Deportes
Madres y deportistas: el reto de colgarse una medalla con un hijo
Cuatro deportistas olímpicas que también son madres explican a ABC cómo compaginan la atención que necesita un bebé con la exigencia del deporte de élite

De primeras, cuando hablamos de acudir a unos Juegos lo hacemos de cosas mayores. No van los buenos, no; van los mejores. Cuatro años de duro entrenamiento –cinco en pandemia– para tratar de cumplir el sueño que tenías cuando empezaste en tu ... deporte. Miles de horas de gimnasio, decenas de competiciones, de vuelos... y un hijo. Porque sí, se puede ser madre y deportista de élite al mismo tiempo. Aun así, no es nada fácil: faltan ayudas a la conciliación, los primeros años de crianza son agotadores y tu cuerpo se resiente. Pero al final, movidas por la pasión hacia su deporte, el que tanta gloria les ha dado, y el amor a sus hijos, a los que cuidan con mimo y atención, lo consiguen. Alzan la voz para que sean más las que se atrevan a dar el paso, conscientes del miedo que hay entre algunas deportistas a que sea un punto irreversible en sus carreras. Las carreras de Ona Carbonell, Blanca Manchón, Teresa Portela y Maialen Chourraut dicen lo contrario: hay éxitos después de dar a luz.
Las cuatro, además de campeonas, forman parte del Plan ADO , una serie de ayudas económicas que permiten a los mejores atletas del país dedicarse plenamente a mejorar en su disciplina. «Gracias a ellas se puede vivir del deporte», dice Blanca. Ona, una de las deportistas españolas más laureadas de la historia, opina igual: «Cuando te dedicas todo el día a entrenar y a ser la mejor del mundo no tienes tiempo para trabajar paralelamente. Resultan imprescindibles». «Lo es todo», añade Teresa. Y Maialen, que recibe la ayuda desde que era menor de edad, elogia los frutos que ha dado el plan desde su creación en los noventa: «Los resultados deportivos han mejorado mucho».
Ona Carbonell: «Los niños más pequeños deberían poder ir a Tokio»
En 2019, Ona Carbonell dio la sorpresa al anunciar su retirada temporal de la natación. De primeras, se perdía los Juegos de Tokio, la gran cita de 2020. Y es que en las fechas en las que se deberían haber celebrado de no ser por la pandemia, Ona estaba en otra cosa. «A punto de parir», explica. Por eso, el aplazamiento supuso una inesperada posibilidad de estar en sus terceros Juegos consecutivos: «Ir un año después de parir es muy difícil, pero me hace mucha ilusión. Tuvimos reuniones durante el embarazo para ver cómo hacerlo y al mes y medio de nacer mi hijo ya estaba entrenando».
A pesar de todas las dificultades, Ona lo tenía claro: «Llevaba tiempo queriendo ser madre, aunque la conciliación en el deporte de élite no es como debería ser y hay muchas adversidades. Por ejemplo, en un equipo de fútbol masculino la mayoría son padres, y en cambio, en uno femenino casi nunca hay una madre», reflexiona. En su opinión, «faltan ayudas» y, también, confianza en saber que se puede ser madre y seguir compitiendo por medallas. «Muchas mujeres no dan el paso por miedo a no volver a ser la misma. Ahora bien, todo se vuelve más difícil, y lo peor no es el entrenamiento, es la recuperación, que no existe. Estoy sacándome leche, que es un desgaste muy grande, y durmiendo muy poco. Mi vida ha cambiado muchísimo y el apoyo es fundamental».
Si consiguiera el billete a Japón en los Preolímpicos del mes de junio, Ona celebrará el primer cumpleaños de su hijo en Tokio, a más de 10.000 kilómetros de distancia: « No va a ser fácil. Me habría gustado llevarme a mi hijo porque es muy pequeño, aunque sea simplemente por la lactancia, y por eso suelo viajar siempre con él. Los niños más pequeños sí debería poder viajar a Tokio».
Blanca Manchón: «Quedarse embarazada todavía es un problema»

Blanca Manchón tenía 17 años cuando acudió a los Juegos de Atenas del 2004. Aunque entonces era una niña, recuerda bien aquella cita. «Me sentía como en un videojuego rodeada de deportistas tan grandes. Los atletas americanos, la selección española... Coincidí con Pau Gasol y Rafa Nadal y fue una experiencia increíble». De Atenas volvió con un meritorio diploma olímpico. En Tokio, con casi el doble de edad, buscará lo único que le queda para sellar una carrera fabulosa: «Voy a por la medalla», afirma. Entre medias, cientos de competiciones y premios; y un niño, el suyo. Cuando Noah nació en 2016, los patrocinadores la abandonaron. Dejaron sin apoyo a la que fue la regatista española más joven en unos Juegos, varias veces campeona del mundo y otras tantas de Europa. «Llegué a retirarme, pero mi marido me animó a presentarme a un campeonato mundial de windsurf amateur siete meses después». Y lo ganó.
Ha pasado un lustro, y hoy, Blanca compagina su pasión, el windsurf, con ser madre. «Quedarse embarazada siendo deportista de élite todavía es un problema . Desde el 2016 no ha cambiado absolutamente nada. Yo tuve la suerte de que luego conseguí resultados y llegaron nuevos patrocinadores. Pero esa primera competición la tuve que pagar yo. En general, las ayudas económicas son mínimas», explica. Ahora, su hijo Noah se ha convertido en su compañero de viaje a todas las competiciones: «Cuando eres mamá dependes mucho de tu hijo. Por la alimentación o por si se pone malito, por ejemplo, que se te para el mundo. Es muy sacrificado, pero se puede compaginar», opina. A Tokio, en cambio, tendrá que viajar ella sola por las restricciones del covid. «A nivel psicológico va a ser duro», confiesa.
Como muchos otros deportistas, Blanca temió que los Juegos se cancelasen. «Durante el confinamiento seguí entrenando porque no se aplazaban. Cuando se supo la noticia, me dio pena al principio, pero luego me lo tomé como una oportunidad para llegar mejor». El reto es mayúsculo si tenemos en cuenta que hablamos de un deporte, el windsurf, en el que un detalle, por mínimo que sea, marca la diferencia. Aun así, el billete a Japón ya es un premio para ella: «Me permite cerrar este ciclo deportivo siendo madre y teniendo toda la experiencia del mundo. Es algo que cualquiera soñaría».
Teresa Portela: «Volver a competir requiere trabajo y muchas lágrimas»

