España, nada de nado

El declive se arrastra desde hace tiempo. Sin la mano firme de Mireia Belmonte, con ausencias como la de Joan Lluís Pons y con nadadores ya con vistas hacia la retirada, los resultados no han parado de bajar. En Kazán 2015, Jessica Vall logró un bronce en 200 braza, hubo dos récords nacionales y otras dos finales y ya hubo voces de alarma. «No podemos estar contentos», se decía desde la Federación. La tendencia tuvo un pequeño repunte en Budapest 2017 , con seis finales y tres medallas: oro en 200 mariposa y platas en 400 estilos y 1.500 (las tres de Belmonte), pero la dinámica negativa fue imparable: en la cita de Gwangju 2019, se compitió en tres finales , con cero medallas; en este Budapest, cero finales.

Se intenta cambiar la rutina desde 2019, con cambios de visión, de estrategias y de nombres en el equipo técnico. Salió Fred Vergnoux y se han fichado nuevas voces como Sean Kelly, Rob Greenwood y Ben Titley , pero Budapest 2022 marca la línea más baja que se recuerda. Y no hay excusa posible. «Los resultados no son justificables. A nivel competitivo han sido muy pobres. Es un hecho que el sistema no funciona y es una realidad que España solo ha tenido cinco nadadores medallistas olímpicos en los últimos treinta años», analizaron Sean Kelly , director nacional de rendimiento de la Federación, y Ricardo Barreda , director nacional de programas. Señalan que faltaron algunos nombres (solo dos que acudieron a Tokio 2020) y que pesó la poca experiencia internacional de nadadores como Ángela Martínez (18 años), Paula Otero (18 años) y Carlos Garach (17 años), pero no hay excusas: «Que los nadadores compitan en sus mejores marcas de la temporada o personales es lo que podemos controlar, no las medallas ni las finales que podemos conseguir». «La actuación es mala, los resultados están ahí y no podemos justificar algo que es obvio. Podemos profundizar en el porqué, pero la realidad es que todos somos responsables: la federación, los clubes, los deportistas…», añade Fernando Carpena, presidente de la Federación, quien abundó en la involución: «A partir de 2013 hubo un cambio y una tendencia a la baja. Yo soy el responsable final. Ahora tenemos París a corto plazo, pero la nueva visión tiene que funcionar. Nunca hemos tenido tantos medios para la natación, hay que saber optimizarlos».

Los propios nadadores son los que también exigen una reacción. Como Jessica Vall. Cinco veces mundialista, afirmó que este año se lo tomaba como transición, pues con 33 años tiene la vida laboral fuera de la piscina más presente que nunca. Pero se clasificó para Budapest y se exigió como siempre, lanzándose al agua con más orgullo que preparación y ayuda. «No ha sido ni de lejos mi mejor marca. Me ha resultado difícil sin mi entrenador y sin apoyo detrás . Me ha hecho reflexionar sobre si he de renunciar al Europeo de Roma (en agosto). Tengo que hablar con la dirección técnica, valorar si mi papel encaja en el equipo y ver si podemos confrontar los dos objetivos», expuso Vall, que reclama la falta de ayudas para los clubes fuera de los Centros de Alto Rendimiento y para poder ser profesionales sin mirar todavía fuera del agua. Motivo por el que Joanllu Pons, otra de las grandes estrellas españolas, ni siquiera viajó a Budapest. Sin becas y pocos recursos para mantenerse, se plantea hasta acabar su carrera deportiva. «Este Mundial me coincidía con los exámenes y este año elegí los exámenes. Si voy al Mundial a ponerme el chándal de la selección es para dar lo mejor de mí y si no he entrenado a tope no iría cómodo».

Son 'debes' que se cargan en la mochila del presente, que tienen repercusión en la visión internacional de la natación española y en el futuro muy cercano. Kelly, no obstante, confía: « Este es uno de los momentos más difíciles de mi carrera, es un reto . Tenemos un plan, hay muchas fases de trabajo. Llega Ben Titley, que es el mejor entrenador que conozco, y Rob Greenwood ha dirigido con éxito dos centros nacionales en Reino Unido. Los mejores técnicos son importantes para que vengan a entrenar los nadadores, pero no es lo único. Los deportistas deben tener garantías de que el sistema funciona».

El que funciona es el de Estados Unidos, sobre todo, el de la incombustible Katie Ledecky , que cumple una década de dominio en las pruebas de media distancia, desde Londres 2012, cuando deslumbró con 15 años. A partir de ahí, los 1.500 y los 800 han sido siempre suyos, sin rivales, 27 mejores registros de la historia y otros récords, como ser la única, hombre o mujer, en conquistar cinco veces la misma prueba (800). De Budapest se lleva cuatro oros (800, 1.500, 400 libres y 4x200) y son 22 preseas mundiales en su palmarés, y son 19 oros -tres platas-. Solo Michael Phelps tiene más.

Australia saca veloces promesas cada año y triunfan en relevos mixtos, Italia no cede, hay récords del mundo húngaros como el de Kristof Milak, en 200 mariposa, dos oros para Rumanía (David Popovici) y hasta países con menos pedigrí como Bosnia (Lana Pudar, en 200 mariposa), Chile (Kristel Kobrich, en 1.500), Egipto (Farida Osman, en 50 y 100 mariposa) y Trinidad y Tobago (Dylan Carter en 50 mariposa) logran finales.