Niurka Montalvo, de profesión entrenadora
POR MANUEL FRÍASFOTO BORJA AGUDOMADRID. Se retiró de la alta competición tras el Europeo del pasado agosto en Gotemburgo. Sus 38 años (y más de 20 dedicada al atletismo) no daban para más -«de hecho
POR MANUEL FRÍAS
FOTO BORJA AGUDO
MADRID. Se retiró de la alta competición tras el Europeo del pasado agosto en Gotemburgo. Sus 38 años (y más de 20 dedicada al atletismo) no daban para más -«de hecho estuve dos años retirándome, sin conseguirlo»- y llegó ... el momento del adiós. Pero fue algo provisional porque lo que hizo Niurka fue dar un saltito, uno más en su carrera, del foso al banquillo, pues ya en el mes de septiembre estaba trabajando como entrenadora.
Nada más acabar el Europeo se operó de la rodilla, ya sin prisas para la recuperación, lo que no le impidió ponerse a trabajar inmediatamente en su nueva faceta. «Si hubiese sido atleta no hubiese podido trabajar, pero para entrenar a los demás puedo venir a la pista todos los días».
Niurka está ahora al lado de Rafael Blanquer en su club, el Valencia Terra i Mar. «Con Rafa se aprende siempre», apunta, y salta como en sus mejores tiempos de atleta cuando se le sugiere qué tiene que aprender a estas alturas una atleta que ha sido campeona del mundo. «No es lo mismo saltar que enseñar a saltar. Cada uno tiene sus defectos. Yo conocía los míos y ahora tengo que aprender a conocer y a solucionar los defectos de los demás».
Más de 400 niños
Al margen, trabaja con un grupo de más de 400 niños de entre 6 y 16 años de lunes a jueves. Los lunes, con cadetes, los martes y los miércoles, con infantiles, y los jueves, con juveniles. «Los niños me gustan. Les hablo, les digo cosas, hago que se piquen... les debe gustar lo que estamos haciendo porque si no no vendrían todas las tardes con el frío que está haciendo». Ríe cuando se le comenta cómo va a corregir a un discípulo suyo si deja el codo atrás, algo que Rafael Blanquer nunca pudo solucionar con ella. «Ninguno de mis alumnos deja el brazo atrás. El problema que tengo ahora con ellos es el de conseguir que se tiren a la arena, porque en estos primeros años todos caen de pie. Luego, ya iremos paso a paso».
Ya más en serio apunta que ese defecto que le acompañó durante la mayor parte de su carrera deportiva «se me pegó de adulta, porque de niña tenía una técnica muy depuradita. Mis entrenadores de entonces intentaron un cambio de técnica y un brazo se me quedó encasquillado mientras el otro iba más por libre. El movimiento de piernas iba muy bien, pero los brazos no tanto. No conseguí superarlo nunca».
Aún están en la memoria de muchos aficionados las imágenes de Rafael Blanquer lamentándose de que un salto largo se viese al final muy mermado por este inconveniente. «Calculo que por este defecto he podido perder 30 centímetros. El salto de 7,06 metros del Mundial de Sevilla (1999), que me valió el oro, fue un salto muy malo porque las piernas llegaron muy lejos, pero el codo cayó mal. Menos mal que en esa ocasión valía el primer puesto más que la marca y se consiguió pese a todo. Pero el del bronce que conseguí en el Mundial de Edmonton (2001) podía haber valido mucho más».
En aquella ocasión, Niurka Montalvo saltó 6,88 metros y la ganadora, la italiana Fiona May, sólo cuatro más, 7,02.
Coger un niño y subir con él
Reconoce que no se plantea ninguna meta para llegar a entrenar en la alta competición. «Para ello tendría que llegarme un gran talento y hay muy pocos. Luego lo tendría que saber llevar. Me gustaría más coger un niño e ir subiendo con él». Quizá podría ser su hijo Daniel (3 años) en el futuro, pero no lo ve tan claro: «Prefiere correr en vez de saltar», apunta mientras esboza su última sonrisa.
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