Tour de Francia: los 10 mejores corredores de todos los tiempos
Philippe Thys en una imagen de 1913, el año en que ganó su primer Tour - ABC
CICLISMO

Tour de Francia: los 10 mejores corredores de todos los tiempos

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  1. Philippe Thys, el primer superclase

    Philippe Thys en una imagen de 1913, el año en que ganó su primer Tour
    Philippe Thys en una imagen de 1913, el año en que ganó su primer Tour - ABC

    El ciclista belga fue el primer gran campeón de la historia del Tour. Ganó tres ediciones (1913, 1914 y 1920) y pudo conseguir una cosecha mucho mayor si la Primera Guerra Mundial no se hubiera interpuesto en el camino de tantas cosas. Rodador, escalador y esprínter, «Basset» (ese fue su apodo en alusión a un perro de patas cortas) tocaba todos los palos del ciclismo y fue un precursor de la dietética y de la preparación física.

  2. Gino Bartali, superviviente de la guerra

    Imagen de Gino Bartali de julio de 1953
    Imagen de Gino Bartali de julio de 1953 - AP

    Bartali ganó dos veces el Tour de Francia con diez años de diferencia entre su primer triunfo, en 1938, y el segundo, en 1948, hito que no volvería a producirse en toda la historia de la carrera. No cabe duda de que sin el parón de la Segunda Guerra Mundial, el florentino podría haber igualado e, incluso, superado el récord de victorias de Thys. Excepcional escalador, ganó además tres Giros de Italia y fue el gran rival de otra leyenda, su compatriota Fausto Coppi.

  3. Fausto Coppi, el «Campionissimo»

    Fausto Coppi llegando a meta en una etapa del Tour de Francia
    Fausto Coppi llegando a meta en una etapa del Tour de Francia - ABC

    Los Tours de 1949 y 1952 quedaron grapados a su nombre. Igual que 5 Giros de Italia. Para algunos especialistas, nadie igualó jamás la clase y la estampa del ciclista piamontés. Dominó de tal forma el Tour del 52, realizando auténticos prodigios en la montaña, que los organizadores crearon una prima especial para quien acabara segundo en París. El «afortunado» fue Ockers, a más de 28 minutos. Tercero fue el español Bernardo Ruiz, a 34 minutos, seguido de Gino Bartali, gran rival de Coppi, a 35 minutos.

  4. Louison Bobet, de panadero a héroe

    Bobet en una contrarreloj del Tour de 1953, el primero que ganó
    Bobet en una contrarreloj del Tour de 1953, el primero que ganó - ABC

    El «panadero de Saint-Méen», apodo que le acompañó por el oficio que ejercía en su ciudad natal antes de dedicarse a pedalear, ganó tres Tours de forma consecutiva (1953, 1954 y 1955). Corredor completo y excelente clasicómano, de carácter duro y a veces agresivo con sus rivales, llegó a la categoría de héroe nacional en Francia.

  5. Jacques Anquetil, la calculadora humana

    Anquetil (derecha) junto a su gran rival, Poulidor, en el Tour de 1964
    Anquetil (derecha) junto a su gran rival, Poulidor, en el Tour de 1964 - ABC

    En 1964, Jacques Anquetil, el primero de los pentacampeones, tenía trabajo en el Tour. Un tanto sobrado, se había permitido el lujo de montarse una chuletada en Andorra, en la jornada de descanso, mientras sus rivales entrenaban. Los días siguientes fueron de cuchillos largos. Por las cumbres pirenaicas volaban Bahamontes y Jiménez, y el más encarnizado rival de Anquetil: Poulidor. Y llegó la gran cita: Puy de Dome, la primera etapa de la historia que fue retransmitida por televisión.

    Francia tenía el corazón partido. Durante toda la ascensión, los dos grandes enemigos subieron literalmente codo con codo. Pero, a falta de 1.500 metros, Anquetil perdió fuelle y Poulidor escapó. Allí pudo Jacques perder su quinto Tour, pero sacó su calculadora mágica, esa que solo tienen en su cabeza unos pocos elegidos, y gestionó su sufrimiento cada metro, cada pedalada. Conservó el maillot amarillo por apenas 14 segundos. Después, en la contrarreloj final en París, ratificó su victoria. Para algunos frío y calculador, para otros elegante e inventor del ciclismo moderno, Anquetil ganó los Tours de 1957, 1961, 1962, 1963 y 1964 sin dar una pedalada de más, pero tampoco una de menos.

