Boxeo
La última redención de Poli Díaz, el renglón torcido del boxeo español: «Si Tyson ha vuelto, ¿por qué yo no?»
El que fuera ocho veces campeón de Europa quiere volver a subir al ring a sus 52 años. Mientras, cuenta en ABC cómo se gana la vida trabajando en un taller mecánico y en una tienda de impresión de ropa
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Iniciar sesiónHablar de Policarpo Díaz Arévalo es hacerlo de un fenómeno social de los años 80, de un icono boxístico de los 90 y de un juguete roto de los 2000. Los momentos de gloria deportiva dejaron paso a los titulares desgraciados, una caída a ... los infiernos propiciada por las drogas que opacaron los ocho títulos de Europa y siete campeonatos nacionales con los que se alzó. Hace algo más de un año, regresó para dar lustre a una canción de la banda rockera Marea. «En las encías», se tituló. Allí, en el mismo lugar donde Poli Díaz impactó tantos golpes certeros a sus rivales. Fue el comienzo de su vuelta al frente mediático, cuyo protagonismo asciende un escalón ahora que ha anunciado su intención de volver a subirse al ring rebasadas las cincuenta primaveras.
ABC acude al encuentro del Potro de Vallecas. Acaba de regresar de Canarias, donde estuvo ocho meses con su novia alejado de cualquier perturbación. Nos recibe en un polígono de Collado Villalba, donde sus representantes le han puesto un piso para buscar su última redención : trabajar en una imprenta creando su nueva línea de ropa y colaborar en un taller mecánico, mientras se prepara para dar clases de boxeo en un futuro próximo.
En su rostro se dibuja una media sonrisa que convive con cicatrices perpetuas. Éstas dan cuenta de las muchas batallas lidiadas en el cuadrilátero, aunque pesan más las vividas fuera de la zona de pegada . Recordar las andanzas turbulentas no es una elección que corresponda a esta versión de Poli Díaz, más bien trata de establecer un lapso en el tiempo, como si evitar las reminiscencias sirviera para poner a cero el cuentakilómetros de los caminos oscuros . «Yo es que de eso no quiero saber nada ya, ni me preguntes. Ahora quiero pelear, por orgullo y por dinero», espeta.
El excampeón se muestra alegre con su regreso a Madrid. «Es una vida buena, ahora estoy mejor. Yo estoy rehabilitado desde hace años», comienza diciendo. ¿Qué ha cambiado entre el Policarpo de hace dos décadas y el de ahora? «¡Que tengo más años!», dice con sorna. Pero se sabe transformado: «Tengo más cabeza ahora, está más asentada. Sé lo que quiero un poco más. ¡Ya era hora!». Las respuestas del Potro de Vallecas no alcanzan a ser frases subordinadas. Se podría decir que la dicción continúa sin ser su mejor habilidad , algo insignificante para un hombre que se ganó la vida muy bien sacudiendo el mentón de aquel que osaba desafiarlo entre las dieciséis cuerdas.
Su rival, un «secreto de estado»
No es un secreto de estado que los malos hábitos liquidaron la carrera del púgil más carismático de su tiempo, pero sí lo es el nombre de quién será su contendiente cuando se suba de nuevo al cuadrilátero. « Yo ahora mismo no llenaría un estadio, llenaría cuatro . La gente vendría a verme, aunque sea por cotillear. Sería un sueño llenar el Santiago Bernabéu y si se queda gente fuera, más. Para eso tendría que pegarme con uno bueno, muy bueno. Contra Pacquiao sería un combate precioso, él es valiente, yo soy valiente», asegura Poli Díaz desde la tienda de ropa donde ayuda a dar salida al «merchandising». «¡La gente me sigue parando por la calle, eh!» , advierte. La nueva vida del que fuera estrella pugilística transcurre entre el local donde cuelgan los nuevos modelos con su figura de antaño y el taller que se encuentra al otro lado de la calle. «Yo es que he sido chapista, que no chapero», ríe. «Y además voy a estar ayudando en la imprenta, haciendo camisetas, gorras, mascarillas...», detalla a la par que revisa los bajos de un viejo automóvil sueco.
El artífice de los nuevos derroteros del Potro de Vallecas tenía una cuenta pendiente con el exboxeador. Así lo recuerda Poli Díaz. «Iba en una motillo a ver a una chavalita guapa por Antón Martín. Vi a un par de críos y les dije: "¡Qué coño hacéis aquí, con el calor que hace! Id al Retiro o a ver una película. Esa que echan de peleas". Me respondieron que no tenían un duro, pero yo tenía una moneda gorda en el bolsillo: "Tomad 500 pesetas, y me fui"». Caprichos de la vida, aquel adolescente era Antonio Ricobaldi , que junto a su colega de niñez pudo disfrutar de la cinta Contacto Sangriento, poniendo la primera semilla de lo que sería su matrimonio vital con las artes marciales y los deportes de contacto. Más de 30 años después, se ha tomado las molestias de volar hasta Canarias en busca de Poli , para devolverle con creces aquel detalle que nunca olvidó. Ricobaldi le presentó encima de la mesa un contrato para firmar por la promotora que regenta, Unlimited Global Challengers (UGC), y culminar así la última redención del renglón torcido del boxeo españo l. «Si Tyson ha vuelto, ¿por qué no voy a volver yo? He estado corriendo mucho por la playa. Estoy entrenando ya en Madrid. Mi intención es pelear, hacer un buen KO, y llegar a competir por un Mundial», profetiza.
Poli Díaz no es amigo de rebuscar en la memoria, prefiere enfrentar el horizonte que mirar por el retrovisor, por si las moscas . Pero el excampeón rememora dos batallas con especial dulzura, ambos campeonatos de Europa firmados con autoridad: el nocaut logrado ante el italiano Luca de Lorenzi fuera de casa y el KO fulminante ante el que fuera campeón mundial danés Gert Bo Jacobsen en el Palacio de los Deportes. «Cuando empecé a boxear yo ya sabía que iba a ser campeón. De hecho iba a ser campeón del mundo mil veces, lo que pasa es que me sujetó el menda y ya está », desliza en referencia al enganche a las sustancias que frenaron en seco su meteórica carrera. Ese escenario ha quedado atrás para el vallecano, consciente de que encara una última oportunidad para volver a ser provechoso y, por qué no, generar billetes. «Quiero crear material deportivo de boxeo, guantes, manoplas... También voy a hacer seminarios y dar clases a chavales. Me gustaría que de mis alumnos salgan estrellas, para decir: "¡coño, he subido yo a ese ahí arriba!"». Y así, entre frases que apuntan a otro objetivo, el de ayudar a cabalgar a las nuevas generaciones encima de los cuadriláteros, termina la conversación. El tiempo pone todo en su sitio. Que tenga un largo trote .
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