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La primera vez que vi a Jesús Rodríguez

La banda del Villamarín pide a gritos uno de esos extremos distintos que engañen con la pelota contándote su verdad

Ignacio Liaño Bernal

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Lo escribo un martes pero este déjà vu comienza a pensarse el sábado: un jugador del Betis Deportivo vuelve a desquiciar la sombra del Decano y merced a otra goleada hace verdaderas aguas la defensa de un histórico del fútbol español. Llámenlo por su ... nombre que ya les sonará a música su común apellido —porque lo van a llamar—, Jesús Rodríguez, igual que sucediera con un Juan Cruz que hoy es santo y seña de un Leganés que sueña en voz alta. Porque fue precisamente el Recreativo de Huelva el damnificado que sufrió a estos dos jóvenes extremos lucirse con la nodriza piel verde y blanca antes de ser requeridos por un Pellegrini que pide acción y frescura en tres cuartos de campo y que sea lo que ellos quieran. Desde su atalaya Cruz no bajó ya ni para recoger las cosas de su taquilla. Sólo para ejecutar aquella falta magistral que acabó con su último pequeño gran derbi en la Luis del Sol. Esas balas ahora las gasta sin miramiento desde los mejores balcones de Butarque. Y ansía el Betis en esa zona huérfana de Isco, Ayoze, Fekir y Rodri dinamismo sin florituras. Pura electricidad y desborde. Europa exigirá auténtica verticalidad desde el minuto uno. Y la banda del Villamarín pide a gritos uno de esos extremos distintos que engañen con la pelota contándote su verdad. Jesús es uno de esos elegidos, pero el beticismo debe estar preparado para verlo equivocarse; justo lo contrario a lo que aguantó Assane. Porque estoy convencido de que de verlo disfrutar y hacer disfrutar a quienes lo aplaudan acabará acostumbrándose.

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