Xavi Daura: «La reacción negativa y la ofensa son naturales. Pero pegar no, por favor»
No te rías que estás cancelado
El humorista acaba de publicar su segundo libro, 'Quemar dinero', una parodia delirante sobre el mundo del cine y el capitalismo
Juan Carlos Ortega: «Si haces reír al objeto de la crítica y burla, estás salvado»
A Xavi Daura (Barcelona, 1985) le conocemos por Venga Monjas, el dúo poshumorístico junto a Esteban Navarro que creó Da Suisa (los salvajes Simpson catalanes) o sketches de inolvidable turbiedad como el de los caramelos Roldo, entre tantos; dieron la nota prontito por ... YouTube. El también monologuista es también escritor y acaba de publicar su segunda novela, 'Quemar dinero', un regalo de risa cuyo capítulo inicial empieza en 'El Hormiguero' para parodiar, en conjunto, el mundillo del cine y los efectos del capitalismo en las cabezas. Aprovechamos para preguntarle en profundidad por su libro y hábitat, filias, fobias y hasta pesadillas.
-Un nazi le ha pegado a un humorista en el escenario y lo ha subido a redes. El nazi ha duplicado a sus seguidores en Twitter y el humorista se ha quedado igual. ¿Qué moraleja se puede extraer?
-Es un poco preocupante. Las cosas se han ido dando en este orden y lo peor es que incluso tiene una lógica, o sea, que puedes entender por qué ha pasado así. Creo que es signo de los tiempos estos en los que vivimos, de Twitter, en los que todo se polariza a extremos loquísimos. Yo recomendaría darle menos importancia a Twitter en general, relajarnos un poco.
-¿Qué hay después del post-humor, el género de Venga Monjas de comedia desconcertante e incómoda?
-Yo espero que solo haya caídas y 'slapstick'. Mi ilusión con respecto a la comedia sería algún día poder hacer comedia sin ni siquiera palabras, simplemente pegándome trompazos, sabiendo caer bien y haciendo gracia con ello. En el cine mudo de Buster Keaton o de Charles Chaplin, para mí ahí está el diamante.Todo lo que hemos ido añadiendo luego está muy bien, pero el núcleo es ese. 'Back to the basics', Harpo Marx. Me encantaría hacer una tesis sobre Harpo Marx, dedicarle por lo menos un año de mi vida a estudiar ese personaje que es mudo, que precisamente ahí está lo zen y lo sabio.
-El pelotazo en la entrepierna.
-También. Saber jugar el pelotazo en la entrepierna para mí es lo más sofisticado que hay.
-El primer capítulo de su nuevo libro es en 'El Hormiguero', en donde Pablo Motos invita a una ganadora del Oscar por una película sobre un trans a quien no le dejan ser apóstol por ser «avanzade a su tiempo». Los ejecutivos le aconsejan a la cineasta que explote algún trauma en el programa.
-Le dicen si tienes algún tipo de problema físico, mental o algún trauma, y que hable de ello porque da muchas reproducciones y genera 'engagement' en redes. El objetivo de visibilizar ciertas cosas, que a lo mejor el problema es que no se visibilizan, es bueno. Pero hay un momento en el que todo eso se vuelve lo normal, lo 'mainstream,' y se empieza a usar en favor de vender, en favor de un objetivo capitalista. Y eso llevamos años viéndolo como cada vez que llega junio, que es el mes del Orgullo, todas las empresas de repente se ponen las banderas con los colores LGTBIQ+. Y hay un punto de risa. Bravo que apoyes la causa, pero por otro lado ¿a quién quieres engañar? ¿Desde cuándo tú...?
-Parodia la industria del cine, ¿le parece un mundillo particularmente mofable?
-Sí, la industria del espectáculo es un ámbito mofable en cuanto a que, bueno, es el circo, ¿no? El circo de toda la vida, antes eran grupos de gente que iban de pueblo en pueblo montando carpas y dando espectáculo. Hoy en día ya son supercorporaciones que van a tu casa a través de las plataformas o de la televisión o del cine.
