Final de la Copa del Rey
El Betis, tu Betis, es campeón
El canterano Miranda hace el tanto decisivo en la tanda de penaltis para superar al Valencia y convierte su historia en el sueño de cualquier bético que celebró el cuarto título de su historia, levantado por una leyenda como Joaquín
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Iniciar sesiónDiecisiete años. Se dice pronto. La sequía iba camino de la mayoría de edad. Pero tenía que llegar su final. La zurda de Miranda. Un portazo de plata a la tristeza. A ese sino maldito que persiguió tanto a la causa verde, blanca y verde. ... Los penaltis la revivían. Pero no iba a ser así. Cuando Joaquín levantó la Copa elevó a miles y miles de béticos hasta el cielo, allí donde lo vieron tantos y tantos que están en el cuarto anillo. Miguel, Jorge, Luis, Juan Manuel, Antonio... Va por vosotros. Porque la celebración no es la misma sin ellos pero los que se han quedado festejarán el doble para que os llegue la alegría ahí arriba. Ganó el Betis. Es el campeón. Se quitó la chaqueta de equipo maldito y se puso la del orgulloso vencedor. Y qué bien se lo pasó su gente, cómo disfrutó esa curva Sur en la Cartuja con tu compañero de asiento, ese Villamarín con tu colega, esa Plaza Nueva hasta con desconocidos, ese salón de tu casa con tus hijos, esa peña con los correligionarios, ese bar con los amigos. Y el «Betis, Alé» llenó la noche de Sevilla.
No fue un partido fácil. Borja cosió una actuación sensacional pero el poste, el árbitro y el cansancio fue derribando las opciones de que acabara antes de los 120 minutos. Ilusos, creíamos que nos librábamos de la prórroga. El Betis tiene un pacto firmado con el tiempo extra, presente en las finales de 1977,1997, 2005 y 2022. Qué le vamos a hacer. Pero fue a los penaltis y marcó los cinco. Falló Yunus y a Miranda no le tembló ser el decisivo. Ese niño de Olivares que aprendió a andar al tiempo que decía Betis ya está en la historia. Como Dani. Como Joaquín. No había duda de que el triunfo iba a estar lejos de ser fácil, estaba claro. Y eso que el 1-0 tan pronto podía presagiarlo, pero un error por dentro habilitó a Hugo Duro, que hizo el empate también en la primera mitad. Canales y Juanmi se estrellaron con el poste. Hernández Hernández puso su miga de injusticia, porque se olvidó de expulsar a Guillamón y porque obvió un penalti a Fekir, diana de tantas y tantas faltas.
El duelo fue un ejercicio de supervivencia pero todo el esfuerzo merecía la pena. Ver a Joaquín junto a Felipe VI y a toda la hinchada bética feliz, radiante, loca. El portuense lo merecía porque su carrera es de oro, porque es el campeón de todo aquel que siente en verdiblanco. Porque Joaquín es una leyenda y el Betis ha sido el mejor en esta competición. Ha superado todos los obstáculos, hasta en la final. Y se acabó.
📺 𝗥𝗘𝗦𝗨𝗠𝗘𝗡 | Revive las mejores acciones de la finalísima copera que ha conquistado el @RealBetis ante el @valenciacf en la tanda de penaltis.#CopaDelRey | #CelebrarEsGanar | #LaCopaMola pic.twitter.com/tR5WCPyl2a
— RFEF (@rfef) April 24, 2022
Bordalás planeó un choque con ritmo entrecortado. Al contragolpe. En realidad todo el duelo se convirtió en una suerte de carreras. Las mejores ocasiones llegaron así. Porque el Betis sostuvo el partido a ratos pero no lo gobernó como suele. De todas formas, todo salta por los aires con el resultado final. Porque el triunfo lo reduce todo, difumina cualquier análisis. El fiel de la balanza estaría desequilibrado si las ocasiones, postes y acercamientos pesaran pero lo único que pesa en el platillo son los goles y ahí sólo hubo dos. Una prórroga muy condicionada por las sustituciones, que dejaron a los verdiblancos huérfanos del mayor talento que tienen en la plantilla, pero con valientes que iban a lanzar los penaltis con maestría, puesto que los cinco entraron en la meta de Mamardashvili y sellaron el triunfo.
El acierto en la tanda no es suerte, es ciencia. Y ahí hay mucho trabajo detrás. Mucha serenidad. Y una barbaridad de concentración. Miranda y Guardado bromeaban hace no mucho en una charla en una universidad diciendo que si el Betis tenía que ganar por penaltis suyos era una cuestión imposible. Y ambos lanzaron. También anotaron Willian José, Tello y Joaquín. Cómo no, el brazalete no pesaba, sino que era una inyección de fuerza. Los penaltis se lanzaron en la portería de la afición bética. La celebración fue mayor, gráficamente insuperable. La fiestas empezó ahí y se prolongó toda la noche porque al igual que el Calderón ahora es la Cartuja otro lugar de peregrinación.
Ahora que el Betis es campeón la vida cambia. Todo florece en verde, blanco y verde. Se acabó la lluvia. Pellegrini lo ha conseguido. Un equipo fiable y ganador. Haro y Catalán lo han bordado. Insistencia y ambición para crecer y crecer. Y esto no ha acabado aquí. Porque si en otros tiempos el título fue el preludio de una mala época porque no se supo digerir la alegría, porque la entidad no estaba preparada para asumir el paso de la adolescencia competitiva a la madurez como institución. Ahora todo está puesto y dispuesto para que estas alegrías no sean aisladas, que no sean fruto de la casualidad, de una generación de canteranos o de una pizca de suerte. Este Betis ha venido para quedarse. El gol de Miranda en la tanda, el partidazo de Borja Iglesias, la fe de Guido en cada balón, las carreras de Bellerín...
Y eso es lo que se ha tatuado el bético en el pecho, un escudo que late al son de su equipo soñando con que los sueños seguirán. Porque lo de la Cartuja es un paso, y qué paso, pero ha de ser un escalón hacia cotas mayores. Mientras eso se cocina, mientras eso sucede, ustedes disfruten. Que nadie les diga cómo. Porque la vida está hecha para ser feliz y si el Betis es lo que mueve su ánimo, están de enhorabuena. Porque el Betis, tu Betis, es campeón.
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