Del cerro a Pellegrini

Que haya que estar seis meses más en extramuros o si Manuel Pellegrini considera concluido su hasta ahora brillante ciclo en el banquillo verdiblanco, pueden esperar. Si para cambiar una bañera por una placa de ducha te tiras tres meses entre presupuestos y ejecutores de la obra, la construcción de la nueva preferencia del Villamarín y las nueve plantas del terreno aledaño, figúrense la demora que tendrá. Y en el caso del técnico, inútil preocuparse, porque o la decisión está ya tomada, más por él que por el club, me temo, o porque se desconocen las premisas de la que dependerá.

Lo que no puede esperar, porque a este paso se van a tener que ocupar de ella los arqueólogos, es la problemática arbitral. Lo que ocurrió el otro día en Valencia, tal como significó Pellegrini, sucede doscientas veces en las áreas en todos los partidos, pero fue a Altimira al que le anularon el gol. Que sí, que tiene el refrendo de la UEFA, pero lo que hay que preguntarse es por qué el VAR entra o no en las jugadas, por qué unos agarrones se sancionan y otros no, por qué los penaltitos dependen del estado de ánimo del árbitro principal y de su grado de amistad con el que está ante el monitor, por qué se descartan las imágenes que ratifican si hubo contacto o no y se usan sólo las que fomentan las presunciones. ¿Por qué? Dense por encuestados.