-¿El cine de Hollywood qué le parece? Y, en general, ¿qué cine le gusta?
-A mí el cine de Hollywood me parece apasionante. Me acuerdo que hace años fui a Los Ángeles y ver que son todo polígonos industriales, rodeados de montañas con mansiones en las que viven los famosos, y hay un coche que va a buscar el famoso a su mansión, lo lleva al polígono y luego por la tarde lo devuelve a su mansión, a mí eso me parecía terrorífico pero a la vez increíble. La magia del cine es esto, los polígonos, no tiene nada de glamour. Y eso me gusta, esa especie de maquinaria brutal. Soy muy típico, me flipa Spielberg, no tiene nada de original, me encanta cómo usa el lenguaje visual. De hecho, las pelis de Spielberg creo que si las pones sin voz, aún así se entienden. Hay algo muy puro. Por otro lado, me gusta mucho el cine clásico, me reconforta. Las pelis en blanco y negro, las pelis de los hermanos Marx, me parecen lugares muy fresquitos en los que resguardarse. Hoy en día el director que más me interesa sería Adam McKay, que ha dirigido varias comedias con Will Ferrell pero también ha dado el salto a dirigir películas más serias, basadas en hechos reales. Ha hecho el 'biopic' de Dick Cheney, que está genial, y la última peli que hizo es la de 'Don't Look Up', con Leonardo DiCaprio, que mi libro tiene mucho de ese espíritu, que te cuenta que hay un meteorito que va a destruir la Tierra y la peli trata de cómo se trata a nivel mediático. No cómo vamos a hacer que no llegue el meteorito, sino cómo podemos hacer que no afecte a las elecciones de tal político, que la gente lo entienda pero tampoco entren en pánico...
-Aparte de satirizar el mundo del cine, el dinero es el otro gran pilar del libro. Por el terror de perderlo de repente, una pregunta rara: ¿es el dinero la caja fuerte que nos esconde de la vida real? Como que nos inoculan necesidades absurdas y miedos que ya, entonces, nos guían.
-La pregunta es si el dinero es una caja fuerte en sí mismo... Estoy de acuerdo, sí. O sea, vivimos en una época en la que te dicen que el dinero es lo más importante e incluso que te da la felicidad. Siempre se ha dicho «el dinero no da la felicidad» y parece ya un poco naif decir eso. Creo que el dinero es importantísimo, obviamente tiene mucho protagonismo en nuestras vidas, lo que pasa es que habría que también hacer un poco de pedagogía de empezar a ver el dinero como una herramienta, no como un fin. Una herramienta, como el trípode de esta cámara o como una puerta, que te ayuda a vivir mejor e incluso es una herramienta que se puede convertir en otras cosas. Tu dinero se puede convertir en un coche. Lo de la herramienta para mí es una manera de dar a entender que es muy importante, pero igual no es lo más importante. Lo que pasa es que, claro, decir esto... yo lo digo porque vivo bien, me dedico a lo que me gusta, entonces puedo pillar esta perspectiva. El problema es cuando alguien no tiene dinero, no llega a final de mes y, claro, decirle esto es difícil porque «necesito esa herramienta porque si no me voy a morir».
-En el libro, la película se llama 'Dinero + Tiempo' que es un poco la definición de la felicidad.
-Ese es el tema. Todo el mundo le da mucha importancia al dinero pero poca gente está relacionándolo con el tiempo, que realmente ahí está un poco el truco. La gracia del dinero no es solo tenerlo, sino saberlo administrar en el tiempo. Es decir, estamos dándole mucho valor al dinero pero: ¿quién se está preocupando del tiempo?
-¿Estamos siendo humillados por el dinero?
