Un punto de guasa sevillana

No hay sevillista cuerdo que se cambie por un bético loco y feliz de la cabeza en la antesala de penúltima jornada liguera

Aficionados del Real Betis durante un partido en el Benito Villamarín Manuel Gómez / ABC

Lo está pasando bien el bético esta temporada. Con el juego de los de Manuel Pellegrini. Con las rachas goleadoras de su equipo. Con el gran título copero conquistado tras 17 años de sequía. Con la conquista por segundo año consecutivo de una plaza europea. ... Y ahora, a dos partidos para el chimpún final de la Liga, con la posibilidad de arrebatarle al eternísimo la plaza de Champions que este detenta desde hace tropecientas jornadas. Tener tenso al otro, por más que las probabilidades del sorpasso sean similares a acertar el euromillón, es una gozada siempre en esta muy noble y leal (¡ejem!) ciudad de Sevilla. Es así porque no depende sólo de que «er Panda» vuelva a marcar y el personal se pregunte de nuevo cuántos goles lleva «er Panda!», sino de muchas otras cosas.

Por ejemplo, de que mañana el Granada, otro hermano de la misma madre, no despierte el Cagancho silente que llevan dentro los verdiblancos y le dé por puntuar en el Villamarín, asegurando así casi, o sin casi, matemáticamente su permanencia en Primera. O de que el Sevilla aproveche la visita a uno de sus destinos malditos, el feudo del Atlético de Madrid, para revivir sus mejores tiempos, aquellos en los que media ocasión le servía para esquilmar el estero de puntos rival. Incluso si la carambola le saliera bien, tendría que esperar una semana para realizar otra mucho más complicada, de Top 3 de billar artístico.

A pesar de que el «y si…» revolotee en su cabeza como el codo de Giménez sobre la de En-Nesyri, no hay sevillista cuerdo que se cambie por un bético loco y feliz de la cabeza en la antesala de penúltima jornada liguera. Depende de sí mismo y le falta un punto de seis, en el peor de los casos, para certificar otro año más su presencia en la élite europea la próxima temporada. El equipo está bajo mínimos. No gana, pero no pierde ni poniendo toda la voluntad del mundo para ello. No es mala cosa esa de estar protegido contra sí mismo. No digamos de los que ahora cuestionan a Monchi. Los «gnagnones» de Nervión.

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