El árbitro del césped, al VAR
En el Mundial sub 20 de chicas los entrenadores pueden obligar al colegiado principal a revisar ante el monitor una acción conflictiva
Cinco jornadas llevamos de Liga y se pueden contar con los dedos de un pie los árbitros que no lucen algún escándalo en su haber. Esto sí que es un clásico y no el de merengues y culés, con o sin Negreira y otros presuntos ... de por medio. No es que los aficionados los pongan bajo sospecha, es que son ellos los que la avivan con la interpretación prêt à porter del reglamento o con la dejación de funciones que supone el dejar en manos de un colega, el del VAR, decisiones que le corresponden al del campo.
Los equipos sevillanos figuran en la lista de estupefactos ante la deriva de los silbadores. Si en el partido del Real Betis contra su tocayo Madrid, un pisotón de Courtois a Ruibal en el área no mereció sanción alguna, otro más cuestionable a Vinicius en San Sebastián acabó en el paredón del penalti. Y en el Sevilla, una mano de Isaac ante el Gerona, que necesitó cinco minutos de visualización ante el monitor del juez principal, derivó en pena máxima, mientras la de un defensor del Getafe, más clara, no tuvo siquiera la atención del tipo sentado en el trono absolutista de la sala VOR.
Y como lo justo no es criticar, sino ofrecer soluciones, ahí van dos de ellas. Dado que las decisiones realmente trascendentes se toman por parte de quienes tienen imágenes desde todos los ángulos, pongan ante la tele al que está en el césped y en este a un mandao, o a un robot a prueba de hackers que haga sonar la bocina como Harpo para llamar la atención de Groucho, cuando por el pinganillo reciba la orden de parar el juego.
La otra se está ensayando en el Mundial sub 20 de las chicas. Cada entrenador tiene dos tarjetas negras que, entregadas al cuarto colegiado a modo de requerimiento judicial, obligan al árbitro principal a revisar ante el monitor una acción que crea juzgable. Vaya, una conminación en toda regla al del césped para que se moje y no se ampare en el burladero de aquel otro a cientos de kilómetros. Si no ve por sí mismo un claro pisotón, una mano flagrante, una agresión a sus espaldas o un insulto a su persona, siempre se podrá pedir para él la incapacidad absoluta para su trabajo. Temporal o permanente.
Renovación automática | Cancela cuando quieras