-Creo que no, que estamos siendo humillados por el cinismo que genera la gente que de verdad mueve dinero. El 1% ese del que siempre se habla, ese 1% atrincherado detrás de millones de billetes. Ahí hay un cinismo bastante fuerte, que creo que es lo que se podría decir que nos humilla, sí.
-¿Qué referentes literarios ha manejado en 'Quemar dinero'?
Por un lado, también muy fascinado por todas las mutaciones capitalistas, sobre todo en Norteamérica, todo este mundo de David Foster Wallace me encanta. De hecho, tiene un relato que se llama 'Mi aparición', que es sobre una actriz que va al programa de David Letterman en los 80 a promocionar una serie. Es todo el viaje mental que tiene esa actriz desde antes que va al programa hasta después. Y ese relato no lo he intentado emular pero ha servido de referencia para la protagonista que va a 'El Hormiguero', que nosotros vemos cada día en nuestra tele y es muy entretenido y parece como muy tontorrón, pero detrás de eso hay toda una guerra psicológica muy heavy, y todo un equipo de gente pendiente de que se diga lo adecuado, de que se enganche bien cada comentario y todo quede divertido. Por ahí David Foster Wallace me ha influenciado mucho. Y por otro lado también está una autora que descubrí el año pasado, que es Laura Fernández, que la descubrí con su novela 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus', que me chifló. Esta autora tiene una gran fascinación por el proceso creativo mismo, por qué contamos historias, de dónde salen las historias, tiene un estilo como muy alegre y a veces incluso parece como naif pero ves que tiene una profundidad brutal y que también hay mucho drama ahí.
-Volviendo a la comedia, ¿qué le hace reír lo que más?
-Harpo Marx me hace feliz. Es más allá de reír, me hace feliz. Es esa tontería total, de un personaje que le da igual todo y que es medio tonto pero yo creo que es el más listo con su tontería. Es el que vive más feliz y es el que normalmente incluso tiene razón, sin decir nada.
-¿Y qué humor no le hace gracia?
-Si está bien hecho, todo está bien. La gracia es que algo que no te esperabas que pudiese hacerte gracia, de repente te genera una risa. Pero el tipo de humor que menos me interesa es el negro visto como el cómico o cómica que de repente dice: «Yo solo hago humor negro y soy terrible, cuidado conmigo porque voy a decir aquí unas locuras que os van a petar la cabeza». Y se puede hacer muy bien, y de hecho mucha gente lo hace muy bien, incluso yo mismo muchas veces exploro el humor negro sin darme cuenta, porque al final es que la vida te lleva a hacer reflexiones que igual son un poco más controvertidas o más crueles. Pero me da rabia quien se sube al escenario y simplemente te pasa lista de todas las cosas polémicas o que no se pueden decir y ves que igual no está haciendo ningún chiste. Simplemente está diciendo pues el atentado de ETA tal, el pederasta pam... Esta movida, si no hay ninguna reflexión y ningún chiste, pienso: otro.
-Cuando está depre o ha tenido una muy mala noticia, ¿es posible salir a hacer un monólogo para provocar risa?
-Bueno, yo por suerte no suelo estar mal. Me considero una persona afortunadísima, no diría que estoy triste... O sea, sí que estoy triste porque es natural estar triste en la vida, pero no me gusta hacer exhibicionismo de eso. A mí me pasaba más con Venga Monjas, que recuerdo vivir alguna que otra ruptura sentimental y era como en plan: «Anoche mi novia me dejó, no he dormido nada, estoy tristísimo, la vida no tiene sentido y ahora me tengo que disfrazar de Simpson y hacer un vídeo que sea extremadamente loco y ridículo». Y eso sí que es verdad que lo viví en más de una ocasión y al final me di cuenta de decir: «Hostia, pues es una suerte que este sea mi trabajo». Quiero decir, que si la situación fuera la misma, pero tuviese que irme a currar como vigilante de parking igual estaría mucho más hundido. El poder distraerme haciendo el loco con mis amigos era una suerte.
-¿Los humoristas son gente triste o alegre?
