Viaje al corazón de la música: así sonarán los Stradivarius del Palacio Real
El cuarteto La Spagna interpretará en el Palacio Real 'Las siete palabras', de Haydn, con el cuarteto palatino Stradivarius
Madrid
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Iniciar sesiónSu piel de madera parece viva. Fuera de sus estuches, los dos violines, la viola y el violonchelo del Cuarteto Palatino Stradivarius brillan como recién barnizados. «Tocar un Stradivarius es una experiencia diferente. Pero tocar este cuarteto, el más importante del mundo, es el sueño ... cualquier músico». Alejandro Marías, director del conjunto barroco La Spagna, tiene las mejillas inyectadas en sangre. No todos los días se asiste al estremecimiento de quienes sujetan por primera vez un instrumento fabricado por Antonio Stradivarius hace 250 años.
Este jueves, a las 19.30, en el salón de columnas del Palacio Real, La Spagna interpreta 'Las siete palabras de Cristo en la cruz', de Haydn, en una versión casi inédita de Francisco Barbieri. La elección no es fortuita. Encargada al austríaco por la hermandad de la Santa Cueva para ser representada en Cádiz, la composición ha sido objeto de varias versiones, una de ellas la que hizo Francisco Barbieri, con tan sólo 17 años, y que había permanecido casi inédita hasta que el musicólogo Javier Ruz Orellana se interesó por ella y propuso a La Spagna recuperarla.
«La obra está muy vinculada a nuestro país. Lo que hace Barbieri es fascinante. No cambia una sola nota, sino que añade una quinta parte para flauta, que a veces enlaza, subraya o toca una melodía nueva sobre la partitura de Haydn. Es un ejercicio genial. ¡Qué mejor obra para tocar en esta casa y con estos instrumentos!». Al fondo, se escucha el sonido de la viola palatina, que parece dar la razón a Marías.
Ni anillos ni relojes: así es el protocolo inflexible para cuidar un Stradivarius
Karina Sainz BorgoSacar los Stradivarius del conjunto palatino requiere unas normas estrictas
La Spagna
Hace más de diez años, en 2009, el violonchelista y violagambista Alejandro Marías creo el conjunto La Spagna, que toma su nombre de una de las melodías más célebres del Renacimiento. Su intención era reunir a algunos de los mejores músicos historicistas para formar un grupo de cámara especializado no sólo en música barroca, sino también en el repertorio musical que abarca desde el Renacimiento hasta el primer Romanticismo. Marías, profesor de viola de gamba en el Conservatorio Superior de Música de Sevilla, colaborador habitual de Zarabanda y miembro del Cuarteto Francisco de Goya, ha mantenido desde entonces un proyecto que mezcla la música historicista con la investigación y recuperación.
«Son dos campos que caminan de la mano y deben colaborar entre sí. Soy músico, no soy musicólogo. Investigo en la medida de mis posibilidades y mis capacidades, pero también está el trabajo de los musicólogos e investigadores, que es importantísimo, y de los editores, y aunque nosotros en ocasiones también hemos editado música, nuestro papel es interpretarla, pero no concibo una interpretación historicista sin unos conocimientos, sin un interés y sin una investigación. El músico que se conciba como una máquina de tocar o un temperamento artístico sin una formación humanística ha existido, pero creo que hoy existe en menor medida y tampoco el que más me interesaría ser».
Patrimonio musical
Hijo de músico y nieto del filósofo Julián Marías, creció en un hogar sensible a las artes y las humanidades. Decidió dedicarse a la música muy pronto, con 14 años. Estudió en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, donde obtuvo los Títulos Superiores de Violonchelo y Viola da gamba. Se trasladó luego a Francia para especializarse en la interpretación historicista de los repertorios clásico y romántico y más tarde a Suiza. De regreso en España, decidió radicar aquí su proyecto musical y personal. Desde entonces, se ha dedicado a excavar en una tradición que inspiró las piezas más importantes de la historia de la música.
