Felicitémonos por tener a dos grandes

El empate en el Wanda Metropolitano, rubricado con el triunfo sobre el Athletic el pasado domingo, hizo que el Sevilla confirmara su decimoctava participación europea en diecinueve temporadas. «Otro año igual», le podrían cantar a Pepe Castro, como lo hacían con Luis Cuervas, pero con distinta entonación. Fue, junto a los números ligueros (menos derrotas de la historia, entre las mejores puntuaciones de la misma, el menor número de goles encajados) y el «Zamorazo» de Bono, sus logros notables. Lo demás, mejor olvidarlo, incluido el fútbol de antes y después de un equipo que iba en cohete y se quedó sin combustible, y al que la pérdida de órbita le hizo estrellarse en los planetas donde reina el K.O. No todo lo explica la epidemia de lesiones y ausencias que hubo de sorportar el plantel, pero sí sirve de eximente en momentos determinados.

Haber cruzado el rubicón de los cuartos de final de una competición europea y ocupado una plaza liguera de Champions le habría dado al Betis una matricula de honor «cum laudem». El sobresaliente ya nadie se lo quita. El título de Copa del Rey, tampoco. El disfrute por el juego del equipo en muchos partidos, se queda también al final de la Palmera, como el engorilamiento con las rachas goleadoras del plantel. Por ponerle un pero a la pera en que fue la temporada en verdiblanco, faltó acompasar las dinámicas del gol marcado y de los encajados para que las diferencias entre ambos hubieran aportado más puntos. Superar el gol por partido en contra lo terminó lastrando. Ahí queda trabajo por hacer. Con Pellegrini el grupo juega de memoria. Si encima se concentra bien en defender…