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Atletismo español, éxito sin champán

La marcha salvó a una selección que no remató la ilusión de la velocidad con triunfos

Saúl Ordóñez fue una de las decepciones al quedarse fuera de la final de 800 metros EFE
José Carlos Carabias

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Concluyó el Campeonato de Europa y para España el símil de su participación es la carrera del relevo 4x400. Una medalla de bronce, sí, de valor incalculable, gloriosa porque solo una vez se había conseguido, pero con sabor escaso porque el oro, la eternidad, estaba ahí, a 50 metros de la zancada extenuada de Bruno Hortelano . Un éxito sin champán. No ha habido asalto a la cumbre, como anunciaba la atmósfera de optimismo contagioso antes del certamen, sino una sólida representación en la que siempre hubo dos caras.

España extrajo diez medallas de Berlín, aunque dos fueran postizas (las del maratón por equipos). Ocho placas «reales». Las mismas que hace dos años en Ámsterdam, si bien aquí hay que consignar que un oro perteneció a Ilias Fifa , castigado cuatro años por dopaje después de una investigación policial y reprobado por su conducta tramposa por los responsables de la federación. Seis medallas hubo en Zúrich 2014, cinco en Helsinki 2012 y seis en Barcelona 2010.

La selección ha ocupado el noveno lugar en el medallero oficial y el quinto puesto en la clasificación por puntos, el ranking que engloba a los finalistas (los ocho primeros de cada prueba). Progresión pero sin lanzar cohetes que inviten a descubrir una realidad completamente nueva. Evolución, progreso y mejora, pero también chascos. «Han sido unos campeonatos grandísimos para el equipo -analiza el presidente de la Federación, Raúl Chapado -. Ha habido actuaciones maravillosas y un tono general dentro de lo previsible».

Gente de asfalto

No éramos velocistas, como por error pronosticaron los cronistas, los sabios del atletismo español y hasta los técnicos federativos. Éramos, como siempre, marchadores, gente de asfalto. La marcha atlética proporcionó a España su día de gloria con los oros de Álvaro Martín y María Pérez, y la plata de Diego García, en 20 kilómetros. Brindó con la soberbia plata del guerrero obstaculista Fernando Carro y apreció el bronce de la marchadora Julia Takacs, la triplista Ana Peleteiro , el vallista Orlando Ortega y el relevo 4x400.

No hubo más medallas en velocidad que esa agonía del estupendo equipo de relevos y esa recta interminable para Bruno Hortelano. El velocista nacido en Australia era el portavoz de una generación, magnífico embajador con valores añadidos, la compostura, el saber perder, el reconocimiento del rival, los mensajes en positivo… Y una fiera corriendo a toda mecha después de salir de un hoyo oscuro en su vida personal por el accidente de tráfico.

Hortelano hizo una carrera descomunal en 200, con la segunda mejor marca de su vida (20.05), pero según sus asesores igual pecó de fogoso, de salir muy rápido y pagarlo al final. Demasiado corazón. Algo parecido le sucedió en la final del 4x400, admitido por él mismo. «Salí a fuego, me quedé sin fuerzas en las piernas y a rezar». Con Hortelano se puede ir al fin del mundo , y solo hay que esperar su total restablecimiento después del diagnóstico de «mano catastrófica» que lo tuvo dos años parado y en depresión. «No salí del hospital para ganar medalla, sino para estar aquí. Si estaba más abajo del cero, ¿cómo va a ser una decepción el cuarto puesto?», se preguntó con razón. El problema fueron las expectativas, ese intangible que irradia la esperanza de algo mejor. Tal vez demasiada euforia después de los campeonatos nacionales en Getafe.

Otros protagonistas

En la rueda de prensa que organizó la Federación al comienzo del Europeo estaban Peleteiro, Husillos, Hortelano y María Vicente. Gente joven, rápida, dinámica y con verbo fácil para transmitir alegría. Los protagonistas españoles del campeonato han sido otros: María Pérez, granadina de Orce que se hizo marchadora por las charlas en los colegios que daba un excampeón señalado por el dopaje Paquillo Fernández. Álvaro Martín, marchador pacense que ha terminado Ciencias Políticas y perpetúa la tradición atlética española. Diego García, antiguo compañero de entrenamientos de Martín que protestó por la falta de sensibilidad de los periódicos deportivos por no valorar en su portada la gesta de la marcha. Y Fernando Carro , el atleta de barrio propietario de una plata maravillosa en 3.000 obstáculos.

Las teóricas figuras no han rematado, salvo Peleteiro, quien se declaró insatisfecha con el bronce en triple salto.«Me queda un pequeño resquemor –indicó Chapado–. Una sensación agridulce por Ana Peleteiro (a un centímetro de la plata), Adel Mechaal (cuarto en 10.000), Javi Guerra (cuarto en el maratón), el 4x400 (bronce cuando acariciaba el oro) y Orlando Ortega, que si no toca la valla es campeón».

Esa misma impresión agridulce se transfiere al aficionado, que captó la ardiente previa del campeonato, la creciente ilusión por los jóvenes y la velocidad y el cambio de jerarquías en disciplinas inexploradas. La eliminación de Saúl Ordóñez en las semifinales de 800, cuando llegaba con la mejor marca europea, fue un varapalo para el atleta y para la expedición. Los jóvenes apuntan a un futuro radiante, sí, pero los resultados decretaron el fin de la abundancia y la referencia siempre segura del soporte tradicional del atletismo español, la marcha.

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