Betis
La confianza ni tocarla
«La humildad es reconocer que el Villarreal es mejor, y la confianza es la gran fuerza, determinante, que da saber que a pesar de ello está cinco puntos por debajo en la clasificación»
He de decir, con todos los respetos debidos y no poco dolor, que a mí me parece que el Villarreal es mejor que el Betis. Y que lo es, además, casi en todo. Entiendo que haya disparidad de opiniones al respecto, por supuesto, pero vistos ... los resultados de los enfrentamientos de esta Liga creo que mi visión es certeza y la honestidad me obliga a escribirlo, precisamente por respeto a usted, amigo bético y lector, por mucho que quisiera que las cosas fueran de otra forma. Siempre es mejor arrimarse al pensamiento humilde porque ofrece más posibilidades de crecimiento. Esta antipática creencia de la superioridad villarrealense, adquirida en el partido de la primera vuelta de la Liga y confirmada en este de la segunda, nos tiene que servir para entender mejor el mérito que tiene la clasificación del equipo bético a estas alturas de la temporada, que es enorme. Este segundo duelo con el llamado submarino amarillo ha sido la continuación del primero. Desde el minuto uno. O al menos yo tuve esa sensación. En el Estadio de la Cerámica el buen Betis de Pellegrini se estrelló contra un muro construido por Unai Emery, con orden meticuloso, sobre el músculo y el talento que acumula su plantilla, y desde aquel día he acudido a ese referente en varias ocasiones para recordar que el equipo verdiblanco tiene sus limitaciones, claro que sí, y que no conviene perder esto de vista para evitar que la euforia nos engulla en esos otros momentos que, por fortuna, estamos disfrutando este año. Después de la goleada a la Real en Anoeta, hace tan sólo cuatro días, escribí que el Betis suele dar signos de vulnerabilidad en cada partido, pero que cuando supera esos ratos, cuando sale vivo de ellos, golpea con más contundencia que la gran mayoría de los equipos. Hay ocasiones, sin embargo, en las que pierde ese pulso que proponen los rivales, cuando aprietan fuerte y con ello obligan a jugar al límite, sobre todo en el aspecto defensivo. Y por mucho que nos moleste perder, que molesta siempre, es necesario conocer y también reconocer cuáles son las debilidades del equipo, porque sólo desde esa asunción será posible mejorar.
La importancia de la humildad
El Betis sigue siendo tercero en la clasificación, aunque teóricamente ya ha perdido su ventaja porque el Barcelona se ha colocado a dos puntitos con un partido menos. Pero van 23 jornadas del Campeonato y me parece que esta realidad tenemos que valorarla con frialdad y con perspectiva. También con orgullo, por supuesto, pero para hacer análisis prácticos no nos sirven ni la satisfacción ni el jabón para el ego. Si en septiembre nos hubieran dicho que a comienzos de febrero íbamos a estar así, en el podio de la Liga, en las semifinales de la Copa y a punto de jugar una eliminatoria para pasar a octavos de la Europa League, y siendo con todo esto el único equipo español en pie en tres competiciones, pues seguramente lo habríamos recibido con incredulidad, para qué nos vamos a engañar. Tendemos a creernos lo que nos conviene, esto es así también, pero algo me dice que todos, y yo el primero, habríamos metido el pronóstico en el congelador. Lo que pasa es que esto que vivimos es real, y no se debe a un golpe de suerte sino al trabajo bien hecho, a las fortalezas de las que se ha dotado a este plantel y a la afortunada lectura de los acontecimientos que de manera corriente hace el entrenador Pellegrini. Ahora bien, mal haríamos todos si de pronto nos creemos los reyes del mambo y nos confundimos porque las copas de los árboles no nos dejan ver el bosque. Terminar la Liga en esta posición tercera va a ser un reto durísimo, súper exigente, aunque nadie nos puede privar de soñar con ello, y con todo lo que queramos, que es legítimo y también posible. Ocurre que partidos como los dos que hemos perdido con el Villarreal, aquí y allí, en la Cerámica y en el Villamarín, son cubos de hielo para la euforia y llamadas urgentes al sentido común. El equipo de Emery, el Barcelona o el Atlético de Madrid están hechos para vivir, al menos, donde se ha aupado el Betis. El conjunto bético es un intruso, incluso un usurpador, no nos engañemos. Nosotros sabemos que está donde está porque se lo ha ganado y los que vienen por debajo no, y es posible que hasta ahí eso se reconozca mayoritariamente, pero queda la otra mitad de la temporada y si no se escuchan los mensajes que dejan las derrotas como esta de ayer, pues seremos menos fuertes y más vulnerables.
Fuera de Sevilla, bueno es saberlo, nadie da un euro por nosotros. No estamos en la UVI, como diría aquel, ni mucho menos, que los tiempos son otros y las pesetas son historia. Hablamos de otra cosa. Hablamos ahora de que mientras muchos pensamos en verde y queremos creer que es posible aguantar esta posición de privilegio y conquistar los sueños que se han cincelado con fútbol y goles, en el resto de España somos una anécdota. Muy agradable, eso sí, pero momentánea. «El equipo de moda», decían ayer entre sonrisas en un informativo de televisión a la hora del almuerzo. Sí, claro, el Betis es ahora protagonista, cómo no va a serlo, y a todo el mundo le gusta ver cómo se desenvuelven los de Pellegrini porque el buen espectáculo siempre se aprecia, en todas partes. Pero pocos creen que esta trayectoria admirable vaya a tener un recorrido largo, y creo que esto, como las limitaciones y las debilidades, también debemos conocerlo porque contra eso hay que rebelarse.
No vive por encima de sus posibilidades
El Betis tiene que apoyarse en sus virtudes y en todas sus fortalezas para superar sus debilidades, para ser sólido ante las amenazas y para aprovechar las oportunidades. Y tiene que rebelarse contra quienes no dan un duro por él y piensan, con el desdén habitual, que está viviendo por encima de sus posibilidades, ignorando, a su conveniencia, que cada cual está donde le han puesto sus méritos y sus deméritos. Yo creo que esto se consigue, precisamente, siendo conscientes de lo bueno y de lo malo. En este caso, apreciando la calidad que tiene el equipo y su fantástica pegada, por un lado, y asumiendo, por otro, sus taras y sus limitaciones para poder contrarrestarlas armando los recursos que tenga a mano y así ser más competitivo, siempre y contra todos. En dos palabras, la altura requiere confianza y humildad. La humildad es reconocer que el Villarreal es mejor, y la confianza es la gran fuerza, determinante, que da saber que a pesar de ello está cinco puntos por debajo en la clasificación. Dar más que otros teniendo menos que ellos es algo que está al alcance de muy pocos, sólo de los que tienen un espíritu diferencial. En esto nadie es mejor que el Betis ahora mismo y por eso decía al principio que el Villarreal es superior al Betis… en casi todo. Y ese casi vale un potosí.
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