Nadie dijo que fuese sencillo
El Betis mostró esa cara europea que ofrece dudas de si este equipo puede dar el salto al que tanto tiempo lleva aspirando
De la ilusión, a la duda; de la fiesta, al murmullo; del camino sencillo, a la primera piedra en el trayecto; del esto está hecho, al nos dejaremos la vida el próximo jueves. Está claro que el Betis afrontó la ida de de los ... octavos de la Conference con esa dosis de optimismo y confianza que le daba la buena dinámica liguera y el hecho de haber evitado al Chelsea hasta una hipotética final. Y en este deporte, más en la competición europea, la mirada lejana es incompatible con el rendimiento presente. Es necesario tener los pies sobre la tierra a la hora de no menospreciar al que tienes delante. Sobre el papel puedes ser superior, pero la hierba pone a cada uno en su sitio. Si le ganas al Real Madrid, puedes doblegar a cualquiera. Esta verdad incuestionable no interfiere en que si el duelo entre béticos y madridistas hubiese sido en competición europea, otro resultado habría deparado el partido ¿Por qué? Por ambas camisetas y escudos. Por el prestigio de unos y el tembleque que suele entrarle al Betis cuando le toca dar el paso definitivo por el viejo continente. No lo digo yo, es la historia la que se encarga de recordarlo. Nadie dijo que fuese sencillo. El Benito Villamarín al final registró mejor entrada de lo esperado, aunque peor de lo deseable. Nadie levantará la mano para asumir la culpa de una gestión que no fue la más acertada. De las lecciones se aprende, tarde o temprano. Como ese Betis que ya sufría dos varapalos europeos el pasado curso. Dos. Y en su estadio se volvía a evidenciar que Europa exige siempre lo mejor de ti. Lo mejor en mayúsculas. Lo bueno es que aún está a tiempo de tomar el camino correcto.
Le tocará dar su mejor nivel en Portugal. En territorio hostil y ante un Vitoria que, igual que el Betis, entiende de la oportunidad histórica que se le ha presentado por esa parte del cuadro. Lo que sucede es que los portugueses se ganaron por derecho propio esta posibilidad mientras que los béticos han ido sesteando en la Conference, como esperando el momento ideal para dar su mejor versión. Y no siempre aparece cuando presionas el botón de activación. Hace falta mimar el torneo para que un disparo que va hacia el palo, toque la madera y termine entrando. O que los golazos que anotó el Vitoria se marchen centímetros fuera. No es apelar a la suerte, sino darle a la competición lo que tú mismo esperas de ella: absoluta entrega para un final feliz. Para hacer historia. Esa que le está siendo esquiva a un Betis que se ha acostumbrado a este tipo de partidos. Que acumula presencias europeas como si fuese sencillo y que debe concienciarse en que no hay mayor felicidad que acercarse a la posibilidad de un título. Pellegrini siempre ha primado la Liga. No le culpo. Pero ese paso en Europa, ese peso que deben coger las trece barras en el panorama internacional sólo se lo puede dar, ahora, la Conference.
Isco terminó el partido, aparte de reventado, un poco molesto por el papel mostrado por el Betis. Evidentemente, su mensaje público fue el de apelar al partido de vuelta. A esa oportunidad de avanzar a cuartos. En el Betis se saben superiores. Eso no es malo. Da confianza en que si muestra tu máximo nivel no tienes por qué quedarse a mitad de camino. Los portugueses ya mostraron sus cartas en Sevilla. Preparan su particular encerrona en su estadio, esperando a un Betis arrugado y con poca personalidad. Ellos sí conocen desastres como el de Zagreb hace un año. Jugarán con ese factor. Porque ganar un título es lo más difícil que existe en el fútbol. Grandes clubes, con presupuestos mayúsculo, se han estrellado una y otra vez en los torneos por eliminatorias. Los mínimos detalles cuentan. La historia pesa, para bien y para mal. Del nos dejaremos la vida el próximo jueves, al esto está hecho; de la primera piedra en el trayecto, al camino sencillo; del murmullo, a la fiesta; de la duda, a la ilusión. El final no tiene por qué ser como el principio. El Betis puede, claro que puede. Pero le toca, de una vez por todas en Europa, demostrarlo.
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