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«Ahora soy mejor persona, me quitaron lo malo»

En su última entrevista confesaba su felicidad al volver a casa tras cuatro operaciones y 72 días de hospital

«Ahora soy mejor persona, me quitaron lo malo» CELEDONIO

JESÚS MARTÍNEZ TEJA

El 14 de junio de 2009, El Diario Montañés publicó una larga entrevista con Severiano, que entonces convalecía de las operaciones a las que fue sometido en Madrid. Ballesteros se recuperaba de las cuatro operaciones —la tercera «muy peligrosa», según su propia definición— que le realizaron en el Hospital La Paz.

—¿Cómo es su día a día en casa, después de cuatro operaciones?

—Todos son iguales. Para mí no hay sábados o domingos. Me levanto a las siete y media de la mañana, me aseo, desayuno a las nueve, completo las hojas cognitivas que tengo que hacer como entrenamiento y a las once y media bajo al gimnasio, donde realizo todo tipo de ejercicios. Luego llegan los contrastes. Me meto en la sauna a 95 grados y siguen duchas de agua fría. Esta parte es bastante incómoda. Después subo a la casa, almuerzo, hago una pequeña siesta y más tarde juego al golf o voy a caminar por la playa.

—¿Pasó por muchos momentos depresivos, tuvo altibajos?

—Durante los 72 días que pasé en La Paz estuve bien de ánimo. Incluso gastaba bromas. Después, sí, vino un bajón cuando comencé a ver mis limitaciones. Cuando me dijeron que no veía por la parte izquierda, que no podía conducir, que no podía ducharme solo y que tenía que depender de alguien, lo veía todo muy mal. Fue cuando peor lo pasé psicológicamente.

—Por fin le dieron el alta y volvió a casa, a Pedreña.

—El hospital no era el lugar ideal para la recuperación. Siempre les insistí a los médicos en que el mejor sitio era mi casa. Cuando, por fin, los médicos me dijeron que podía irme me llevé una gran alegría. Un gran momento fue la vuelta a Pedreña, sintiendo la satisfacción de estar aquí, de entrar en mi habitación y dormir en mi cama.

—Los oncólogos insisten en valorar su fortaleza. Ha dejado escrito que los médicos salvaron tu vida.

—El doctor Heredero (bromea) me dejó una buena herencia. Ha sido uno de los tres médicos, junto a Isla y Pérez Álvarez, a los que debo la vida. Quiero decir una cosa: en España, muchas personas que, desafortunadamente, han pasado por situaciones similares a la mía, se han ido a Estados Unidos y no han salido adelante, entre ellos mi padre. También gente tan conocida como Rocío Dúrcal, Rocío Jurado, Pedro de Toledo y muchos más. Con esto digo que en España tenemos los mejores hospitales y los mejores médicos. No hace falta ir a Estados Unidos para nada.

—¿Le ha cambiado la enfermedad?

-Sí, naturalmente. Veo la vida de una forma muy distinta y me doy cuenta de que a veces nos enfadamos por cosas bien tontas. Me he dado cuenta de otras cosas, sobre todo de lo importante que es la familia. Los médicos y mi fortaleza física salvaron mi vida, pero el hecho de tener siempre el apoyo de mis hijos y de mis hermanos ha sido vital para sacar esto adelante.

—¿Quién es ahora Ballesteros?

—Creo que soy una persona especial. Y digo que soy una persona especial porque me considero normal, muy normal. Y hoy en día no hay muchas personas normales. He aprendido a valorar las pequeñas cosas, ya que te das cuenta de que la vida hay que encararla de forma más sosegada, medio en serio y medio en broma. Estamos de paso, hay que disfrutar lo que se pueda y, sobre todo, no dar importancia a cosas que no la tienen y que en otras circunstancias terminan en un disgusto innecesario e inútil.

—El hombre que salió del quirófano, entonces, no es el mismo.

—Naturalmente. El Seve de antes es distinto al de después. Me siento mejor persona. Mi carácter ha mejorado, soy más amable y tolerante. Cuando veo cosas buenas las digo porque hay que decirlo. La palabra tiene mucha fuerza, es importante quererse y saber decir a una persona «te quiero».

—Ha sido extraordinaria la respuesta ciudadana.

—Nunca lo agradeceré bastante. Dicen que la felicidad está en el amor y el amor es tanto cuando quieres como cuando te sientes querido. El hecho de recibir miles de llamadas y de mensajes ha sido de gran ayuda. Valoro especialmente los de aquellos que yo sentía que eran mis amigos y no me han fallado. Amigos que demuestran que te quieren, como Manolo Piñero, que vino con Angelines, su esposa, sólo para verme. O José María Olazábal, que estuvo en el hospital.

—En su encuentro con los Reyes les dijo que le han quitado la parte mala y queda la buena.

—Lo dije cuando los Reyes tuvieron el detalle de venir a verme en Santander. «¿Qué tal estás?», me dijo Doña Sofía. Respondí que «ahora estoy muy bien, porque desde que me han quitado la parte mala sólo queda la buena y me encuentro mucho mejor». Los Reyes se echaron a reír.

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