Una Super Bowl marcada por la polémica de las trampas

Se habla de los anuncios que se emitirán por la televisión –el partido es la plataforma publicitaria más importante del año-, de qué tal lo hará Katy Perry en la actuación del descanso –hay mucha gente a la que solo le interesa eso-, del dinero que mueve la «Super Bowl», de los famosos que irán al estadio de la Universidad de Arizona a ver el partido…

Pero este año hay una polémica deportiva, arrastrada desde la final de conferencia entre los Patriots y los Indianapolis Colts, que domina la opinión pública: el «Deflagate» o la acusación de que el equipo de Boston desinfló las pelotas ovaladas para facilitar su victoria. Una pelota con algo menos de presión es más fácil de lanzar y de recibir, sobre todo en condiciones de mucho frío, como ocurrió en ese partido.

En el centro de la controversia está el veterano «quarterback» Tom Brady, figura dentro y fuera del campo. Fuera de EE.UU. es más conocido por ser el marido de la modelo brasileña Giselle Blundchen. Dentro de su país, por una carrera impresionante: lleva 15 temporadas en los Patriots, ha ganado tres campeonatos, ha jugado cinco finales y ha sido elegido mejor jugador de la liga en dos ocasiones. Su posición es la de director de juego, encargado de lanzar pases y marcar las jugadas.

Muchos han apuntado que él está detrás de las pelotas desinfladas, entre otros, el que ha sido su ídolo como «quarterback», Joe Montana, o el célebre entrenador de los Oakland Raiders John Madden. Pero también le ha dejado algún recado uno de sus rivales de este domingo, el polémico Richard Sherman, que tiene la lengua tan rápida como las piernas. «No van a suspender a nadie, no va a pasar nada», protestó la semana pasada. Poco antes había dicho que Brady no era «el chico bueno, que hace todo bien y que nunca tiene una mala palabra para nadie» que la gente cree.

La verdadera batalla, sin embargo, estará este domingo sobre el césped. Los analistas, las casas de apuestas y los aficionados sudan para encontrar un favorito. Es difícil recordar una «Super Bowl» tan igualada. Son dos pesos pesados de la liga, favoritos desde el principio de la temporada y cada uno cuenta con bazas a su favor.

Los Seattle Seahawks tienen una de las mejores defensas de la liga, un «running back» –jugador que recibe un pase a la mano del ‘quarterback’ y trata de sobrepasar en carrera la línea defensiva contraria- poderoso como Marshawn Lynch y un «quarterback», Russell Wilson, con un buen pase largo y una fortaleza física y rapidez comparable con pocos jugadores en su posición. Los New England Patriots intentarán agarrarse al peso de su primera línea defensiva, al buen momento de Brady –que ha sabido adaptarse a sus crecientes limitaciones físicas- y a Rob Gronkowski, el mejor «tight end» de la liga, una posición en la que el jugador parte de la línea de defensa del «quarterback» para recibir pases.

Los Seahawks han llegado a la «Super Bowl» de milagro, después de una remontada épica en la final de conferencia contra otro de los grandes de la liga, Green Bay Packers. Los Patriots –con o sin pelotas desinfladas- lo tuvieron mucho más fácil contra los Colts. Pero nada de eso contará este domingo cuando la pelota –las que se utilizarán en el partido llevan días bajo custodia para evitar que nadie les quite aire- vuele en el cielo de Arizona tras la patada inicial.