  6. Eddy Merckx, el insaciable «caníbal»

    Merckx en una contrarreloj del Tour de 1969, que ganó
    Merckx en una contrarreloj del Tour de 1969, que ganó - ABC

    La ambición de Eddy Merckx siempre estuvo por encima de sus cualidades físicas. En contra de la moda actual, fue el ciclista de todas las estaciones, de todas las carreras, el que esprintaba para ganar hasta las metas volantes. Cinco Tours de Francia (1969, 1970, 1971, 1972 y 1974), cinco Giros de Italia, una Vuelta a España y más de una decena de monumentos del ciclismo jalonan una carrera excepcional. El belga nunca tuvo una digestión pesada. Después de comerse los kilómetros, los rivales y las victorias, solo deseaba pegarse un atracón de lo mismo.

  7. Bernard Hinault, el patrón orgulloso

    Hinault se impone al sprint a Sean Kelly en una etapa del Tour de 1978
    Hinault se impone al sprint a Sean Kelly en una etapa del Tour de 1978 - ABC

    El francés Bernard Hinault dominó el pelotón con puño de hierro, con lo que se ganó el respeto, pero no el cariño de sus compañeros. No le gustaba que nadie se desmandara. Poco amistoso, competitivo en grado extremo y muy completo, el «Caimán» o el «Tejón» (los dos apodos que le colgaron y que hacían referencia a su tenacidad) se impuso en los Tours de 1978, 1979, 1981, 1982 y 1985. Esta última victoria fue un canto al orgullo. Tras ser derrotado un año antes por su ex pupilo, Laurent Fignon, se retiró a la campiña a lamer sus heridas y preparar su venganza. Volvió al Tour y lo conquistó con la nariz rota y los ojos amoratados por una caída después de resistir los ataques de Roche, Delgado... y la ambición de un agazapado Lemond. Los campeones que venían.

  8. Laurent Fignon, la juventud insolente

    Fignon sonríe en una etapa del Tour de 1989, que le arrebataría Lemond (a la izquierda)
    Fignon sonríe en una etapa del Tour de 1989, que le arrebataría Lemond (a la izquierda) - REUTERS

    La trabajada victoria en la Vuelta a España de 1983 le costó cara a Hinault, que renunció al Tour. Oportunidad para los outsiders. Y en mitad del fragor de la batalla, con los españoles Ángel Arroyo y Pedro Delgado animando el cotarro, con el líder Pascal Simon rompiéndose la clavícula en una caída, el maillot amarillo cayó sobre las espaldas del alumno aventajado del «Caimán», Laurent Fignon. Al año siguiente, el rubito con gafas y fuerte carácter arrasó haciendo gala de una clase arrolladora, dejando a Hinault segundo a más de diez minutos. El parisino saboreó las mieles de la victoria a principios de los 80, y sufrió una amarga derrota en 1989, cuando perdió el Tour por 8 segundos tras una contrarreloj en su ciudad, ante su público, a manos de Greg Lemond.

  9. Greg Lemond, el más listo de la clase

    Lemond (izquierda) e Hinault ascienden el Alpe D'Huez en el Tour de 1986
    Lemond (izquierda) e Hinault ascienden el Alpe D'Huez en el Tour de 1986 - AFP

    Hay quien cree que nunca nadie en ciclismo consiguió tanto exponiendo tan poco, pero este norteamericano tricampeón del Tour (1986, 1989 y 1990) era mucho más que un chico avispado que sabía elegir siempre la mejor rueda a seguir. Corredor completo, escalador resistente y gran contrarrelojista, Greg Lemond sucedió a su jefe Hinault y aprovechó su astucia y la tecnología (el famoso manillar Scott) para arrebatarle el Tour de 1989 a Fignon en una contrarreloj de vértigo. En 1991 se topó con la horma de su zapato, un tal Miguel Indurain.

  10. Miguel Indurain, una fuerza de la naturaleza

    Indurain, flanqueado por Rominger (izquierda) y Jaskula en el podio de París en 1993
    Indurain, flanqueado por Rominger (izquierda) y Jaskula en el podio de París en 1993 - EFE

    Con Perico Delgado nos subíamos en una montaña rusa. Con Miguel Indurain, íbamos en butaca. Un hombre tranquilo y, al mismo tiempo, una fuerza de la naturaleza con menos de 30 pulsaciones en reposo y capaz de doblar en una crono a rivales que habían salido seis minutos antes que él, el navarro enlazó cinco Tours de forma consecutiva (de 1991 a 1995) con un estilo muy personal, haciendo y dejando hacer, mandando pero sin amedrentar. Extraordinario contrarrelojista, su ritmo en montaña podía resultar asfixiante y era capaz de montar emboscadas como la célebre de 1995 camino de Lieja.

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