-El humorista que está siempre alegre y siempre haciendo bromas, hay un momento que puede llegar a cargar un poco. Por otro lado, el humorista que en su vida privada está como triste y tomándose muy en serio a sí mismo, a mí me parece todavía más aburrido. En general diría que los humoristas a los que les va mejor, los más profesionales, los más famosos, son gente que en su vida normal lo llevan con una normalidad total. Como de a mí me gusta estar tranquilo en mi casa, disfrutar de mi familia o irme los fines de semana por ahí.
-¿Tiene alguna pesadilla como monologuista?
-El hecho de salir al escenario, no hacer gracia, incluso que te insulten, lo he vivido y considero que es parte de mi trabajo. Pero la cosa que más terror me puede dar es quedarme en blanco, porque eso te puede pasar tanto en un mal show como en un buen show, un día cualquiera. Quedarte en blanco y decir: «Ostras, qué venía ahora». Normalmente, se hace el ridículo. Porque creo que la gente llega a notarlo o que algo raro pasa.
-¿Hay un ambiente competitivo entre los monologuistas?
-Inevitablemente sí un poco porque hay un punto de estamos aquí todos intentando destacar y el trabajo solo se lo pueden dar a uno. Por otro lado, en Barcelona, hay un sentimiento muy de hacer piña, de alegrarse por los triunfos de tus compañeros y cuando a uno le va bien hay que celebrárselo y cuando a uno le va mal también hay que ayudarle. Yo lo noto bastante así. Y creo que aquí en Madrid, por lo menos con los cómicos y cómicas con los que yo me relaciono, noto que hay ese sentimiento también de equipo. También es verdad que muchas veces es eso que decía antes, que al ser un cómico que puedo vivir bien de ello, para mí todo es un poquito más feliz y más fácil. Ahí notas que hay ciertas situaciones frustrantes que sí que pueden llevar a ciertas envidias o ciertos malos rollos. Mi consejo sería que no te dejes llevar por ese mal rollo. Pero, por otro lado, te puedo entender.
-El tema de Will Smith pegando a Chris Rock, lo del nazi... ¿es una nueva moda o siempre han estado expuestos?
-No creo. Es terrorífico que haya este tipo de respuesta tan extrema. Pero los cómicos tenemos que ser conscientes de que nuestro trabajo depende de una reacción y damos mucho por sentado que tiene que ser positiva, y no tiene por qué. La reacción negativa o la ofensa son reacciones naturales que puedes encontrar en el público. Por otro lado, el público, hombre, se puede ofender, pero no pegar, por favor. Y luego... yo no lo he vivido, pero hay mucha herencia de cómicos que han ido actuando por pueblos y que a veces a lo mejor han tenido que salir corriendo de ahí. En plan, que a la gente del pueblo no le ha hecho ni pizca de gracia a algo y les iban a zurrar. Creo que no hay que pegarse en ningún tipo de contexto. Lo de Caravaca para mí no es tanto un tema del mundo de la comedia, sino del mundo de Twitter. Lo veo como una consecuencia de toda esta polarización tan loca de Twitter, de que todo el mundo tenga que estar constantemente a la greña. Y sí que hay un punto de que una posible consecuencia era que en algún momento alguien saliera a la calle y se pegara. Lo peligroso aquí es que hay un discurso mediático detrás, con gente que ha dicho que si le dijeran algo a mí hijo igual también le pegaría una hostia. Pero, seamos conscientes de que si eso se reivindica el peligro es que se normalice el agredir a gente que no te gusta lo que hacen, ya sean cómicos o panaderos. No hay que agredir y punto.
-¿Cree que Broncano y 'La Resistencia' va a triunfar en TVE?
-Decía Ortega, que le entrevisté hace poco, que si haces reír al objeto de la burla y la crítica, estás salvado. Que implica también un poco saber reírse de uno mismo, ¿no? ¿Cree que se nos ha podido olvidar esto?
