De mensajes, felicitaciones y oportunidades perdidas
La agria relación entre Sevilla y Betis vivió un nuevo capítulo por un mensaje al exsevillista Maresca
Más que de la final que disputó el Betis, con dolor final por el nivel del rival que tenía delante, que uno no aprecia en toda su inmensidad hasta que lo enfrenta, pero con ese dulce regusto de pensar que se trata de la ... primera piedra de un futuro mejor, en la resaca sevillana se ha colado el asunto de la felicitación del otro club de la ciudad, el Sevilla, al campeón de la Conference. O, mejor dicho, al entrenador vencedor (ya que no se cita a su club), quien no es otro que Enzo Maresca, leyenda sevillista precisamente en su primera final europea. Como cerrando un círculo temporal donde el principal damnificado es el Betis, como si esto último fuese un asunto baladí. Una historia que ha propiciado que se saquen del baúl de los infaustos recuerdos felicitaciones anteriores, pellizcos de monja y toda suerte de enfrentamientos a la luz del flexo entre dos clubes que comparten demasiado y que se tiran de los pelos más de lo que deberían. Directa o indirectamente, ya que cada uno lo valore según los colores que le cieguen. Conocemos cómo han estado las relaciones esta temporada. Una ruptura saneada in extremis para volver a la casilla de salida a la mínima posibilidad. El público y cliente de ambas entidades compra toda sobrada de los suyos, cualquier mensaje con el que mofarse del vecino, aunque siempre se pueda argumentar el hecho. O casi siempre. Depende del rincón de donde provenga dicha felicitación o pulla.
Porque el Sevilla, en puridad, felicita a un exjugador y no al club campeón del torneo. Como hiciese con Mendilibar, Emery o Jiménez. Es su política de comunicación, un protocolo de cómo actuar en estos casos. También felicitó al Betis por la Copa del Rey y tenía guardado o escrito en borradores un tuit para hacerlo si salía vencedor de la noche polaca. El problema es que en el Chelsea estaba Maresca. Y es imposible esconder que iba a escocer. Nadie en Nervión puede asombrarse ahora del revuelo que se ha montado. No viven en Marte. Yo me pregunto si no hay formas distintas de comunicar tu felicidad por el éxito ajeno. O de si debes o no empatizar con tu vecino cuando está dolido por lo que pudo ser y no fue. Ya no es solicitar altura de miras, sino un poco de comprensión con el dolor cercano. Y si estás convencido de la felicitación, al menos esperar unas prudenciales horas a que el duelo se haya disipado o asimilado en parte. Porque sevillistas y béticos conviven diariamente en un espacio pequeñísimo, sin poder apenas moverte sin rozar al otro. No es lo mismo sonreír y callar en la derrota del vecino, que reír y que se te escuche, con la intención de que se dé cuenta el agraviado. Formas de verlo. Particulares. La mía es la de estar siempre por encima. No molestar aunque te apetezca. Aunque tengas motivos o recuerdos pasados donde vinieron a buscarte. ¿Ese mensaje consuela la temporada del Sevilla? Ni por asomo.
Muchos reclamarán que no puede ser guasa en un lado e inquina en el otro. No puedo estar más de acuerdo. Cuando el Betis ha errado se ha dicho. Al menos quien se haya atrevido. Al igual que con el Sevilla. Cada uno debe saber los muertos que tiene en el armario y cuál es su postura ante los sucesos que viva o sufra su eterno rival. No voy a entrar en la calificación o descalificación de sevillanía. Los títulos de señorío los atribuye siempre una mente subjetiva. Yo soy más de pensar en la educación. De no hacer lo que no me gustaría que me hiciesen a mí o los de mi entorno. De siempre mostrar una actitud de respeto ante el dolor ajeno o de sincera felicitación ante la emoción cuanto toca. Tampoco la de chulear si toco el cielo con los dedos. Un fair play ciudadano que se nos olvida justamente con el vecino, vista de verde o de rojo. No me hace gracia la guasa sevillana cuando se hace con inquina, gesto avinagrado y conciencia de hacer daño. Que cada uno disfrute lo suyo, que los problemas, como muchos han apreciado recientemente, aparecen solos y cuando menos te lo esperas.
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