«La mujer del año»: Katharine Hepburn contra el béisbol

En la primera película de las nueve que juntó a Hepburn y Tracy (y en cuyo rodaje se enamoraron), este clásico debate entre el pan y el circo provoca que los dos protagonistas se conozcan. Tess hace unas declaraciones en la radio pidiendo que se prohíba el béisbol, al que considera un desgaste de energía que puede ser aprovechado para enviar más hombres al frente. Sam le responde en una ácida columna. Y del choque surge el romance.

En su primera cita, los dos acuden a la tribuna de prensa de un partido de béisbol. Lo que despierta las iras del resto de colegas de Sam, ya que éste rompe una vieja norma: no se admiten mujeres. La escena resulta deliciosa, con Hepburn preguntando insistentemente por todas las reglas del deporte y tapando con su enorme sombrero la visibilidad de las filas anteriores, o bien despertando las iras de un periodista aficionado demasiado furibundo.

En el fondo, la dicotomía entre el mundo de los deportes de Sam y el de la política internacional de Tess habla del choque entre sus dos caracteres. Él es un tipo cercano a las costumbres populares que aspira a una vida normal y corriente. Ella, una ambiciosa periodista, adicta a la actualidad, que frecuenta a presidentes del Gobierno, espías y políticos perseguidos, ganadora del premio a la Mujer del Año (de ahí el título).

Logran entenderse cuando ella llega a un término medio: él no la quiere ni como la Tess Harding adicta a su trabajo ni como la señora Craig siempre metida en casa y pendiente de su marido, sino como Tess Harding-Craig. Se trata también la reconciliación periodística. Tanto el mundo de los grandes asuntos políticos como el más desenfadado de los deportes son parte ineludible en cualquier diario.

Además de esta pequeña disertación sobre el mundo del periodismo deportivo, hay mucho más en "La mujer del año", que es, sobre todo, una película terriblemente divertida. El episodio de la noche de bodas con el cuarto de los novios lleno de embajadores y políticos que reclaman la atención de Tess, la hilarante escena en la que ella trata de preparar un desayuno, el ex boxeador amigo de Sam que siempre cuenta el mismo combate...

Y, a modo de curiosidad, la práctica a la que hace mención la cita inicial (enviar a dos reporteros a los partidos) era habitual en el periodismo norteamericano de entonces. El "negro" solía encargarse de recopilar en bruto todos los detalles del encuentro, y el reportero estrella se encargaba de pulirlos y convertirlos en un texto de calidad. Eran mejores tiempos para la prensa, desde luego.