-Reírse de uno mismo tiene ese grado de inteligencia muy hábil y útil que es importante. Creo que los cómicos y cómicas, si nos reímos de algo, hay que reírse hacia arriba, hacia los que están por encima de ti, que ahí sí que puedes ser más agresivo y atacar. Para mí el juego es ese. Está el poderoso, pero luego está la gente que puede burlarse de eso o reflexionar. Por otro lado está el hecho de que si tú consigues que tu objeto de crítica se ría, pues es genial. Y eso tiene que ver con lo que decía del humor negro también. Un cómico que hace humor negro, si hace humor sobre una enfermedad terminal es una cosa. Pero si el chiste que hace sobre la enfermedad terminal es suficientemente inteligente o está bien hecho como para que alguien que padece esa enfermedad se ría y pueda llevarlo un poquito mejor o relativizar un poco el dolor que le genera eso, a mí eso me parece genial y lo más sano.
-¿Qué político le hace reír?
-La respuesta obvia sería Ayuso, pero me parece que es lo que busca, así que voy a decir Joe Biden en el momento de hace poco cuando su saludo con el Papa. Se encontraron cara a cara, el Papa iba en silla de ruedas, y Biden se agachó incomprensiblemente, nadie sabía bien qué quería, y chocó frente con frente con el Papa que estaba como diciendo: «Vale, de acuerdo, esto es lo que quieres que hagamos ahora, que nos demos como una especie de pico de frentes». Ese momento me parece comedia absoluta. Ahí Joe Biden está intentado proyectar una imagen de dignidad absoluta y en realidad está quedando como un demente. Me hace muchísima gracia.
-Hace años entrevisté a Miguel Noguera y dijo: «No me siento identificado con la figura de aquel que viene a hacerte reír, tener que yo hacerte reír para mí es una condena». ¿Le sucede algo así alguna vez?
-No. Lo que pasa es que Noguera tiene este punto de tragedia griega. Tener que yo hacerte reír a ti como una tragedia durísima. Yo planteo todo de una manera mucho más sencilla. Soy cómico, vivo de que la gente se ría de lo que les pueda plantear. No tengo que desesperarme por hacerles reír, sino simplemente pasarlo bien e intentar que todo fluya positivamente. Y Noguera sí que tiene como esta cosa más performática, más artística, que de hecho es muy talentoso con eso. El tío es super original y yo diría que incluso es superdotado a nivel cómico, siempre generando roturas y chistes divertidísimos y muy surrealistas. Vamos, en su trato personal está todo el rato como a toda velocidad generando coñas muy divertidas. Lo que pasa es que a él le da como apuro el rollo este de: «No quiero que sea mi trabajo, no quiero que sea una obligación o un chantaje». Creo que él lo ve como un chantaje: «Si no te hago reír, entonces me vas a destruir». Y bueno, eso también tiene un punto honesto de decir no quiero apropiarme de un trabajo que no siento mío.
-¿Le da miedo que le deje de hacer gracia hacer gracia?
-No. Puede cambiar de forma y de estilo pero la risa sigue ahí para siempre a menos que haya un problema clínico que entonces, obviamente, sí me daría miedo. Tener una depresión clínica sería algo terrorífico. Hay una cosa que me ha pasado alguna vez que es perder los nervios por completo. Al actuar siempre hay un punto de nervios, sobre todo al principio, que se pasa bastante mal. Y eso con los años he ido intentando reducirlo por supervivencia. Y hubo una vez que reduciendo me quedé sin nervios por completo, que podría parecer algo bueno pero de repente sentí que ya no me hacía gracia nada de mi show. Al no tener nervios, entras en un estado de que todo te da igual y nada importa tipo: «Y qué coño hago yo aquí». Y eso sí da un poco de miedo, porque pensé: «¿Habré perdido la motivación?». Hasta que entendí que no, que había hecho una gestión de nervios tan radical que me había quedado sin motivo de hacer nada.