Dos a cambio de muchos
Con las plusvalías que generen los traspasos de Cardoso y Jesús Rodríguez habrá suficiente dinero en las arcas para acometer fichajes indispensables
Decíamos ayer, para el articulista su última columna, que la única forma de crecer para el pelotón futbolístico, siempre con la espada de Damocles de la cuadratura del círculo económico, es vender bien y clasificarse para competición europea, por ser ambas las fuentes de ingresos ... más importantes. Decimos hoy que, aceptado ese argumento, las premisas quedan a expensas de la conclusión: comprar igual o más eficaz de lo que se fue y, obviamente, más barato de lo que se vendió. No se trata sólo de que las demarcaciones no mengüen su rendimiento, sino de tener más músculo deportivo en conjunto.
El Real Betis lo está haciendo bien, por más que haya quien se muestre disconforme con las decisiones del poder, más llevado por el sentimiento que por la realidad. ¿Cómo que Jesús Rodríguez se ha ido al Como? Porque los italianos van a pagar una millonada por un futbolista que no deja de ser una promesa, tan ilusionante como falta aún de consolidación en la élite, que puede llegar a convertirse en el fenómeno que auguraba su eclosión en el primer equipo o, por el contrario, en opción desde banquillo, como acabó siendo para Manuel Pellegrini al final de campaña.
Su sustituto va a ser Riquelme, un futbolista consistente y del que se espera rendimiento inmediato, «incluido» en la operación por Cardoso, este sí contrastado, al que no será fácil sustituir. Con las plusvalías que generen las dos operaciones habrá suficiente dinero en las arcas para acometer fichajes indispensables en todas las líneas del equipo: portería, laterales, centro del campo y ariete. Si se acierta en las contrataciones se tendrá una plantilla más sólida.
Ya para el olvido las penurias económicas, conseguido el ansiado 1:1 que permite gastar lo ingresado en traspasos, queda lo más difícil, el nirvana reservado a los más potentes: no tener que deshacerse de lo que se considere importante y firmar lo excelso –por cierto, ¿qué va a pasar con lo Celso?-. Visto desde la actual perspectiva parece utópico, pero también lo era estar cinco años consecutivos en Europa.
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