La F-1 asume el final de la abundancia
Empresarios y trabajadores ya aceptan que el derroche y el marketing han pasado a mejor vida
Los éxitos en la Fórmula 1 se celebran a pie de garaje con Moet Chandon, of course. A los atuendos de los trabajadores no les falta un centímetro de tela convenientemente patrocinado. Los empleados de las escuderías, una marabunta en los aeropuertos después de las ... carreras, viajan siempre en clase business. Y los jefes de la tropa, los Briatores, Dennis y compañía, siempre en primera clase, saloncitos y camas privadas a 4.000 pies de altura. La leyenda ostentosa de las fiestas en el mundillo no forma parte del inventario de tópicos: son tan suntuosas como se pregona. Existe la competencia por enseñar el yate más faraónico en el puerto de Mónaco. Y también el énfasis por dar que hablar con la galería de «motorhomes» expuestos al público y al enfoque de las cámaras. Siempre la propaganda, la apariencia y la imagen por encima del deporte. Así era hasta este invierno de los Maddof, Lehman y demás. Ha llegado la crisis y ha decretado el final de la abundancia.
Las escuderías de Fórmula 1 han entrenado estas semanas en Jerez y Portimao (Portugal) y por allí flota esa mancha negra. Crisis, miedo, pánico. El adiós de Honda ha generado unas expectativas preocupantes para un negocio que tenía fama de intocable. Pero, como reflejo de la salud económica mundial, de la apuesta de las grandes multinacionales del planeta, la F-1 se ha apretado el cinturón. A la fuerza ahorcan.
«El modelo es insostenible si no se reducen los costes», advirtió Max Mosley, presidente de la FIA. Pero el mundillo, inmune a todo tipo de vaivenes, transformó la advertencia en el cuento del pastorcillo y el lobo. No hizo caso de las señales y ha terminado por caer en las fauces de la crisis.
«No hay que darle publicidad, pero el socavón es profundo», advierten los empleados de los equipos. La cuestión no afecta sólo a las grandes marcas. También a los patrocinadores de segundo nivel, a los pilotos que aportaban dinero por correr en la Fórmula 1 o la GP2 o a los empleos indirectos -sobre todo a los proveedores-. «Una buena parte de los equipos se enfrenta a una cuestión de supervivencia», advirtió Colin Koles, el jefe del modesto Force India.
Intermediarios y negociantes ya saben que los primeros recortes han recaído sobre el marketing, la publicidad, los exclusivos catering y servicios vip de ese estilo.
Despidos y recortes
Una de las decisiones anti-crisis de la FIA consistió en suprimir los entrenamientos durante la temporada. Cuando empiecen las carreras en Australia (29 de marzo de 2009) no habrá más ensayos hasta noviembre. Esto equivale a la pérdida de 200 puestos de trabajo por cada uno de los grupos de prueba de las escuderías punteras.
Otro ejemplo. Al reducirse las evoluciones aerodinámicas de los coches (están prohibidos los apéndices aerodinámicos), los equipos de F-1 ya han decidido recortar los turnos en los túneles del viento. En vez de tres los 365 días del año, ya hay equipos que trabajan con un solo turno. Como en cualquier fábrica. Con menos horas laborables para los túneles del viento, hay menos datos que procesar en los departamentos informáticos y de diseño. Sobra personal. Las gentes de la F-1 no quieren ni imaginar lo que sucedería si en próximos años se suprimen los repostajes, como se anuncia. Una cadena de despidos.
Toyota ha gastado más de mil millones de euros en su proyecto de Fórmula 1 y no ha ganado ninguna carrera desde que se estrenó en 2002. Hay abundantes rumores sobre Renault y su pervivencia en el mundillo. Se tambalea la marca, se escucha. Briatore no garantiza su continuidad más allá de dos años, dicen que dice. El patrocinio de ING acaba esta temporada, aunque Alonso ya ha dicho que duda que todo sea cierto.
De momento, Renault se va a presentar en un escenario modesto (Portimao, Portugal, 19 de enero), sin alardes, para matar dos pájaros de un tiro. Al día siguiente se entrenarán por primera vez Alonso y Piquet con el nuevo R29. Hay que ahorrar.
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