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ABC Cultural

Viajar en avión

Bitácora de nuestra derrota

«Hace años, volar era un acto de distinción. Hoy es un verdadero drama que empieza mal desde que cierras con doble llave la puerta de casa»

Pantallocracia

Un avión de Iberia despega en el aeropuerto de Barajas, en una imagen de 1969 ABC
Alfonso J. Ussía

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Hace años, volar era un acto de distinción. Hoy es un verdadero drama que empieza mal desde que cierras con doble llave la puerta de casa. Ibas a aeropuerto, no a toriles. En el taxi, el conductor se bajaba para ayudarte con las maletas ... y cuando le decías que, por favor, te llevara al aeropuerto, se llenaba el ambiente del coche de un fondo especial, entre admiración, respeto y envidia sana. Las personas lucían sus mejores galas, los niños se portaban bien (como sus padres) y los viajes eran algo que tenía sentido. No se subían al avión para desplazarse, porque el avión era parte del ritual, el principio de algo genuino y diferente. Una persona llegaba a Barajas, hoy Adolfo Suárez, y la terminal era pequeña y accesible. No tenías que correr una maratón para llegar a la puerta de embarque ni mucho menos vigilar como una madre a sus crías el equipaje de mano. Ni hablar del equipaje que se podía facturar con el billete. Nadie preguntaba cuánto pesaba ni tampoco tenías que compartir el espacio con dos personas subidas a la maleta para poder cerrarla. No pasabas un control de seguridad en el que te humillan dos guardas jurados. Nadie osaba pedirte que te quitaras los zapatos, el cinturón, ni mucho menos te registraban buscando explosivos, cuchillos o pistolas con silenciador.

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