A la pregunta sobre qué lo motivó a la excavación y resurrección de piezas ignoradas, Alejandro Marías contesta sin demasiados rodeos ni alegatos. «Por vocación». Ya no hay rubor en su rostro, pero mantiene el énfasis en su tono de voz. «España ha sido una importante fuente de inspiración para la música en épocas muy distantes y de maneras muy diversas», dice. Y así como lo fue en la Cádiz ilustrada del XVII que encargó a Haydn 'Las siete palabras' ha ocurrido a lo largo de toda la historia. Uno de los proyectos más atractivos que da fe de ello es 'Sopra La Spagna', en el que Alejandro Marías y los integrantes de su cuarteto recuperan 15 piezas del renacimiento y del barroco que hablan sobre España. A las 12 de la mañana, Marías regresa al ensayo en la sala de los espejos del Palacio Real. Ya en su asiento, sujetando el violonchelo, el músico sonríe. El rubor ha regresado a su rostro. Entre sus manos, el instrumento de dos siglos parece más vivo que nunca.
Ni anillos ni relojes: el protocolo inflexible para cuidar joyas únicas en el mundo
Sacar los Stradivarius del conjunto palatino requiere un protocolo estricto. Nada de anillos, relojes ni cualquier otra prenda que pueda arañar la madera. «Es un conjunto único en el mundo», dice Sonsoles Castillo, jefa de la Unidad de traslado de obras de arte de Patrimonio Nacional, quien desde muy pronto custodia, junto a su equipo, los estuches donde reposan los cuatro instrumentos, recién desmontados de las vitrinas de la sala del Placio Real donde pueden ser admirados por el público visitante. No son pocas las precauciones. Estos instrumentos han sobrevivido a tres guerras: la de Secesión, la de Independencia y la Guerra Civil Española, cuando fueron puestos a resguardo en los sótanos del museo del Prado.
Antonio Stradivarius lo concibió como un conjunto unitario para Carlos II y decidió después ofrecerlo como obsequio a Felipe V. A diferencia de otros conjuntos del mismo violero, este cuarteto, decorado con una cefana de pasta de ébano e incrustaciones de marfil, ha permanecido unido y vinculado a la Corte española desde su adquisición con la excepción de las dos violas robadas en el siglo XIX (la de contralto fue recuperada en 1950 gracias al conservador de entonces, Ruiz Casaux). Tanto sus aros como sus clavijeros presentan roleos renacentistas enriquecidos con motivos vegetales y florales cuyas plantillas se mantienen en el Museo de Cremona.
«La importancia de este conjunto palatino es mayúscula. Lleva 250 años seguidos tocándose y diez desde que los instrumentos de Cremona han sido reconocido por la UNESCO como patrimonio», explica la conservadora María José Suárez, responsable de estudiar y contextualizar lo relativo a estos instrumentos.
Son las nueve de la mañana en el Palacio Real de Madrid. Sonsoles Castillo ha llegado mucho antes, para sacar de las vitrinas los violines, las violas y el violonchelo antes de que los músicos lleguen al ensayo. Es una disiciplina invariable. Ninguna persona puede manipularlos sin que ella o alguien de su equipo estén presentes. «En el mundo hay alrededor de unos 600 Stradivarius, pero decorados y fabricados ex profeso en el taller de Cremona como cuarteto, y que todavía se mantienen unidos», explica la guardiana y encargada de que no ocurra ningún accidente.
«Los Stradivarius no pueden morirse en la vitrina. Tienen que tocarse para que no mueran. La madera está viva. Cuanto más los tocas, mejora su sonido». Castillo debe estar presente durante todo el ensayo para devolverlos a sus escaparates. Desde hace más de treinta años, ella y su equipo velan por el conjunto palatino. A pesar del mimo y la vigilancia, comprende que poco harían estas joyas encerradas en sus cajas de cristal.
«La madera está viva. No conviene que permanezcan guardados. No pueden morirse en las vitrinas», asegura. En todo ese proceso, se cambian las cuerdas, y el arco. Después del concierto, se destensan para poder guardarlos. «Una vez al año, viene un lutier, para revisar y certificar que todo esté en orden». Lo que distingue a estos Stradivarius de cualquier otro objeto artístico, es que ellos, además de permanecer intactos, deben mantener su funcionalidad.
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«Cuidado. No lo acuestes en el suelo, que ya sé cómo sois los violonchelistas», indica a uno de los músicos. La propia Sonsoles levanta el instrumento y lo posa en el atril, como si en lugar de madera, estuviese hecho de cristal. «Nuestra misión es conservar estos instrumentos, porque están hechos de materiales orgánicos. Los músicos saben perfectamente lo que tienen entre las manos y a veces no es sencillo resistirse a la emoción. Pero son ellos quienes deben adaptarse al Stradivarius, no el Stradivarius a ellos».
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