Una Virginia Woolf inédita y sin tópicos

Los ensayos literarios decisivos no habían sido traducidos hasta ahora al idioma español, ni publicados con un sentido de conjunto acerca de lo que la literatura supuso para la autora de 'La señora Dalloway', 'Las olas' y 'Orlando'. Así lo defiende su compilador y traductor. «Es la primera antología de ensayos que encierra de una forma analítica el discurso de Virginia Woolf tal y como fue. Obviamente ha hecho muchísimos más ensayos, pero yo creo que estos son los justos para entender la teoría que ella tiene sobre el arte de la literatura en general, ya sea con la biografía o la novela. Otra cosa que aporta este libro es el hecho de que Virginia Woolf siempre concibió estos ensayos para el público femenino y con ese sentido procuré traducirlos», explica Accortini, quien alumbró la idea de esta edición tras leer todas las antologías de Virginia Woolf: 'El lector común I' (1925), 'El lector común II' (1932), 'La muerte de la polilla y otros ensayos' (1942), 'El momento y otros ensayos' (1947), 'El lecho de muerte del capitán y otros ensayos' (1950) y 'Granito y arcoíris' (1958).

'El estrecho puente del arte' es un díptico. En la primera parte, 'El arte de la ficción', Woolf plantea la literatura como un sendero de lecturas en el que se cruzan géneros de toda índole. Leer y escribir para Virginia Woolf es dar pasos hacia el pensamiento crítico, la independencia intelectual y la posterior libertad de la mujer. De ahí que el puente comience a hacerse cada vez más estrecho. En la segunda parte, 'El arte de la biografía', Virginia Woolf emprende su propio camino como escritora. En estos textos no sólo aborda la tradición literaria inglesa, sino que trata la irrupción de las literaturas francesas, rusas, irlandesas y estadounidenses en el panorama editorial británico.

«Una de las frases que siempre repite en estos ensayos es 'el arte de la ficción' y 'el arte de la biografía'. Si está haciendo sus disquisiciones acerca de la literatura, ya sea nacional o extranjera, Virginia Woolf tiene en cuenta las traducciones que en ese momento irrumpieron en el mercado inglés. La segunda idea es el arte, la idea del arte de la biografía. ¿Puede considerarse una novela una obra de arte? En sus ensayos, Virginia Woolf alude al trabajo lector del escritor». Esta idea enunciada por Accortini adquiere una dimensión exhaustiva con aquellos autores que Woolf trabajó con especial fuerza: Proust, Joyce o Henry James, así como de las ideas de su tiempo, una de ellas, el psicoanálisis.

«Muchas veces en las en las novelas de Virginia Woolf transcurre un día y no ocurre nada. Todo ocurre dentro de los personajes. Toda su literatura está basada en eso que han hecho los autores inspirados en el en el tiempo subjetivo y también en el perfil psicológico de Sigmund Freud». Las pesquisas de Accortini van mucho más allá. Woolf explora a Jane Austen y George Eliot, a Fiódor Dostoievski, Antón Chéjov y León Tolstói, así como a Guy de Maupassant, Ernest Hemingway o Henry David Thoreau. Se presenta ante el lector como una excavadora, una lectora que insiste, una escritora que piensa.

En la sección 'El arte de la ficción', Virginia Woolf defiende la novela como obra de arte y a la mujer como próximo protagonista no sólo de la narrativa, sino también de todos los géneros. «Las dos palabras que más repite ella en sus ensayos es 'writer' y 'reader', es decir, lector, lectora, escritor, escritora. Estos ensayos siempre fueron, digamos, concebidos desde la ambigüedad del género neutro en inglés. Sin embargo, en sus ensayos críticos se dirige a un interlocutor femenino. Habla del 'espacio que ocupamos en la mesa', refiriéndose a las mujeres y lo hace, justamente, porque no tenían un cuarto propio». La visión de Accortini elude la mera reivindicación de género y busca la precisión estética en el retrato de la obra de Woolf.

Cualquier romantización de la enfermedad queda al margen en estas páginas. Rafael Accortini se centra en el poder analítico de la prosa de una autora capaz de mirar por encima de su tiempo. «No la veo como una mujer melancólica, deprimida, hundida, no en ningún momento, sino más bien como una mujer bastante estricta. Es una mujer increíblemente analítica y con un criterio que 80 años después sigue vigente». Esa idea de una Virginia Woolf bipolar o suicida, que ocurrió sin duda, echa por tierra la gama de grises de su escritura. «No se puede negar la labor ensayística y la capacidad de análisis para, digamos, dilucidar cual iba a ser el devenir de la literatura, que sorprende que haya atinado tanto, no que haya acertado tanto».