golf
Cheyenne Woods, la sobrinísima
Señalada por su parentesco con Tiger, desprende el carisma de su tío mientras se reivindica con su primer título
Cheyenne Woods, la sobrinísima
No es fácil llevar una apellido famoso. Salvo contadísimas excepciones (Kobe Bryant, Damon Hill, Diego Forlán...) por lo general los hijos no han superado las exitosas carreras de sus progenitores; y si la relación ya no es directa, sino de tío-sobrino, el caso de ... Rafa Nadal aparece como el del pariente que supera a la estrella familiar.
En el mundo del golf hay casos en los que los hijos siguen los pasos victoriosos de sus padres (Nacho Garrido jugó una Ryder Cup, como Antonio, y Kevin Stadler va a jugar el próximo Masters, que ya ganó Craig) pero sorprende que ahora haya alcanzado notoriedad una sobrina. Alguien que lleva la misma sangre que el mejor jugador de la historia, Tiger Woods. Es Cheyenne, la sobrinísima.
A sus 23 años, esta joven de Arizona está acostumbrada a la fama. Muy a su pesar, desde que su abuelo Earl (el padre del número uno mundial) la aficionó a este deporte, siempre ha tenido que soportar las mismas preguntas y las comparaciones con su tío. Cansinas las primeras y odiosas las segundas.
Tanto en su etapa colegial, como en la universitaria y, desde hace dos años, en la profesional. De ahí que tuerza el gesto cuando se le hace referencia al parentesco (es hija del hermanastro de Tiger) y cambie de tema en cuanto puede.
«Sé lo que significa llevar este apellido —declaró tras ganar el domingo su primer torneo profesional, en Australia — y en buena parte me ha servido para saber soportar la presión todos estos años. Pero creo que me he ganado, a partir de ahora, ser conocida simplemente como Cheyenne, no como la sobrina de Tiger».
Lo dijo sin dobleces, con una sonrisa en la boca y con el deseo de poder vivir su propia personalidad. Quienes la trataron en el Open de España, al que asistió el pasado verano, coinciden en que se trata de una chica muy abierta y divertida, que no se aprovecha de sus orígenes para nada.
Cercana y simpática, no dudaba en quedarse firmando autógrafos en el Club de Campo Villa de Madrid hasta que se iba el último aficionado. Incluso, protagonizó una entrañable anécdota con una niña de once años (Almudena Esteban) que, ni corta ni perezosa, le pidió ser su caddie. Y la golfista accedió encantada ante la emoción de la pequeña.
El carisma, como se ve, lo comparte con el Woods mayor, aunque marcado por una enorme sonrisa, algo difícil de ver en éste cuando va por el campo. Tampoco el resto de sus condiciones son similares a las de «el Tigre», pues él siempre va al cien por ciento y trata de ganar la máxima distancia en cada golpe.
«Yo soy más del estilo de Ernie Els, que lo hago más suave y, si en algún momento necesito potencia extra, la saco», reconoce. Lo que tiene claro, en cualquier caso, es que ahora se le abre un nuevo futuro. Ya con la tarjeta del Circuito Europeo asegurada, recibirá muchas invitaciones para jugar en el LPGA, su gran objetivo.
«Sé que tengo talento y trataré de sacarlo adelante, pero tampoco me voy a volver loca. Este deporte está lleno de altibajos y hay que saber lidiar con los momentos buenos y con los malos. Lo que tengo claro es que no me voy a obsesionar con objetivos a corto plazo». ¿Y el número uno mundial? «No es mi prioridad ahora mismo —corta con una sonrisa—. Me queda mucho trabajo por delante».
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