Cuando Teresa Portela participó en sus primeros Juegos, las Torres Gemelas figuraban aún en el ‘skyline’ de Nueva York. Lo más curioso, sin embargo, es que acudir a la cita de Sídney, evento soñado para todo deportista, no entraba en sus planes: «Mi objetivo era el campeonato de Europa júnior», cuenta hoy. Desde entonces no se ha perdido unos Juegos, y los de Tokio la convertirán en la primera española que acude a seis ediciones. «En estos años he evolucionado como piragüista, como deportista y como todo. He sumado experiencias, pero no cambia la ilusión con la que afronto unos Juegos. Ir a Tokio es increíble».
Sobre su edad, es tajante y los resultados la avalan: «Con 26 años ya la señalaban, pero no le prestó atención. Si en el día a día estoy bien en los entrenamientos, con buenos tiempos y motivada, qué importa el DNI. Me encantaría luchar otra vez por una final olímpica». Reconoce, además, que el confinamiento fue duro: «Estaba en mi mejor momento y me tuve que encerrar. La noticia era que los Juegos se celebraban y, mientras, en otros sí podían entrenar. Había una desigualdad».
A mitad de camino, nació su hija Naira. «Ser deportista de élite no es como cualquier trabajo, son 24 horas; y ser madre, también. Se resiente el sueño y el descanso y es difícil conciliar. Mi hija me reclamaba, y yo encantada, pero continuar con mi carrera fue complicado. Por suerte, cada vez más deportistas entienden que ser madre no significa retirarse. Se pueden hacer las dos cosas. Ser madre fue mi mejor decisión». No es, en ningún caso, tarea fácil. «Embarazo, parto, posparto, vuelta a los entrenamientos, recuperar la forma, competir… A nivel emocional tienes las hormonas disparadas. Es importante enseñar que se puede, que es duro. Requiere trabajo y muchas lágrimas, pero la recompensa vale la pena».
Maialen Chorraut: «Tomar la decisión de ser madre es complicado»

Un oro olímpico no está al alcance de cualquiera. A veces, ni siquiera una vida entera entrenando para ese preciso instante es suficiente. Maialen Chourraut es una de las que puede presumir de tener una medalla así en su casa. La logró en 2016, tres años después del nacimiento de Ane, su hija: «El objetivo siempre estuvo claro, y era ir a Río. En mi caso, quería mejorar como piragüista sin dejar de lado la crianza de mi hija. Quería compaginar ambas cosas, y no es fácil», explica. El día que se proclamó campeona olímpica, uno de los primeros besos que dio fue para Ane, presente entre los aficionados.
El oro llegó con mucho sacrificio y le pasó factura después. «Fueron tres años de máxima exigencia y cuando consigues el objetivo, tu cuerpo baja la guardia y la falta de descanso hace mella. Tuve muchas lesiones», reconoce. Por suerte para el deporte español, Maialen se recuperó y estará en los Juegos. «Llego muy bien a Tokio, rápida y cómoda. Haciendo fácil lo difícil. La ilusión de obtener un buen resultado está encendida». Por desgracia, las restricciones impedirán que se repita la imagen en Río con su hija: «Ella tiene siete años, pero una madre con un hijo más pequeño lo va a tener más complicado. Son decisiones muy duras». Así pues, aprovecha para reclamar más medidas para la conciliación. «Hay normas que hacen todo más complicado».
Durante más de dos meses, el confinamiento privó a Maialen de «tocar agua». «Te cortan las alas», dice. En casa improvisaron un gimnasio -«pequeñito», aclara-, pero no volvió a competir hasta después del verano. Ahora, con Tokio en el horizonte, empieza a disfrutar de la competición. «La temporada se alargó mucho y mi cuerpo lo notó». Maialen, como tantas deportistas que deciden ser madre, habla de la dificultad del camino, recordando al mismo tiempo lo gratificante que es: «Tomar la decisión de tener un hijo es complicado. Pierdes meses de entrenamiento y competiciones y es un parón en tu carrera. Un niño requiere mucha atención y tú también quieres disfrutar de él. Los primeros años son muy duros. Te exige mucho, pero la ilusión de cumplir tu sueño de ser madre y deportista está ahí».
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