos hablado mucho de todo ello durante la temporada. Pero ahora que su agenda se ha descomprimido, entre el reciente descanso liguero y la eliminación de la Europa League, la dosificación de energías le favorece de manera clara y esto seguro que ofrece más seguridad a los propios profesionales, que se ven en el terreno de juego con la fuerza y la posibilidad de superar al contrario, algo que, lógicamente, no somos capaces de percibir los espectadores, que nos comemos las uñas cuando las cosas se ponen feas. Esto es, en todo caso, maravilloso. La eliminación de la competición europea en Alemania fue muy dolorosa, demasiado cruel y terrible, pero es toro pasado y no tiene arreglo, de modo que lo único que debemos hacer ahora es apreciar lo bueno que nos dejó, y esto es el tiempo entre partidos para descansar y recuperar, por un lado, y para preparar el siguiente compromiso, por otro. Siempre aporta más mirar el lado bueno de las cosas que el otro. Al menos eso creo yo. Y en este caso no hay duda posible.
Podemos, pues, mantener la ilusión intacta e incluso reforzada con vistas al final de la temporada. Fresco y fuerte, el Betis es capaz de ganarle a cualquiera y lo que hay por delante es tan bonito que motiva por si solo, así que se dan todas las circunstancias para creer, como dijo Borja Iglesias que creyeron los jugadores en sí mismos cuando peor pintaba el partido de Cádiz. Calidad, energía, confianza y motivación son las cuatro fortalezas clave que ganan partidos, y no que el entrenador se ponga el chándal, seamos serios. Dicho esto, que no se lo quite, por favor.
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