De Cecilio al oro

MADRID. Sin remontarse al pleistoceno, al jurásico que cualquier deporte guarda en su memoria, el balonmano español comenzó a llegar a la retina del gran público a partir de determinados nombres, Colpisa, Goyo, Atlético de Madrid, Cecilio Alonso, Lorenzo Rico, Barcelona, Uría... Un largo camino de reveses y éxitos, de picos irregulares en la popularidad, de sequías y medallas hasta el oro de Túnez en un pabellón, El 7 de noviembre, y una fecha, el 6 de febrero. Cecilio Alonso, uno de los impulsores del balonmano en España, repasa con ABC las claves de la ruta.

Desde que debutase con la camiseta española en 1977, con sólo 17 años, Cecilio Alonso ha conocido cuatro seleccionadores: Antonio Roncero, Emilio Alonso, Domingo Bárcenas y Juan de Dios Román. Con ninguno llegó a rozar el caramelo de una medalla, una final o algo semejante. Eran otros tiempos, más artesanales, más vocacionales, tal vez más apasionados.

«Nosotros éramos pseudo-profesionales -cuenta el antiguo lateral del Atlético de Madrid y el Barcelona-. Sólo nos entrenábamos una vez al día porque al deporte no se le podía exigir más. En los años ochenta empezamos a entrenarnos en dos sesiones diarias. La mayoría éramos estudiantes que jugábamos al balonmano. Con el tiempo, cambiamos la prioridad del estudio por el trabajo. La dedicación exclusiva apareció a mediados de los ochenta y desapareció la figura del entrenador que hacía todo el trabajo, físico, técnico, médico».

El balonmano y el mundo estaban divididos. Había un Telón de Acero, un muro que separaba las ideas y una fractura en lo deportivo. «Tuvimos que pelear contra los equipos del Este -recuerda Cecilio-. Eran muy fuertes, tanto tácticamente como físicamente. Sufrimos bastante contra ellos. Estaba la URSS, la RDA, Yugoslavia, Rumanía... Lo peor es que había una rotación constante de equipos. Salían como conejos de la madriguera».

Barcelona, Bidasoa y Teka

El tránsito a los noventa deparó una novedad efectiva y anímica, la evidencia de los títulos. El Barcelona de las cinco Copas de Europa consecutivas (seis en total), los éxitos en el mismo torneo del Bidasoa y el Teka. «Fue un salto a las victorias. Hasta entonces nos costaba un mundo ganar algo y a partir de ahí nos dimos cuenta de que éramos tan buenos como el que más -razona el ex jugador-. Cuando entras en la dinámica de los triunfos el ambiente del deporte se contagia. Y yo creo que ese espíritu de las Copas de Europa se trasladó a la selección».

La cadena se rompió en el cambio de siglo. La selección española logró cinco metales en un tramo corto: plata en los Europeos de España (96) e Italia (98), bronce en el Europeo de Croacia (00) y en los Juegos de Atlanta (96) y Sidney (00). La sequía de cuatro años en blanco coincidió con el cambio generacional que retiró a Urdangarín o Guijosa, dos pilares del periodo triunfal de los noventa.

El balonmano y sus practicantes han cambiado mucho, en opinión de Cecilio Alonso, hoy ejecutivo en la empresa del pavimento y que ejerció como jefe de prensa del Atlético durante cuatro años. «Hoy el balonmano es mucho más veloz que antes. Los jugadores le dedican todo su tiempo, hay más nivel físico, los clubes están más preparados, el cuerpo mejora con tantos cuidados. Yo mido 1,97 y en mi época era uno de los más altos. Hoy todos miden 1,97 y son mucho más elásticos. El balón se mueve cada más rápido, se marcan más goles. El cambio de las reglas también ha influido. No esperar al rival en el saque de centro ha acabado con la lentitud y el aburrimiento. Como siempre, hay jugadores específicos en ataque y defensa. Eso no ha cambiado, pero sí los hábitos en el campo. Ahora los jugadores son cada vez más especialistas».